Mundo de ficçãoIniciar sessãoKayla había aceptado ese trabajo en el strip club más caro de San Francisco solo porque la paga era buena, pero no estaba dispuesta a sacarse la ropa bajo ningún término. Ella solo era la chica de la limpieza. Pero cuando sin querer se topa con el cliente más importante del club, no sabe que su vida va a dar un vuelco inesperado pues ,el millonario de origen ruso, Nikolai Starov no está acostumbrado a un NO por respuesta.
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Este libro es una obra de ficción dirigida a público adulto. Contiene material explícito que puede resultar perturbador para algunos lectores, incluyendo, pero no limitado a:
Escenas sexuales con abuso de poder.
Lenguaje soez.
Conductas sexuales consideradas tabú.
Estas escenas buscan enriquecer la narrativa dentro del género erótico/dark romance y no promueven, glorifican ni justifican la violencia o el abuso de ninguna forma.
Si eres sensible a este tipo de contenido, se recomienda discreción. La seguridad y bienestar de los lectores es primordial, por lo que, si en algún momento consideras que la historia es demasiado perturbadora, puedes abandonarla sin compromiso.
Nikolai Starov era un millonario en ascenso desde que su compañía de Telecomunicaciones sacó un celular que competía con iPhone.
Le decían el Jobs ruso, aunque él no creía que fuera para tanto. Su familia había emigrado desde Rusia como refugiados políticos.
Tanto su padre como su madre se habían roto el lomo para mandarlo a la universidad y él, como hijo único, no pensaba defraudarlos. Empezó de joven. Ya desde pequeño le gustaba la Tecnología y la Electrónica, solía agarrar de la chatarra vieja: teléfonos y computadoras. Los desarmaba y arreglaba.
Sus padres, que se habían dado cuenta de su talento a temprana edad, lo apoyaron siempre. Por eso, cuando hizo su primer millón con Starov INC. lo primero que hizo fue comprarles una casa. En ese momento hacían un crucero por el mundo. Y él era feliz por hacerlos felices luego de tantos sacrificios. Era su único hijo y estaba contento de poder retribuir de alguna forma todo lo que habían hecho por él a lo largo de su vida.
En ese momento estaba en expansión comercial, buscando nuevos horizontes de inversión para su empresa. Otros se quedarían felices sobre su mina de oro, pero así no era Nikolai, él quería más.
Quería ampliar y expandir su negocio hacia la Robótica o las telecomunicaciones. O ambos. El cielo era el límite para él. Eso lo tenía muy tenso últimamente, por eso había decidido ir al club. No era cualquier club, era un strip club de lo mejor del valle de San Francisco.
Claro que él podía tener a cualquier chica que quisiera, pero aún en las relaciones sin compromiso, siempre pedían más de lo que estaba dispuesto a dar. Y eso solía fastidiarlo. No tenía ni tiempo ni ganas para eso.
Él no solo era multimillonario y exitoso. Con su 1.85 m, su cuerpo fibroso, su cabello rubio oscuro y sus ojos verde jade, era un hombre atractivo. Era un amante generoso y estaba bien dotado. Eso le habían dicho y lo sabía. Su verga era gruesa y venosa. En definitiva, él para las mujeres era como el boleto dorado en los chocolates de Willy Wonka y lo sabía.
Pero tenía 35 años y ninguna intención de tener un compromiso formal. El negocio era primero, ya tendría tiempo para la familia.
Algún día.
Eso era lo que él creía.
The Paradise era de lo mejor en strip clubes de San Francisco. Le gustaba ese lugar que se había vuelto tan familiar para él.
Allí iba a bajar las tensiones del día. A veces solo, a veces acompañado de socios o amigos de negocios. Veía a las chicas hacer su espectáculo sobre las tablas, luego elegía alguna para un baile personal y, generalmente, por una cuantiosa suma de dinero terminaban en su cama.
Aunque dentro del club no estaba permitido acostarse, el dueño sabía que eso pasaba. Y Niko sabía que las chicas pagaban una comisión al dueño, y que, de herirlas, lo buscarían los matones del club. Igual él no era de esa clase de persona. Él preferiría dejar satisfechas a las chicas, no le iba eso de producir dolor para su placer, aunque no era idiota y sabía que había muchos hombres que eran así. Pero ese no era su caso.
Nunca una chica lo había rechazado. Claro que siempre había una primera vez.
Era algo con lo que Niko iba a tener que lidiar muy pronto, aunque aún no lo sabía.
Dentro del club había una zona de baile, con un escenario y caños. Algunas chicas danzaban allí, pero una en especial llamó su atención. Era una chica joven de unos 20 años o por ahí, de cabello renegrido y lo que parecían unos ojos celestes sobrenaturales como los de un Husky. Aún a la distancia la podía ver, solo que estaba por detrás del escenario intentando pasar desapercibida, aunque había captado su atención sin proponérselo. Ella apenas se había asomado, pero igual la pudo ver a la distancia.
La joven tenía puesto un uniforme de mucama. El cabello recogido en una coleta y unas curvas sutiles nada exageradas. Por lo que le pareció era pequeña como una niña a nivel físico, no creía que midiese más de 1,55 m. Imaginó por su vestimenta que era una de las chicas del servicio de limpieza, ya que portaba el clásico uniforme. Tenía la piel sin manchas de un color caramelo claro, aunque no parecía que hubiese estado al sol recientemente. Su rostro denotaba cansancio acumulado, aunque sus facciones eran hermosas: nariz respingada y ojos grandes.
«Tranquilamente podría estar sobre las tablas», pensó y eso picó más su curiosidad.
En determinado momento debió sentir su mirada, porque sus ojos se cruzaron y, por un instante, quedó congelada en su lugar, como un cervatillo cuando es descubierto por un cazador. Sus labios se endurecieron en un rictus de desprecio y Niko pudo ver que eran carnosos. Sus ojos celestes gatunos lo observaron y cubrió su mirada al parpadear con sus largas pestañas. Luego desvió sus ojos y siguió fregando con más ímpetu.
Por alguna razón ese gesto de sus ojos en apariencia simple excitó en exceso a Niko.
Tomaba en soledad un trago en la barra del bar, no en el VIP que siempre ocupaba. Bill, el cantinero que ya lo conocía y con quien tenía confianza. siguió su mirada y rio abiertamente.
—Esa es una de las de limpieza, Nikolai, por amor de Dios, puedes tener a cualquiera. Incluso creo que algunas estarían dispuestas a pagarte a ti por un revolcón... —reflexionó.
Niko llevó el vaso con el líquido ámbar a sus labios, era un whisky de lo mejor y sorbió.
Él quería que limpiara su calentura, se la imaginó en su cama y se excitó. La chica había desaparecido ya.
—¿Cómo se llama? —preguntó, intrigado.
—Es buena chica. Elige a cualquiera, vamos...
Nikolai entrecerró los ojos de forma amenazante.
—OK... Se llama Kayla. Kayla Scott.
—¿Es su nombre real?
Bill se encogió de hombros.
—Hasta donde sé, lo es...
Niko siguió bebiendo y un impulso lo hizo ir al baño, pensó que quizá la chica seguiría la limpieza por allí.
Ximena se encontraba nuevamente sobre las tablas del club dando uno de sus shows, bajo la atenta “mirada” de los visitantes del lugar mientras ondulaba su cuerpo como una serpiente en poca ropa y los hombres silbaban y tiraban su dinero. Ahora que Sasha ya no estaba en el club ella se robaba todas las miradas, era la estrella principal y eso le hacía generar más ingresos, era bueno. Aunque a veces, incluso no habiendo sido amigas, extrañaba a la rubia, y ahora encima también se había ido su amiga Lula. Agitó su cabello ondulado consciente de que había un hombre atractivo, un "nuevo" que no apartaba sus ojos de ella. Estaba vestido de manera muy fina, tenía el cabello oscuro casi negro y los ojos del mismo color y la observaba, pero a diferencia de los otros hombres no tiraba su dinero ni gritaba ni nada, solo estaba allí cruzado de piernas y la observaba. Ella agitó sus caderas al compás de la música, y con los últimos acordes se agitó sobre el escenario, su cuerpo retorciéndose allí
Poco tiempo después el susurro de la tela de la ropa masculina al rozar su piel se desvanecía, mientras él la llevaba en brazos por un pasillo que Lula apenas reconocía. La proximidad con la que lo sentía, su respiración, el aroma de su piel y el eco de sus pasos, todo contribuía a crear una atmósfera íntima y desconcertante a la vez. Sus ojos se deslizaban sobre él, recorriendo la barba que había crecido en ese corto tiempo, dándole un aire más apuesto, más misterioso. Aunque intentaba desentrañar qué sentía realmente por él, una amalgama de emociones confusas se arremolinaba en su pecho, incapaz de identificar si era atracción, resentimiento, simple calentura o algo más que eso. Cuando entraron en la habitación, Lula se encontró con una sorpresa desconcertante: estaba completamente forrada de espejos. La habitación reflejaba cada uno de sus movimientos, multiplicando su imagen en todas direcciones. La idea de ser observada desde cada ángulo por sí misma y por Brad la hizo sentir una
Cuando terminaron de comer, Lula hizo un intento de levantar los platos pero Brad le dijo que solo se relajara allí, así que se levantó y fue hasta la baranda de la terraza, donde se apoyó, y miró hacia el más allá, de donde provenía el sonido del mar y el viento susurraba secretos en su oído. Ella amaba el mar y aunque no vivía tan lejos, el tiempo previo a su viaje a Estados Unidos había vivido alejada de este. Brad se levantó, dejando su servilleta a un lado y se acercó sigilosamente por su espalda. Ella lo miró por sobre el hombro, con los ojos entrecerrados. Pues ese sonido había irrumpido en sus pensamientos. — ¿Qué haces?— le preguntó ella con un atisbo de curiosidad alzando una de sus cejas. Él la miró directo a los ojos y sonrió sensual. —Me acerco bonita ¿puedo? — dijo Brad y sonrió, con esa boca de publicidad de dientes perfectos, tan cautivadora que tenía y ella pensó que se ahogaría en un charco ahí mismo. "Repite conmigo, no has venido a esto", se dijo por dentro. "¿Pero
El "Tom Cruise" de al menos dos cabezas más alto que ella, la versión 2.0 si tenía que ser sincera, estaba reclinado sobre la sartén que había estado utilizando para preparar un plato especial que le gustaba cocinar y esperaba que fuera una sorpresa para su "inquilina" o ama de llaves, a la que había estado dejando acomodarse. Aspirando los aromas con los ojos cerrados, así lo encontró la muchacha para su completa sorpresa, y con un delantal de cocinero para hacer el cuadro completo. Mientras el olor de las hierbas aromáticas ingresaba por sus fosas nasales de Lula haciendo salivar a sus papilas gustativas, un sonido, distrajo a Brad… También pudo sentir un aroma diferente al de la comida que preparaba, esa mezcla de jazmín y vainilla cuya marca no podia identificar pero que sabia que era el perfume que le pertenecía a ella, y que anunciaba que la joven, su nueva "ama de llaves" para la que de hecho estaba cocinando, había entrado a la cocina… —Oh, veo que ya te has puesto cómoda…— di
Lula suspiró luego de terminar de ordenar y se detuvo a observar su habitación en detalle, sintiéndose gratificada por la magnificencia que la rodeaba. Las paredes estaban pintadas en tonos suaves de crema con toques de gris, acentuadas por detalles de oro que añadían un toque de elegancia. El suelo de madera pulida estaba cubierto por una lujosa alfombra de felpa que le hacía sentir como si estuviera caminando sobre las nubes. Y parecía importada y muy cara. La cama king-size estaba adornada con sábanas de seda y almohadas mullidas, invitándola a sumergirse en su suavidad, "sin duda mucho mejor que el sofá". Un tocador de madera oscura se encontraba en una esquina, decorado con elegantes frascos. Un gran ventanal se abría a una vista panorámica del océano no tan lejano, bañando la habitación en una luz suave y dorada, invitando a abrir la ventana cosa que hizo para aspirar ese aroma tan particular a salitre, un par de veces ya. Mientras estuvo desempacando sus pertenencias, Lula no p
Luego de su último intercambio él río y ella continuó lo que quedó del viaje en silencio, observando el paisaje hasta que se acercaron a un lugar hermoso...Y él estacionó su coche. La casa no, LA mansión se alzaba majestuosa contra el cielo de California, con líneas limpias y elegantes que se entrelazaban entre el vidrio y el hierro. Los rayos del sol danzaban sobre las superficies reflectantes, creando destellos que parecían iluminar el mismo firmamento y no pudo evitar aspirar sorprendida por su belleza. Cada pared estaba hecha de vidrio, como un ojo curioso que observaba el mundo exterior, mientras las estructuras de hierro se entrelazaban como delicadas enredaderas que abrazaban la esencia moderna del diseño. Lula no pudo evitar sentirse maravillada por la imponente belleza de la mansión, con su aura de lujo y sofisticación de líneas limpias y modernas. — Es preciosa — murmuró sin poder o querer evitarlo. El quiso decirle "como tú" pero se mordió la lengua. — Sacaré tus cosas, así





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