5. ¿SECUESTRADA?
—¡Eres un maldito imbécil, te odiooo! —le gritó Kayla, enfurecida. Aunque estaba más molesta con ella misma por dejarse vencer por el deseo. Pero ella tenía su temperamento y aquel hombre, con su atropello, la había llevado al límite. Lo odiaba, pues la excitaba, incluso contra su voluntad.
Para su completo fastidio, el hombre largó una carcajada, echó su cabeza hacia atrás y luego, aún con la sonrisa en sus ojos, la miró.
—Honestamente, preciosa Kayla, pensé que te ibas a resistir más a mis encantos —dijo él y la miró con deseo. Pese a recién haberse saciado con ella, quería más, se dio cuenta Niko, con sorpresa.
«Tiene lindos dientes», pensó ella. Bueno, ¿a quién iba a mentirle? Ese hombre derrochaba atractivo. Lástima que fuera un bastardo que la metió a la fuerza en la limosina, para tomarla ahí mismo en el asiento trasero. Todo había ido de mal en peor desde que cruzaron miradas en el club.
—¡¿Quién te crees que eres?! —le gritó de nuevo y se trató de incorporar para alejarse.
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