CAPÍTULO DOS – ALUCINACIONES

Me encontraba más solo que un vagabundo sin hogar, ni familia. Ella era todo lo que yo tenía y ahora estaba desolado, triste y en una fuerte depresión que me mataba cada segundo, podía sentir como la desesperación se apoderaba de mi cuerpo.

La cama sin su presencia no era nada, más que puras almohadas y cobijas. Su ropa aún estaba esparcida por el suelo, tal y como la última vez que íbamos a la fiesta, me invadió un recuerdo suyo, corriendo como loca por no saber qué ropa ponerse; dejando la habitación patas para arriba… ella se estaba arreglando, quedó tan hermosa como siempre, pero fui un tonto en no apreciarla.

Recorrí la cama con mi mano; aún quedaban restos de su perfume, su silueta imaginada en mi mente, llenaba mi soledad. No era perfecta, pero era lo más cercano a la perfección… para mí ella era la perfección en vida, pero ya no estaba, me encontraba completamente solo.

Eran las dos de la madrugada y su ausencia me estaba matando. No quería saber cómo iba a ser mi vida sin ella... pero temía el acostumbrarme a tener que vivir sin ella, sin su presencia, sin su calor, sin su olor; ¡Demonios! Incluso sin sus berrinches y peleas.

Ya habían sido diez horas sin ella, y la verdad era que no estaba preparado para llegar a su velorio.

Tomé una ducha, agotado de seguir derramando lágrimas por ella. Y en el baño encontré un sostén color negro, era el que le quedaba mejor de todos. Mi mente se llenó de recuerdos, y mientras el agua caía sobre mi espalda, sentía sus caricias recorrer mi cuerpo, sentía su presencia; pero sabía que todo estaba en mi imaginación.

Al salir, enrolle una toalla en mi cintura y camine por toda la habitación en busca de un bóxer limpio, no quería organizar la habitación no tenía ánimos.

Una luz purificadora llena de brillo, me cegó los ojos. Tape mis ojos con la palma de las manos. Volteé mi mirada hacia las lámparas, y las apagué para dormir, pero esa luz no estaba en la habitación, esa luz brillaba en mi interior.

— ¿Eres tú, Axel? —Preguntó una hermosa voz angelical.

Mi piel se erizó y sentí como si los mismos ángeles me tuvieran en sus brazos. Caí de rodillas en el suelo, tratando de contener mis lágrimas, pero no lo logré.

Mis ojos estaban cautivados por aquella imagen de un ángel hermoso.

Su cabello era tan largo que le llegaba hasta las rodillas, era de color chocolate y ondulado, sus ojos color azul me iluminaron como dos grandes focos. Sus manos suaves como el terciopelo, acariciaron mi mejilla y luego tomó mi mano para ayudarme a ponerme de pie.

—Levántate, cariño, ven a mí, dame un abrazo de esos que solo tú sabes darme. —Pidió.

Mis débiles piernas temblorosas se armaron de valor y la entrelacé en mis brazos débiles.

Sentí un suspiro en mi hombro y luego sus labios en mi pecho desnudo dándome un beso fugaz que me causó un ligero cosquilleo, sentí una calidez tan confortante que invadió todo mi cuerpo.

No podía decir ninguna palabra, sólo quería saber cuándo se iba a terminar y que no era más que una alucinación proveniente de mi loca mente afectada debido a su pérdida.

—Amor ¿Estás bien? —Dijo dando un beso en mi frente.

Asentí con un gesto de confusión, esto no era real.

Sonrió al darse cuenta de que estaba casi desnudo frente a ella, pero supuse que solo río porque se le vinieron recuerdos a la mente, ya que estaba acostumbrada a mirarme así en casa.

—Te extraño. —Confesó.

Suspiré y pasé mi mano por su espalda. —No digas nada y bésame, Deb. —Pedí con los ojos cerrados.

Sus labios suaves se posaron en los míos y se movían de izquierda a derecha con una ternura inmensa.

No sé de qué forma la tenía aferrada a mi cuerpo, puesto que yo sabía que ella estaba muerta.

A los segundos, se apartó de mí y miré que su imagen se empezó a tornar borrosa.

—No quiero verte triste, Axel.

—No me pidas eso porque sabes que no lo lograré, mi tiempo se está agotando sin ti, es como echarlo a la basura ¿Entiendes, Deb? No sé de qué me va a servir la vida si no vas a estar a mi lado. —Suspiré y continúe. —No me hagas vivir esta vida sin tu presencia, princesa.

Tome su mano borrosa y la acerque a mi corazón.

— ¿Lo sientes?

—Es lo más hermoso que he sentido en mi vida.

Yo sonreí y le pedí que tan solo esta noche durmiera a mi lado. Ella aceptó y el resto de la noche dormí en paz.

✿✿✿✿✿✿✿

El entierro no fue para nada agradable — ¿Qué entierro es agradable? — Al finalizar todo, fui el único que quedó en el panteón esperando el regreso de su amada. Pero no volvía, y yo me estaba empezando a volver loco.

La lluvia cayó en grandes gotas de agua que se hicieron constantes. Y la rosa negra que había dejado en su tumba, estaba empapada en agua. De alguna forma, se marchitó y me pareció extraño, ya que no habían pasado ni dos horas que la había comprado, es como si la vida de la rosa, se hubiera marchitado, como si se hubiera desvanecido.

— ¡Te dije que no lloraras, Axel! —Exclamó su voz a lo lejos.

La encontré detrás de una de las tumbas que se miraban en lo más lejano de donde me encontraba.

En un abrir y cerrar de ojos, apareció enfrente de mí.

—Si tú no vuelves perderé el sentido del amor por siempre. —Susurré con la mirada baja.

— ¡Es suficiente! —Ella gritó.

Miré cómo su presencia avanzó con rumbo hacia una chica de cabello negro, era realmente largo y lacio.

Me puse de pie y la miré con atención, apenas pude reconocer el rostro de aquella mujer. La lluvia empezó a caer más fuerte, sentía mi cuerpo pesado, el doble de lo que lo sentía incluso cuando hacía ejercicio; pero como pude corrí tras Deb, sin poder alcanzarla.

— ¡DEB! —Grite atónito.

Poco a poco lo que supuse que era el alma de Deb se acercaba hacia la chica de cabello negro —Aunque tuviera miles de razones para llegar al otro lado, siempre encontraré millones para estar a tu lado. —Grité desesperado.

Su alma se introdujo en el de la chica de cabello negro, que no dejaba de llorar bajo ese árbol en esa tumba. Y yo solamente me quede sorprendido ante lo que había acabado de suceder.

No sabía si lo que había visto era real, o solo era producto de mi mente. Mi mente desesperada por recrear a Deb, mi mente desesperada por regresarla, mi mente desesperada por volver a verla y tenerla a mi lado.

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