Encontré un frasco con un líquido transparente que olía a hierbas y un rollo de vendas de lino. Parecía lo más adecuado para empezar a curar las heridas del dragón. El aroma, aunque un poco fuerte, era reconfortante, prometía alivio y sanación. Me volví hacia él, sosteniendo los objetos en mis manos, sintiendo el peso de la responsabilidad y la esperanza.Él me observaba con sus penetrantes ojos dorados, sin hacer ningún movimiento, una estatua colosal de atención. Había una quietud en él, una paciencia que contrastaba de forma asombrosa con su imponente tamaño y su naturaleza salvaje. Era como si entendiera la delicadeza del momento, la vulnerabilidad de su situación y la mía.-Voy a limpiar tus heridas -le dije en voz baja y con suavidad, acercándome con cautela, mis pasos resonando apenas en el silencio del estudio-. Esto puede arder un poco, pero es necesario para que te cures -Mi voz, aunque suave, intentaba transmitir firmeza y seguridad.Él inclinó su gran cabeza, un gesto de s
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