Katherine McCarthy, la princesa heredera de Adya, no es la típica princesa de cuento. Claro, tiene sus deberes reales y todo eso, pero su vida es mucho más complicada. Está metida en una aventura secreta con alguien que la tiene con los sentimientos a flor de piel. Va a vivir de todo con esa persona: momentos increíbles y otros bien feos, va a llorar, a reír, a sentir el amor más puro y una furia que nunca pensó que existía. Es una montaña rusa emocional. Pero además de su drama amoroso, hay un misterio gordo en el castillo de su padre, el Rey Theron. Hay algo ahí que Katherine siente que debe liberar, algo que está atrapado. Se ha propuesto ayudarlo a escapar, sin importar lo que cueste. Lo que no sabe es que cuando descubra qué o quién es en realidad, la sorpresa va a ser tan grande que le volará la cabeza. Esto no es solo un rescate, es algo que va a cambiarlo todo.
Ler maisEres Mi Dragón.
-No p-puedes estar conmigo, soy un p-peligro para ti... -Su voz, áspera como piedra sin pulir, se quebró ligeramente. Detuvo su mirada dorada, fugazmente, sobre mí antes de escrutar la penumbra que nos rodeaba. La humedad fría de la noche calaba mis huesos, pero la calidez que emanaba de él era un sol tenue en la oscuridad-. Eres la princesa y en los cuentos de hadas, las princesas no están con el dragón. Una pequeña sonrisa traviesa curvó mis labios. -No me importa lo que digan o digas. Yo estuve, estoy y estaré contigo... -Mis ojos verdes danzaron mientras imitaba su escrutinio del entorno, observando los árboles centenarios que nos ocultaban con una diversión que contrastaba con su tensión-. Y tú... Eres Mi Dragón. Ya deja eso y bésame. Sin esperar respuesta, alcé mis manos y lo tomé con firmeza por las escamas duras y cálidas de su cuello. Sentí el temblor que lo recorrió, una vibración profunda que resonó en mi propio pecho. Sus enormes garras se posaron con suavidad en mi cintura, un contacto sorprendente para la criatura imponente que era. Lentamente, nos acercamos, el silencio roto solo por nuestras respiraciones que se entrelazaban en el aire helado. Y entonces, lo besé. Un roce lento al principio, suave como la caricia de una pluma, tierna como la primera luz del amanecer. En ese contacto sellé todo el amor que sentía por él, un sentimiento que floreció a pesar de nuestras diferencias, de los mundos que nos separaban y de los miedos que aún danzaban en sus ojos dorados. Este era mi dragón, mi secreto, mi amor. .…… El amor se encuentra en los sitios y en personas que menos lo esperamos, es sorprendente como de un desconocido pasa a ser la persona más especial para ti en la vida y como la vida da muchas vueltas, esta te hace describir secretos turbios y oscuros que te ponen a prueba. Ese es el desafío de Katherine McCarthy, la princesa heredera de Adya, quien no es la típica princesa de cuento. Claro, tiene sus deberes reales y todo eso, pero su vida es mucho más complicada que solo aprenderse leyes e historia. Está metida en una aventura secreta con alguien que la tiene con los sentimientos a flor de piel. Va a vivir de todo con esa persona: momentos increíbles y otros bien feos, va a llorar, a reír, a sentir el amor más puro y una furia que nunca pensó que existía. Es una montaña rusa emocional. Pero además de su drama amoroso, hay un misterio gordo en el castillo de su padre, el Rey Theron. Hay algo ahí que Katherine siente que debe liberar, algo que está atrapado. Se ha propuesto ayudarlo a escapar, sin importar lo que cueste. Lo que no sabe es que cuando descubra qué o quién es en realidad, la sorpresa va a ser tan grande que le volará la cabeza. Esto no es solo un rescate, es algo que va a cambiarlo todo.La tenue luz de la lámpara de aceite apenas lograba penetrar la oscuridad del pasillo al que nos había conducido el dragón. Después de vendar sus heridas lo mejor que pude con los suministros encontrados en el estudio olvidado, la urgencia de escapar del castillo se había intensificado a cada latido de mi corazón. Cada segundo que permanecíamos allí aumentaba el riesgo de ser descubiertos, de que mi padre enviara a sus guardias a rastrearnos, y de que todo nuestro esfuerzo por la libertad se fuera por la borda. La sensación de ser perseguida me picaba la nuca.El dragón se movió con una cautela asombrosa por el pasillo, su gran cuerpo llenando el estrecho espacio, casi rozando las paredes con sus majestuosas escamas. Yo lo seguía de cerca, mis sentidos en alerta máxima, atenta a cualquier sonido, por mínimo que fuera, que pudiera indicar la presencia de guardias, de pasos que no fueran los nuestros. El silencio era casi opresivo, denso, roto solo por el suave roce de sus escamas contr
Encontré un frasco con un líquido transparente que olía a hierbas y un rollo de vendas de lino. Parecía lo más adecuado para empezar a curar las heridas del dragón. El aroma, aunque un poco fuerte, era reconfortante, prometía alivio y sanación. Me volví hacia él, sosteniendo los objetos en mis manos, sintiendo el peso de la responsabilidad y la esperanza.Él me observaba con sus penetrantes ojos dorados, sin hacer ningún movimiento, una estatua colosal de atención. Había una quietud en él, una paciencia que contrastaba de forma asombrosa con su imponente tamaño y su naturaleza salvaje. Era como si entendiera la delicadeza del momento, la vulnerabilidad de su situación y la mía.-Voy a limpiar tus heridas -le dije en voz baja y con suavidad, acercándome con cautela, mis pasos resonando apenas en el silencio del estudio-. Esto puede arder un poco, pero es necesario para que te cures -Mi voz, aunque suave, intentaba transmitir firmeza y seguridad.Él inclinó su gran cabeza, un gesto de s
Liberado de sus ataduras, el dragón se movió con una gracia sorprendente para su inmenso tamaño. Sus alas negras se desplegaron lentamente, llenando la estancia con un batir silencioso que levantó una fina capa de polvo del suelo. Era una visión imponente, casi abrumadora. Retrocedí instintivamente, aunque en sus ojos dorados no había rastro de amenaza, solo una profunda quietud que parecía entender la magnitud del momento. Era una criatura de leyenda, ahora desatada en las entrañas de un castillo que guardaba demasiados secretos.Se acercó a las escaleras que había descubierto al presionar el botón, inspeccionándolas con curiosidad. Su enorme cabeza se inclinó, y sus fosas nasales se dilataron levemente, como si olfateara el aire en busca de algo, quizás un indicio del mundo exterior que le había sido negado por tanto tiempo. Parecía dudar, como si no estuviera seguro de si ese era el camino a seguir, de si la libertad era realmente por ese oscuro y angosto pasaje.-Es la única salid
La repentina apertura en el techo nos dejó bañados por una tenue luz que se filtraba desde algún nivel superior del castillo. El dragón levantó su imponente cabeza, sus ojos dorados fijos en la oscuridad de las escaleras recién descubiertas. Parecía tan sorprendido como yo, aunque su sorpresa se manifestaba en una tensión sutil en su postura, en la forma en que sus músculos se tensaban bajo las escamas negras. Era una criatura majestuosa, un ser que parecía sacado de un libro de leyendas, y estaba aquí, frente a mí, encadenado.-Parece que alguien no quería que estuvieras tan... inaccesible -murmuré, más para mí misma que para la criatura. Mi voz sonó como un susurro en la inmensa estancia, pero él pareció escucharla, inclinando ligeramente la cabeza. Volví mi atención a las cadenas que aún lo aprisionaban. Eran de un metal oscuro y pesado, con eslabones gruesos y cerraduras intrincadas. La tarea de liberarlo no sería sencilla. Necesitaba herramientas, y rápido, pero la mazmorra no of
La humedad gélida del calabozo se aferraba a mí, una segunda piel fría y pegajosa que calaba hasta los huesos. Cada paso que daba era como una plegaria silenciosa para no despertar a los fantasmas de piedra que parecían observarme desde las sombras danzantes de los muros. Mi vestido negro, que había elegido con cuidado para esta incursión clandestina, se fundía con la penumbra, convirtiéndome en un espectro silencioso en los laberínticos pasillos inferiores del Castillo de Adya. Mi corazón latía con fuerza contra mis costillas, un tambor sordo que resonaba en el inquietante silencio. La adrenalina me mantenía alerta, cada nervio a flor de piel.Girando con cautela en la intersección, primero a la derecha y luego a la izquierda, mis ojos se posaron en la imponente puerta de madera que bloqueaba mi camino. Era más ancha y alta que cualquier otra que hubiera visto, reforzada con bandas de hierro ennegrecido que le daban un aire de fortaleza inexpugnable. En el centro, una placa de bronce
Eres Mi Dragón. -No p-puedes estar conmigo, soy un p-peligro para ti... -Su voz, áspera como piedra sin pulir, se quebró ligeramente. Detuvo su mirada dorada, fugazmente, sobre mí antes de escrutar la penumbra que nos rodeaba. La humedad fría de la noche calaba mis huesos, pero la calidez que emanaba de él era un sol tenue en la oscuridad-. Eres la princesa y en los cuentos de hadas, las princesas no están con el dragón. Una pequeña sonrisa traviesa curvó mis labios. -No me importa lo que digan o digas. Yo estuve, estoy y estaré contigo... -Mis ojos verdes danzaron mientras imitaba su escrutinio del entorno, observando los árboles centenarios que nos ocultaban con una diversión que contrastaba con su tensión-. Y tú... Eres Mi Dragón. Ya deja eso y bésame. Sin esperar respuesta, alcé mis manos y lo tomé con firmeza por las escamas duras y cálidas de su cuello. Sentí el temblor que lo recorrió, una vibración profunda que resonó en mi propio pecho. Sus enormes garras se posaron con s
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