ULRIK
Por fin, maldita sea, por fin me había casado.
Cuando el juez dijo que estábamos casados, después de las firmas, de los testigos y toda esa mierda… solo después de eso me la creí.
¡Estaba casado, joder! ¡Por fin!
Por eso agarré a Lars, y sin importarme mis padrinos o los suyos, ni nadie más, le di uno de los mejores besos que había dado en mi vida.
Había pasado tanto, tanto, y esto se sentía como acabar un largo capítulo y empezar una nueva vida. El camino estuvo accidentado, pero valió malditamente la pena.
Ahora era oficialmente el Duque de Arenberg, ¿no era eso irónico? Ya que mi esposo era el Duque, yo también tenía derecho a ser llamado de esa forma según las leyes nada discriminatorias de Hiraeth.
Dios mío, esa era la ironía más grande que podía pasarme. Por supuesto, nuestros hijos no seguirían con el legado, sino que serían los hijos de Soren, ya que las leyes eran claras en ese sentido.
La próxima vez que viera a Niels definitivamente me burlaría de él.
El viejo apenas