CAPÍTULO VEINTICINCO – MIEDO

Al día siguiente, desperté con un terrible dolor en todo mi cuerpo, sentía en mis brazos una pulsación como si mi corazón estuviera latiendo ahí y no en mi pecho. Un fuerte mareo me hizo volver a mi almohada y yo solo miré hacia el techo. Había sido una larga noche.

Tomé mi celular y miré que tenía al menos más de veinte llamadas perdidas, quince mensajes de texto y cinco buzones de voz y todos eran de la misma persona, Axel Armacost.

Los abrí, empezando primeramente con los buzones de voz. El primero —“Hola bebé, te amo”, el segundo me asustó un poco, pues su voz se quebraba entre cortadas —“Bebé te extraño, te amo, eres todo para mí, vuelve a casa, por favor” el tercer mensaje de voz, estaba un poco más calmado, su voz era lenta y aterciopelada “Débora, esto es en serio, son las tres de la mañana y no sé qué rayos voy hacer sin ti. La cama te extraña, cariño, vuelve ya” el cuarto mensaje de voz, me causó miles de escalofríos, ya que fue el más largo —“Bebé, ¿Sabías que te amo? Te ex
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