8. LAMIDAS
Al día siguiente desayunaban juntos.
—Me dijo Pedra que te gusta nadar, quizá podrías quedarte en la piscina hoy —dijo él, mirándola con elocuencia.
Temprano había llegado su compra, aunque todavía no había acomodado la ropa.
—Mmm. Creo que me gustaría estar en la piscina —respondió ella con sinceridad.
Luego de desayunar fue rápido a la habitación y buscó en los paquetes. Se colocó el pequeño bañador y también unas chanclas que Pedra insistió en comprar.
La verdad, era un hermoso día para pasarse toda la jornada sin hacer nada productivo.
Lo que no se imaginó fue que él estaría para acompañarla hasta afuera. Por suerte, se había colocado encima la bata de toalla.
Al llegar, de nuevo se sorprendió por la belleza del lugar. Era hermoso, una piscina vidriada sobre una superficie de losa donde había reposeras y sombrillas.
Él la acompañó hasta una reposera a la sombra de una sombrilla.
—¡Oh! No traje sombrero ni crema protectora —expresó ella, apenada, que vestía su bañador y la bata enc