LARS
—No soy bueno para burlarme de alguien que lo está pasando mal —contestó Ulrik con simpleza y se adentró en el cuarto—. Aquí tienes un pijama y ropa interior. Es mía, pero supongo que te queda. —Se encogió de hombros como si nada—. Podría pedirle a Ken o Haki que te den algo, pero seamos sinceros: un negro, un asiático y un árabe no están bien vistos en la ruleta rusa, ¿verdad?
Sentí una punzada fuerte en el pecho cuando dijo eso último, y una mezcla de indignación y arrepentimiento me llenó.
—¡Yo nunca dije que tú…!
—No importa, Su Alteza… Solo me gusta molestarte si tengo la oportunidad, eso es todo. —Dejó la ropa a mi lado en la cama, además de un celular bastante golpeado—. Ken recuperó tu celular. Sirve, pero está así, por lo que quizá quieras cambiarlo. Mañana te llevaré al hotel, y desde ahí tú decides si vas al hospital o denuncias esto. Por lo pronto, el baño es la segunda puerta al frente, a la derecha. Puedes usar todo lo que está ahí sin preocuparte. —Suspiró, parecía estar en piloto automático, hablando porque lo tenía programado en su cabeza y debía soltarlo—. Entonces… buenas noches. Intenta descansar.
Y se dio la vuelta para marcharse.
—¡Till! —espeté antes de que saliera, y al darme cuenta de cómo lo había llamado, abrí los ojos de par en par, sorprendido conmigo mismo.
Él se detuvo y vi cierta tensión formarse en su espalda, pero no volteó.
—¿Qué ocurre? —Su voz resonó con inusual dureza.
—Yo… —Apreté los labios. ¿Qué quería decirle? Tragué entero, sintiendo la tensión del momento que creé—. Lo siento…
Era una disculpa aparentemente aislada, pero se me enfriaron los pies y las manos tras proferirla, y me lo quedé viendo, a la expectativa, nervioso.
—A veces es muy tarde para pedir disculpas, Su Alteza. Algunos no somos tan pacientes.
Y se marchó, cerrando la puerta tras de sí con cuidado, y dejándome sumido en una amargura que estalló en mi interior sin remedio.
Fue como un golpe bajo… bajísimo.
A la mañana siguiente, desayuné con los otros tres hombres en medio de un silencio calmo, y me llevaron de regreso al hotel. Mi celular estaba sin batería, y tenía claro que necesitaba uno nuevo, pero eso no era lo que me molestaba.
Me despedí de Ulrik, sabiendo que lo vería más tarde por temas del congreso, y al volver a mi cuarto no encontré a nadie.
Karen solo desapareció.
Esa tarde primero fui al hospital, donde me dijeron que no tenía nada más que los golpes, y luego a comprar otro celular, y al encenderlo, me llegaron varios mensajes seguidos de… mi padre.
No los leí, pero lo llamé, aunque sabía lo que se me venía encima.
—¡Qué demonios te pasa, Lars, ¿cómo que terminaste el compromiso con Lady Greifen?! ¡¿Acaso te volviste loco?! ¡¿Cómo es posible que ni siquiera seas lo bastante hombre como para conservar a tu mujer?!
Respiré y conté hasta diez en mi mente. Su voz sonaba ruda, era evidente que estaba furioso.
—No me voy a casar con una puta, padre. Puedo ser muchas cosas, pero no estoy dispuesto a eso.
La línea se quedó en silencio por unos instantes, y luego volvió a la carga.
—¿De qué demonios estás hablando?
—¿Qué te contó ella, o su familia?
De nuevo, silencio.
—Dijo que peleaste con ella anoche porque estaba charlando con un amigo, y que te volviste loco y acabaste con el compromiso porque no tolerabas que ella estuviera con él, y…
—Oh, claro, la pequeña Karen dice que es la Madre Teresa de Calcuta, y mi propio padre le cree —espeté con ironía, un tono con el que no solía dirigirme a él—. La encontré con un tipo metido entre sus piernas, cogiéndosela en mi habitación del hotel. ¿Necesito ser más descriptivo, padre? —Lo oí carraspear, y decidí continuar—: Lo siento, pero no estoy dispuesto a arruinar la reputación de nuestra familia haciendo que una puta sea la próxima Duquesa de Arenberg. ¿Te imaginas? Serías el hazmerreír de tus amigos.
Saqué el tema porque, aunque sabía que yo le importaba una m****a, su estatus y posición entre los nobles eran lo que más cuidaba. Su prestigio era lo más importante, tanto para él, como para mi madre, y lo habían demostrado con creces con el correr de los años.
—Entonces vuelve. Tenemos que buscar a otra candidata, y es urgente.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué tanta prisa con casarme? ¿No crees que…?
—¡Vuelve aquí ahora mismo para buscarte nueva esposa!
Solté un respingo. Su voz me decía que yo no tenía derecho a decidir, pero justo ahora eso era lo que menos me importaba.
—Volveré dentro de dos días, cuando el congreso acabe. Tengo contactos importantes que hacer en favor de la empresa, así que no puedo solo irme de la nada. Mi futura esposa no va a desaparecer porque me retrase dos días —espeté muy serio.
Yo no le importaba, pero, después de su reputación, la empresa era lo segundo más importante, así que era otro argumento que podía usar para obtener lo que quería.
—Vuelve en cuanto termines.
Y me cortó.
Resoplé y seguí con lo mío. Como estaba previsto, dos días después abordé un avión en clase ejecutiva. Se suponía que pronto tenía que ir a un evento que relacionaba mi trabajo con la nobleza, en el que incluso estaría el Rey, así que debía prepararme.
Tras marcar mi boleto, en compañía de Casper, que tomaría un asiento en primera clase, subí al avión y me ubiqué en mi asiento; sin embargo, cuál sería mi sorpresa cuando un par de minutos más tarde vi entrar a una presencia bastante conocida, y en el momento en el que nuestros ojos se encontraron, sentí que se me detenía todo por dentro.
—Till…