Connor Rotchild, necesitaba un hijo para asegurar su puesto como heredero de la familia. Juliette Evans tenía que salvar a su padre de ir a la cárcel, así que se vendió como madre sustituta. Un contrato. Un mes para ser su mujer. Lo que ninguno de los dos imagino, es que terminarian perdiendo sus corazones. Siete años después, el destino los une de nuevo y esta vez, el está decidido a darle el lugar que le corresponde en su vida y en su cama.
Leer más―Esta es Juliette Evans ―dijo Robert sacando una fotografía de la carpeta ―Es una de las postulantes para su solicitud, señor.
Connor, que esperaba una rubia despampanante con cara y cuerpo de modelo, se quedó hechizado al ver a esa hada de cabello rojizo, ojos azules y sonrisa dulce. Parecía demasiado joven para ser una madre de alquiler.
Connor, era el presidente de Rotchild Company, una transnacional de gran prestigio a nivel nacional e internacional. Era un magnate brillante, un gran jugador de rugby y según la prensa gay. Ya que nunca se le había visto en compañía de mujeres.
―Robert, creí haberte dicho cuál era el tipo de mujer que se requería ―espeto Connor impacientado.
―Señor, la otra parte dijo que ella era perfecta, a pesar de no tener la edad estipulada, está dispuesta a firmar el contrato sin problemas. ―replico el asistente ―Pero, si gusta, puedo devolver el archivo y pedir que envíen otra.
Connor no dijo nada, así que su asistente asumió que no estaba de acuerdo con la postulante. Extendió su mano dispuesto a llevarse el archivo, cuando Connor, espeto.
―¡No! ¡Déjala! La quiero a ella.
El asistente retrocedió y asintió en silencio, preguntándose por qué un hombre como su jefe haría una cosa como esa. Perfectamente, podría tener a la mujer que deseara, no era necesario comprar un hijo.
―Señor… ¿Puedo hacerle una pregunta? ― dijo sin pensar.
Connor suspiró y se recostó en su silla de cuero.
―Sé lo que vas a preguntarme, Robert. Y te diré que no volveré a dejar que una mujer tenga tanto poder sobre mí o sobre los hijos que tengamos. Además, necesito este hijo…
―Entiendo ―susurro el asistente.
―Muchos matrimonios terminan divorciándose y en la mayoría la mujer se queda con los hijos ―continuo Connor ―Alquilar un vientre es la mejor manera de asegurarme la potestad de mi bebe; no es un acto impulsivo Robert. Lo pensé mucho antes de tomar la decisión.
―¿No cree que hubiera sido mejor conseguir a la mujer adecuada?
―¿Adecuada? ―bufo Connor ―No existe tal cosa, puedo garantizártelo.
Cuando Robert contacto a la empresa INTERFERTILITY, ellos enviaron muchas candidatas, pero Connor no se sintió atraída por ninguna, hasta ahora. Cuando vio la fotografía de Juliette, algo dentro de él se agitó, su corazón latió demasiado rápido y su estómago revoloteo como un adolescente.
«Deseo» supuso. «Sí, seguramente es porque me pareció atractiva y la deseo»
―¿Qué edad tiene? ―pregunto de repente.
―Diecinueve ―respondió Robert mirando su expediente.
―¿Es la última?
―Sí, señor. Las demás superan la edad establecida.
Connor pareció reflexionar un momento y después de decidirse, dijo.
―Aumenta el pago y contacta a la agencia. Diles que pagaré un 10 % más si la chica acepta concebir al bebe de manera natural.
Tal pedido sorprendió al asistente, sin embargo, no dijo nada. ¿Quién era él después de todo?
―Sí, señor. Llamaré de inmediato.
……………….
Un par de guardias de seguridad echaron violentamente a Juliette de su casa, esta tenía un nuevo comprador y necesitaban deshacerse de ella rápidamente.
—¡Largo! ¡¿Crees que esta sigue siendo tu casa?!
―Pero… pero, mis pertenencias aún están aquí… por favor…
—Tu padre está en la cárcel, y eres la hija de un criminal. ¡La casa ha sido vendida! ¡Largo de aquí!
Su vida estable había terminado por completo. Las maletas, que no ha tenido tiempo de terminar de empacar, fueron arrojadas a la calle sin contemplación. Sus cosas se esparcieron por el asfalto y una foto de su padre, se rompió al ser arrojada. Juliette tomo con manos temblorosas la fotografía y la guardo en el bolsillo de su chaqueta.
Pronto anochecería y además estaba lloviendo, los guardias de seguridad no la dejaron ni siquiera refugiarse en el cenador del jardín, sabiendo que los nuevos propietarios llegarían en cualquier momento, y una vez más la ahuyentaron.
—¿Cómo te atreves, apestosa, a seguir aquí? ¡Si no te largas llamaremos a la policía! ¡Piérdete!
Bajo el cielo nocturno y una lluvia torrencial, Juliette arrastro la maleta con las pocas pertenencias que le quedaban. Camino un largo rato, ya que ni siquiera tenía dinero para tomar el autobús.
Pensó todo cambió de la noche a la mañana y que su tranquila vida desapareció. Desde que su padre fue acusado de malversación de fondos, además de que fuera encarcelado, todos los bienes que le pertenecían fueron embargados y ahora no tenía dónde vivir, estaba sola y en la calle.
Quería llorar cuando pensaba en ello, su padre siempre había sido una persona decente, era imposible que fuera corrupto, debía encontrar la manera de reunir dinero y contratar a un abogado para sacarlo de la cárcel.
Estaba sumida en sus pensamientos que no se percató de los ladrones que caminaban tras ella y llevaban mucho tiempo echándole el ojo a su equipaje.
—Vaya, vaya, ¿Qué tenemos aquí? ¿Qué llevas en esa maleta, preciosa?
―¿Quiénes son? ¡Aléjense de mí! ―exclamo Juliette mirándolos asustada.
―Debe valer mucho dinero ―dijo uno de los hombres ― Es mejor que nos lo des todo a nosotros.
―¡No! ―ella se negó, eran sus últimas pertenencias, además que allí estaban algunos recuerdos de su madre. ―No tengo nada de valor, por favor, no me hagan nada. ―suplico.
― A mí me parece costoso el abrigo que llevas. ¡Dámelo rápido, entrégamelo! ―dijo uno aproximándose.
Juliette se lo quito lo más rápido que pudo y se quedó en jeans y camiseta.
Uno de ellos comenzó a detallar su cuerpo y pronto se formó una sonrisa lasciva en sus labios.
―Eres una cosita bonita, ¿quieres divertirte un poco?
Ella dio un paso atrás temblando.
―No se acerquen…
―¡No eres nadie para ordenarnos! ―y cuanto estaba a punto de abalanzarse hacia ella, un auto cruzo por la calle y él retrocedió.
Juliette aprovecho la oportunidad para echarse a correr, dejando atrás su maleta y sus recuerdos.
Cuando llego a casa de su amiga, estaba empapada, con los ojos hinchados y tenía fiebre.
―¡Santo cielo, Juliette! ¿Qué te paso?
Ella no dijo nada, solo la miro con tristeza y antes de que pudiera dar un paso, se desmayó.
Esa noche tuvo fiebre, su amiga cuido de ella y estuvo a su lado toda la noche.
―¿Te sientes mucho mejor? ―Raquel se acercó con una taza de sopa en su mano ―Vas a decirme que sucedió.
Después de que le contara lo sucedido, Raquel estaba furiosa, quería ir a la calle y buscar a los tipos, pero Juliette la detuvo y le dijo que no valía la pena.
―Lo único que me importa es sacar a mi padre. Él es inocente, lo conoces Raquel, sería incapaz de robarse ese dinero.
―Lo sé, lo sé. ―dijo su amiga consolándola. ―Pero un abogado no es barato, aquí en Seattle nada es barato y si quieres conseguir sacar a tu padre, tienes que conseguir al mejor.
Juliette se quedó pensando en cómo iba a conseguir dinero, su carrera universitaria aún no terminaba y ella no tenía un trabajo.
―Por lo pronto puedo darte algo de dinero, no es mucho, pero servirá para que al menos puedas llevarle comida a la cárcel ―sostuvo la mano de Juliette y la apretó con suavidad ―Puedes quedarte el tiempo que quieras, sabes que cuentas conmigo.
Juliette tenía ganas de llorar, se preguntaba donde estaba Dios en estos casos, y ¿Por qué permitía que tantas cosas malas le sucedieran?
Una semana después, Juliette había conseguido trabajo como maestra de piano, afortunadamente, su padre le enseño a tocarlo cuando era niña y desde entonces ha practicado y es buena tocando.
Sin embargo, lo que le pagaban no pagaría los honorarios del abogado y su padre no estaba bien de salud, tenía miedo que empeorara allí dentro.
Una tarde después de salir de trabajar, decidió recorrer algunas tiendas, quizás podría tener un segundo empleo y si el tiempo lo permitía un tercero, estaba decidida a reunir el dinero para salvar a su padre, después de todo era su única familia.
Pensaba en esto, cuando vio aviso en la esquina de un semáforo.
“INTERFERTILITY, AGENCIAS DE MADRES SUBROGADAS”
Leyó el contenido del aviso y se sorprendió cuando vio el porcentaje de ganancias.
«¿Vender mi vientre?»
Guardo el aviso y volvió a casa, esa noche visito la página web de la agencia y leyó las estipulaciones, sin detenerse a pensarlo, envió un correo a la dirección.
Un mes después recibió una llamada.
―¿Señorita Evans?
―Sí, soy yo.
―Felicidades, ha sido usted seleccionada.
Ella se congeló allí mismo, de hecho, creyó que no la llamarían.
―De… ¿De verdad?
―Por supuesto, hay un comprador. Sin embargo, tienes una oferta que hacerle. Por favor, venga cuanto antes a la agencia, para mostrarle el contrato y si está de acuerdo, entonces puede firmar.
Juliette apretó los labios y respiro lentamente para calmar su corazón.
―Está bien, iré a la agencia hoy mismo.
―Perfecto, gracias por confiar en INTERFERTILITY.
La voz femenina colgó y Juliette se quedó mirando a la nada un momento.
«Tienes que ser fuerte Juliette, es la única manera de salvarlo»
Guardo el teléfono y cuando fue la hora de salir del trabajo fue directamente a la agencia, se detuvo en la entrada y contuvo el aire, luego abrió la puerta que cambiaria su destino para siempre.
ELIZABETH. Estaba sentada en la oficina cuando recibí una llamada, mis ojos se abrieron de sorpresa cuando recibí la noticia. Era Bob. Han pasado el tiempo y ahora mi pequeña Serafina, es toda una mujer y pronto se convertirá en madre. Bob es su esposo. Me levanté del asiento con rapidez y corrí a la oficina de mi guapo marido, es increíble que aun cuando han pasado años y ya está casi en sus cincuenta, no deja de ser atractivo y varonil. Confieso que me declaro enamorada de su cabello plateado, aunque no es completamente de ese color, sus sienes tienen ese toque que lo hace ver más interesante. Abro la puerta con rapidez y Salvatore está atendiendo una llamada, me hace un gesto de que espere y no puedo contener mi ansiedad por decirle que nos convertiremos muy pronto en abuelos. Actualmente, vivimos en Chicago, la hacienda, sigue perteneciendo a la familia Mancini, es parte de la identidad de la familia. Siempre que podemos viajamos y subimos a nuestra montaña privada, dónde nos
En algún lugar de Chicago… —Honestamente, Salvatore — digo, mientras mi mundo permanece en la oscuridad detrás de una venda de seda —No sé de qué se trata todo este secreto, soy mala para las sorpresas. Sus manos están sobre mis hombros llevándome ... a alguna parte. Todo comenzó hace unas seis horas cuando condujimos a un campo de aviación privado y él me acompañó a un avión, el suyo, mi flamante esposo, ahora era dueño de un avión más lujoso y moderno. Me vendaron los ojos durante la duración del vuelo, lo que sinceramente no fue tan malo porque, bueno, era lo único que llevaba puesto la mayor parte del tiempo. El embarazo, parece haber hecho el sexo más placentero y ¿quién soy yo para no ceder a mis placeres y los de mi hombre? Después de que él me vistió y aterrizamos, me llevó a un auto. Condujimos aquí, donde sea que estuviera. Todo el tiempo se negó a decirme dónde estábamos y hacia dónde íbamos. —Ya casi llegamos —me dice al oído. Suspiró, dejándome consolar en su calidez
CAPÍTULO 34—Pero, lo pude convencer, de que te amaba con todo mi corazón y de que no me había aprovechado de las circunstancias en que te encontrabas.Elizabeth se ruborizó.—Pero lo hiciste, ¿no es cierto?—Ah, pero no lo hice hasta que estaba ya casi loco de desesperación. Ningún hombre ha sufrido lo que yo, amore. Conocía y despreciaba a Sydney, no podía perdonarla por lo que me había hecho. Y, sin embargo, me estaba enamorando irremediablemente de la mujer que tanto odiaba. Casi perdí la razón.―¿Y cómo es que mi hermana se divorció de ti así nada más? ¿Ella té... quiero decir, tuviste que darle dinero para obtener el divorcio?—No tenía que hacerlo, pero lo hice, cara. Era la forma más fácil y rápida de obtener lo que quería. Al mismo tiempo, me estaba librando de una vez por todas el único elemento nocivo de mi vida.—Me asombra mucho que haya aceptado, a menos que le hayas ofrecido una enorme suma — dijo y lo miró, comprendiendo que él no iba a decirle más—. Solo espero que ha
CAPÍTULO 33Sus ojos la devoraron.—Vístete, mi amor…Elizabeth se quedó inmóvil, mirándolo, mientras la furia crecía dentro de ella. Sostuvo con fuerza la toalla y luchó sin éxito por contener la rabia que la invadía.—¿Cómo te atreves? —rugió—. ¿Cómo te atreves a venir aquí, después de tanto tiempo, sentarte como si fueras el señor del universo y decirme que me vista?—Así que me echaste de menos, ¿eh? —comentó el tranquilo.—¡No, maldita sea! No te extrañe para nada. Di gracias a Dios de que saliste de mi vida.—¡Cuidado, cara mía! No abuses de mi paciencia. Aceptaré tu arrebato, únicamente porque enviaste de regreso a tu amante.Se puso de pie, en actitud amenazadora, para pararse delante de ella. Elizabeth se estremeció y retrocedió instintivamente.—Nick era mi prometido, no mi amante.—Estás en lo correcto, era… —la áspera risa de Salvatore estaba llena de satisfacción— Y seguirá siendo así el resto de tu vida, amore.—Sí. Se fue. No podía volver con él después de lo que había
CAPÍTULO 32Salvatore no fue a visitarla y no se había presentado todavía cuando Nick llegó al día siguiente, a decirle que tenía que marcharse. —Estoy seguro de que tú te alegrarás de no tener que verme más, ¿no es así? —su dolor lo hacía agresivo—. Supongo que no puedo culparte por lo que pasó, pero eso no impide que me moleste. Si no tuviera que volver ahora mismo, me quedaría aquí, para luchar por ti —la miró con expresión sombría—. Tal vez sea mejor para todos que no pueda quedarme. Quizá te veré de nuevo, si alguna vez vuelves a Chicago. —¡Nick! Siento todo lo que ha pasado. Pero sucedió, ¿sabes? Lo lamento, pero no puedo hacer nada al respecto. —No puedes lamentarlo más de lo que lo lamento yo —sonrió con amargura — Me voy Eli, antes de que me ponga ridículo y sentimental. Se inclinó sobre ella y le dio un beso; sin embargo, ella no respondió a la caricia. Elizabeth se quedó inmóvil, lamentando su partida. «¡Qué gran enredo había hecho el destino!» No podía imaginar siqui
—No te preocupes. No me mires así. Lo encontramos, ¿sabes? O más bien, lo que queda de él —le sonrió con gentileza—. Salió despedido del automóvil y cayó quinientos metros, río abajo —se detuvo y observó la expresión desesperada de ella—. Es muy probable que haya muerto antes de que se diera cuenta de qué era lo que había ocurrido.—¿En… encontraron su… su pistola? — pregunto tragando saliva.—¿Qué pistola? —la sonrisa de Rocco fue enigmática y no le reveló nada—. No encontramos ningún arma y sus restos no mostraron huella de herida de arma de fuego.—Pero estoy segura de que yo le disparé —Elizabeth se obligó a confesar con no poco esfuerzo.—Estoy seguro de que merecía ser baleado—comentó Rocco con tranquilidad—. Es probable que hayas fallado. ¿Qué sucedió?—Los dos íbamos sentados adelante —recordó —. Serafina estaba llorando. Él ya la había asustado un par de veces. Cuando me negué a exigir dinero por la seguridad de Estéfano, el hombre empezó a vociferar como un loco, fue terribl
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