ULRIK
Para algunos culpables la muerte no era el peor castigo, sino la vida, una llena de dificultades, de dolor, de sufrimiento y de tribulaciones, y eso era lo que le daría a las dos personas responsables de todo este desastre.
Bueno, eran cuatro, pero a uno no podía matarlo todavía, y con el otro estaba por divertirme.
La muerte era demasiado fácil para gente como ellos.
Tomé la mano de Lars y lo conduje con calma a una sala de pruebas.
Tras abrirse la puerta, el cuarto se iluminó y aparecieron dos figuras. Uno de ellos era Niel, raquítico, desmejorado, pero con el mismo fuego de antaño en sus ojos; el otro era Frank, el desgraciado al que esta gente contrató para que ultrajara a Lars y a su madre. Ambos se hallaban atados a unas camas metálicas, y el último tenía una goma en los testículos que, a juzgar por el color de estos, comenzaba a hacer su trabajo.
Una vez se le cayeran, haría que Niels se los comiera.
Los dos estaban inconscientes, porque habíamos hecho algunos experimento