CAPÍTULO CUATRO – TE AMO

—Mi nombre es... Axel. —mordió sus labios.

Pasó la mano por su cabello lacio y se puso de pie.

Colocó sus manos en los bolsillos del pantalón y miré como sus ojos brillaban intensos.

— ¿Vivirás conmigo? —Mintió queriendo sonreír, pero sin lograrlo, pero tenía que preguntárselo.

—Como siempre, Deb. —Contestó a los segundos.

— ¿Y tú cuidas de mí?

—Siempre lo he hecho.

—Gracias. —Murmuré mirando la habitación.

Un doctor entró y me dio algunas pastillas, ordenó que me durmiera un poco y que, si para el día de mañana mejoraba, yo podría irme a casa. Luego salió y nuevamente quedé a solas con ese chico.

—Así que ¿Cuánto tiempo has estado aquí? —Pregunté rompiendo el silencio.

Si no lo hacía yo, él no se preocupaba por hacerlo. Simplemente se quedaba con su mirada fija en el suelo, como si resultara muy interesante ver las rayitas y las figuras que formaba la baldosa. Descubrí que una de su reacción debido a los nervios, era morder su labio inferior y debido a ello, tenía algunas cicatrices pequeñas.

Él noto mi observación y lamió sus labios con una sonrisa y sus mejillas encendidas.

—He dormido junto a ti desde el primer día en que pasó el accidente. —Contestó minutos más tarde.

—La casa ha de estar hecha un desastre. —Dije a modo de broma.

—Me temo que sí. —Sonrió.

Miró su reloj de mano y se levantó, hizo un gesto de preocupación y pasó su mano por el cuello.

—Descansa, cariño... —Besó mi frente y luego mis labios. —... sí necesitas algo estaré en la cafetería, son las ocho de la noche y no he comida nada en todo el día.

Su beso me dejó helada, no lo esperaba y menos en estos momentos.

Quería estar tranquila, pero al parecer, me había dejado más confundida de lo que ya estaba.

—No te preocupes, está todo bien, gracias Axel. —Le dedique una sonrisa débil.

El me miró cuando dije "Axel" y su sonrisa se hizo más amplia, como si amara que lo llamara por su nombre. Pero no entendía; sólo sabía su nombre... por qué iba a sentirse tan alegre si sólo sabía cómo se llamaba. Igual no me interesó su sonrisa agradable, ni sus ojos brillantes al mirar los míos, ni mucho menos su cuerpo bien formado. —No, nada en absoluto.

Solo era él y yo era yo. No era alguien del cual podría enamorarme, así que ¡Todo está bien!

A mí ese chico jamás me iba a gustar...

Esa noche el sueño se esfumó de mí y comprendí que todo fue a causa de que mi mente estaba jugando mientras dibujaba los labios de Axel, y los sentían tan cercanos a los míos… que de alguna forma sentí su textura tocando mi piel. Me causó un leve cosquilleo en el estómago y de repente sentí unas terribles ganas de vomitar.

✿✿✿✿✿✿✿

Desperté desorientada y pisé el suelo helado para introducir uno de mis pies en unas pantuflas que había cerca. Entonces miré que aquel chico estaba sentado en el sofá de la habitación. Dormía pacíficamente y al contemplar su belleza, mis ganas de vomitar se quitaron por completo. Pasé mis ojos por sus cejas pobladas y oscuras, luego por sus hermosos ojos, que, aunque estuvieran cerrado eran realmente bellos, se encontraban llenos de pestañas oscuras al igual que sus cejas, sus labios carnosos formaban una perfecta "M", que daban ganas de querer besarlo una y otra vez, pero no supe la razón de mis ganas. Supuse que daba buenos besos y ante esa idea, solté una carcajada en silencio.

Pasé mi mano por mi frente y coloqué un mechón de cabello detrás de mi oreja. Traté de no despertarlo, ya que jamás había visto a alguien dormir tan angelicalmente. Pero todo fue un intento fallido. Sus párpados se abrieron lentamente y me buscaron hasta encontrarme, él sonrió lentamente y se acercó lentamente hacia mí.

—No puedo dejarte sola. —Respondió con una voz tan irresistible.

Pronto sentí mi cuerpo erizarse al tener su mano en contacto con mi brazo, y él lo notó, puesto que pasó su otra mano por mi brazo tratando de arreglarlo todo.

— ¿Tienes frío? —Asentí con la cabeza.

Sentí una ráfaga de aire frío. Se quitó su chaqueta y la paso por mis hombros, dejándola caer en ellos, me quedaba realmente grande, pero me brindaba calor, podía sentir su perfume, era penetrante.

— ¿Mucho mejor? —Preguntó arqueando una ceja.

—Gracias. —Contesté aun temblando.

Arrugó su nariz con un gesto, y yo me embobé en su cara. Reí ante su gesto, pude notar que él también se erizó.

— ¿De qué te ríes? —Dijo entre risas

—No lo sé, eres muy lindo. —Confesé.

Sus mejillas se encendieron aún más y eso me pareció mucho más tierno. No supe en qué momento de la noche me dejé caer en los brazos de Morfeo, pero fue una de las noches en las que dormí más cómoda que nunca.

Al día siguiente, desperté con un dolor extraño en la cabeza, que pronto se me pasó al mirar que Axel había dormido a mi lado, en la camilla.

Sus manos estaban en mi cintura y yo estaba acostada en su pecho tibio.

Me mantuvo caliente toda la noche y esa fue una bella sensación. Había tenido un sueño extraño… aparecía él y nos casábamos, teníamos hijos y vivíamos juntos en aquella casa cerca de la playa. Y aunque no recordaba aquella casa, me pareció muy hermosa —Al menos en el sueño.

Había un balcón en el exterior del patio trasero, que nos llevaba hacia la playa, el suelo era de madera y tenía un pequeño barandal que también era de madera y bajo ese balcón, estaba una piscina amplia, con el agua cristalina.

En el mismo sueño, me encaminé hacia la piscina y ahí fue donde me encontré con un niño pequeño, por cómo lucía supuse que tenía unos cuatro o cinco años. Su cabello era negro y extremadamente lacio, le llegaba un poco más abajo del cuello y tapaba su frente hasta las cejas. Sus ojos eran cafés claros y tenía los labios muy parecidos a los de Axel. En realidad, era muy hermoso. Supuse que era mi hijo puesto que escuché su voz angelical llamarme —Mami.

Y aunque mi sueño no era lo que quería en mi vida, me hizo sentir feliz, Axel parecía ser una persona muy agradable y en el sueño, era lo más cercano a la perfección. A lo que toda mujer desea en la vida: "Un hombre perfecto".

Yo quería recordar exactamente lo que había pasado entre nosotros, quería descubrir nuestro pasado y lo que teníamos planeado para nuestro futuro, aquellas promesas que una vez nos hicimos, las metas, todo. Su voz masculina me hizo salir de mis pensamientos.

— ¿Dormiste bien? —Su sonrisa tan encantadora me estremeció los huesos una vez más y comprendí que esta vez, sus ojos ya me estaban gritando un "Te Amo".

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