En el umbral entre la muerte y la reencarnación, emerge una historia de amor que desafía el destino. Una vez enamorada, nunca pensé en cómo acabaría mi vida... hasta que un día simplemente terminó, y sin comprenderlo, regresé. Con la sangre aún fresca en mi frente, yacía en los brazos de mi amado, quien clamaba por ayuda mientras el pánico lo consumía. ¿Qué había sucedido? Sabía que ya estaba más allá de la vida, pero algo me impulsaba a volver. En un giro inesperado del destino, renací en el cuerpo de otra persona, con una memoria fragmentada pero con una misión clara: volver a él, cumplir las promesas que una vez hicimos. Atrapada entre la realidad y lo sobrenatural, ¿Seré capaz de encontrarlo y demostrar que el amor trasciende incluso la muerte? Prepárate para una historia de reencuentro, lealtad y un amor que desafía todas las barreras...
Leer másSentía fuego en mi piel, me quemaba cada vez un poco más. Y al parecer a mi novio también, ya que me sostenía entre sus brazos mientras yo ardía en llamas y el rojo carmesí de mi sangre recorría todo mi cuerpo. Escuché una ambulancia acercarse cada vez más y después la voz de mi novio.
—Veníamos del juego de la gran final de básquetbol, el cual nuestro equipo ganó y ella se enojó mucho conmigo debido a que una de las porristas me besó y por ese beso ella me gritó diciéndome que la llevara a casa, lo cual hice, pero ella aún estaba muy enojada, en el auto seguimos discutiendo; en una de las curvas un camión cisterna lleno de gasolina chocó contra nosotros y en minutos el carro explotó. Sólo fue cuestión de segundos para poder salir, pero ella fue la más afectada debido a que se encontraba muy cerca de las llamas y pocas chispas se esparcieron en su cuerpo, la puerta del copiloto quedó destrozada y debido a los golpes ella no aguantó.
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Era un lugar hermoso, debo admitirlo. En él estaba un hermoso árbol verde, de un tronco grande que estaba rodeado de un pasto verde-azulado. Ahí se encontraba mi amado, Axel. Pero no comprendía si estaba viva... o si estaba muerta.
Corrí hacía sus brazos, pero lo único que conseguí fue que me ignorara.
Su cara estaba envuelta en lágrimas y estaba sentado debajo de ese árbol, con las piernas cerca del pecho, en posición fetal, estaba inconsolable, no entendía qué pasaba.
Traté de pasar mi mano por su cabello, pero no lo logré, puesto que solo pude traspasar su cuerpo como un fantasma.
Me asusté mucho y llorando le grité a todo pulmón. — ¡AXEL ESCÚCHAME! ¡ESTOY AQUÍ!
Él continuaba llorando, y en voz baja se decía a sí mismo. —Sé que pronto volverás a mis brazos, robándome ese beso de mis labios, susurrándome cerca del oído lo mucho que me amas... lo sigo esperando, estoy esperándolo... viviré esperando hasta que vuelvas a mis brazos. —Pero yo no podía hacer nada, ni siquiera podía tocarlo. —Te esperaré toda la eternidad si me es posible, Deb. —Su mirada se fijó en mí y lo pude sentir. —Dime que me amas también, Débora, necesito que lo digas.
Mi piel se erizó al escuchar mi nombre provenir de sus labios, esos labios tan hermosos que más de una vez fueron míos. Quería besarlo, quería abrazarlo… pero simplemente no podía.
—Necesito escuchar tu dulce voz, tengo miedo de que ya nunca vuelvas a mis brazos, pero eso no pasará, ¿Verdad? —Su voz se escuchaba tierna, derrotada, quebrada y lastimada, como si fuera lo último que le quedara. —Dime ¿De qué estamos huyendo? Esa pelea no fue nada, tú sabes que peleamos muchas veces, pero todo termina bien, esta no puede ser la excepción princesa, sabes que no puedo vivir sin ti, no puedo dormir sin tu cuerpo a mi lado, sin tu olor, sin tu calor. Sé que, si esta noche duermo sin ti, no podré despertar, prefiero vivir eternamente dormido a estar sin ti, déjame escuchar tu voz diciendo que me amas también, porque en realidad no quiero estar solo sabiendo que jamás te voy a poder recuperar. —Suspiró y sentí como una lágrima proveniente de sus ojos cayó en mi mano. —Sabes que yo no sé olvidar, tú eres mi peor debilidad, te miro y mi valor e incluso mi orgullo se empiezan a derrumbar, sé que si te vas... es una decisión que tomaste por los dos, me olvidarás, pero créeme Deb, que yo jamás lo haré.
Era demasiado para mí el escuchar esas palabras y no poder responderle, quería atraparlo entre mis brazos, decirle que yo estaba bien, que necesitaba que él estuviera bien, para poder cruzar hacia el otro lado, porque su tristeza no me dejaría hacerlo.
No supe de qué forma logré salir de mi cuerpo, pero supuse que lo hice porque al abrir mis ojos, miré miles de aparatos desconocidos por aquí y por allá, algunos conectados en diferentes partes del cuerpo y otros solamente haciendo sonidos que —Por más bajos que fueran los sonidos— me dejaban aturdida, debido a que el ruido era intermitente.
Reconocía aquella figura de un hombre alto, de tez blanca, sus ojos color miel y cabellera negra. Estaba tomando mi mano con aquella intensidad que nunca había sentido jamás, sus ojos demostraban muchísimo dolor, jamás lo había visto tan derrotado. Ni siquiera cuando perdía algún juego de básquetbol se ponía de esa forma.
Y si contaba los días en que lloraba, eran solamente cuando peleábamos muy fuerte.
Sus ojos voltearon hacia mí y se iluminaron como dos estrellas brillando en el espacio, con tanta intensidad.
— ¿Deb? —Preguntó tartamudeando. — ¿Eres tú?
Soltó mi mano y corrió hacia mi cuerpo, pero solo era una imagen que se difuminaba poco a poco. Intenté abrazarlo y besarlo, pero me fue imposible, ya que mis brazos traspasaron su cuerpo por completo.
Él me miró con un gesto de confusión y después dejó caer sus brazos a los costados, arrepentido.
—No puede ser posible esto... no me digas nada. —Dijo dándome la espalda. —No, me estoy volviendo loco, ¿o no?
Escuché el sonido de la máquina que monitoreaba los latidos de mi corazón, que ya no eran intermitente, ahora solo era una línea recta que no dejaba de sonar.
Los párpados de Axel se abrieron de forma sorprendida y corrió hacia mi cuerpo frío, tomándolo entre sus brazos fuertes, besando toda mi cara y diciendo miles de palabras hermosas.
Yo solo sentía que sus besos me purificaban, pero a la misma vez, me evaporaba por completo.
—Axel... —Murmuré casi sin aliento. —Te amo.
Y entonces desapareció, no pude verlo.
— ¡No! —Gritó Axel con su voz ronca.
Y ya no había nada más. Al parecer estaba presente en su corazón, pero no estaba presente como él me necesitaba. Y todas aquellas promesas que algún día nos hicimos, quedarían solo en su recuerdo.
Lo miré, y él me miró determinando cada aspecto de mi rostro y luego fingió una sonrisa. Y esa fue la última vez que supe de Axel.Los días pasaron, semanas e incluso meses también y él jamás volvió a dar una señal de vida; lo cual agradecí. Lo mejor era que me empezaba a acostumbrar a tener que vivir sin él y me sentía aliviada.✿✿✿✿✿✿✿Mi habitación era demasiado cálida y el ambiente estaba más cargado de soledad que la misma noche tropical del exterior. Se me formo una gota de sudor en la nuca. Salí de la habitación y caminé lentamente hasta que pude llegar y tocar la red espumosa de las olas del mar.En los viejos tiempos, solía hacerlo de la mano de Deb, pero ya había aprendido una gran lección, y era que el “Karma”, siempre me iba a estar torturando por haber sido tan mala persona en mi pasado y por haber sido un novio de mierda con Deb.El viento cambió de dirección, trayendo olor de tierra húmeda y de lluvia al punto de que el viento comenzó a levantar arena del mar, haciendo
— ¡No! —Ordené aclarando mi voz. —No harás nada ¿Me escuchaste, Axel? —Tomé su rostro entre mis manos, estaba demacrado y delgado, perdía peso; aun así, lo miré suplicándole, me llevó un buen rato hasta que por fin hice que entrara en razón. Sus ojos se posaron en los míos y se quedó serio, tratando de calmarse, inhalando y exhalando constantemente.El silencio permaneció, mientras estaba calmado pude sentir una sensación de paz al estar a su lado. Comencé a detallar su rostro, esas ojeras eran notorias, se notaba que no estaba durmiendo bien y mucho menos alimentándose bien ya que estaba un poco delgado; la camisa le estaba quedando holgada, pero lo disimulaba bien con esa chaqueta de cuero que llevaba puesta; instintivamente me acerqué a él y yo besé sus labios. Nuestro beso siguió, hasta que se volvió intenso, él acerco mi cuerpo al suyo, nuestros labios estaban fundido en un compás sin ganas de parrar, sentía que me quedaba sin respiración, pero no importaba me sentía feliz con Ax
Al día siguiente, desperté con un terrible dolor en todo mi cuerpo, sentía en mis brazos una pulsación como si mi corazón estuviera latiendo ahí y no en mi pecho. Un fuerte mareo me hizo volver a mi almohada y yo solo miré hacia el techo. Había sido una larga noche.Tomé mi celular y miré que tenía al menos más de veinte llamadas perdidas, quince mensajes de texto y cinco buzones de voz y todos eran de la misma persona, Axel Armacost.Los abrí, empezando primeramente con los buzones de voz. El primero —“Hola bebé, te amo”, el segundo me asustó un poco, pues su voz se quebraba entre cortadas —“Bebé te extraño, te amo, eres todo para mí, vuelve a casa, por favor” el tercer mensaje de voz, estaba un poco más calmado, su voz era lenta y aterciopelada “Débora, esto es en serio, son las tres de la mañana y no sé qué rayos voy hacer sin ti. La cama te extraña, cariño, vuelve ya” el cuarto mensaje de voz, me causó miles de escalofríos, ya que fue el más largo —“Bebé, ¿Sabías que te amo? Te ex
Ella me miró, con sus ojos hechos un mar de lágrimas y solamente afirmó con su cabeza tratando de calmarse.—No me ames. —Pidió.—No me pidas eso.—Hazlo por mí.—Hazlo TÚ por mí. —Dije haciendo énfasis.La miré detenidamente y mi corazón se rompió al ver sus lágrimas caer, sus ojeras eran demasiado notables.—Oh mi hermosa, ven acá... —Dije abrazándola. —No debes de llorar, cariño.Con mis manos tomé su rostro hasta que quedaron nuestras frentes juntas.—Yo te prometo que no te volveré… —Me interrumpió.—Axel... —No la dejé seguir.—No digas nada. —La interrumpí. —Es algo que en verdad voy a cumplir.—No me vas a volver a tocar porque yo ya tengo novio y es Benjamín. —Me alejé y le lancé una mirada llena de dolor.— ¡No sabes lo idiota que es! No lo recuerdas porque tu mente sufrió un colapso ¡Pero es un idiota, Débora, es un idiota entiende! —Dije casi gritando, tratando que recordara lo que pasó.—No me importa, lo voy a conocer. —La miré directo a los ojos y ella hizo lo mismo, pe
Volví a llamarlo y al segundo contestó. — ¡No! No cuelgues por favor, no lo hagas. —Le supliqué.Escuché un largo suspiro y después su voz, me llenaba de una sensación de paz inexplicable.— ¿Quieres contarme qué sucedió? Es... sólo que me preocupas.—Te puedo asegurar que todo está en orden.El silencio permaneció en la llamada, yo seguía sollozando en silencio, ya habían pasado diez minutos de silencio.— ¿Cariño? —Yo no contesté, solo lo escuché y esperé a que siguiera hablando. Su voz me hacía bien. —Estoy afuera de tu casa.— ¡Armacost! ¿Qué rayos hiciste? —¿Tan rápido había llegado?—No digas nada, solo déjame dormir contigo esta noche. —Colgué y me puse el celular en el pecho, no sabía qué estaba pasando conmigo; pero no dejaba de pensar en él y tenía esa sensación de querer estar a su lado.Abrí la ventana y asomé mi cabeza, ahí estaba él, con sus manos en los bolsillos mirando hacia ambos lados, supuse que para verificar que nadie lo viera.—Armacost... —Dije en voz baja, per
Suspiré y cuanto me di cuenta de lo que estábamos haciendo, lo aparté de mí, me encontraba un poco avergonzada.— ¡No! Lo lamento, Deb, lo lamento. —Suplico pasando sus manos por su cabello. —Perdóname, hermosa, perdóname. Es solo que... —Yo coloqué mi dedo índice en sus labios y le indiqué que se callara.—Todo está bien, fue mi culpa.—No, no, fue mi culpa, lo siento. —Yo lo abracé para tratar de simular que todo estaba en orden y el solo me correspondió.La cena concluyó muy bien, mis padres resultaron ser muy amables con Benjamín y al parecer, era que en el pasado él siempre resulto ser buena persona para la familia y mi padre lo apreciaba demasiado.—... Y entonces le dijo “En el trancón de mi corazón eres la buseta que más pita”.Todos rieron sobre el chiste desabrido de Benjamín, pero los gestos que hacía eran demasiado graciosos. Sin embargo; había algo raro en mí, esta vez, los chistes que Benjamín no me causaban la más mínima gracia, yo solamente estaba neutra, sentada en mi
Último capítulo