Capítulo ciento trece. Lo que permanece
La primera luz del alba se filtraba a través de los ventanales del dormitorio, acariciando suavemente los cuerpos entrelazados sobre el lecho. Rowan dormía aún, con un brazo firmemente rodeando la cintura de Lyra, como si incluso en sueños se negara a soltarla. Su respiración era tranquila, rítmica, mientras su frente rozaba el hombro desnudo de su compañera.
Lyra abrió los ojos lentamente. Por primera vez en mucho tiempo, no despertó sobresaltada ni con el corazón acelerado. No había pesadillas, ni frío, ni temor. Solo la calidez del cuerpo de Rowan junto al suyo y el leve murmullo del viento afuera, cruzando las montañas como un canto lejano. Se giró con suavidad, observando el rostro de su pareja. Él parecía más joven al dormir, como si la batalla constante hubiera retrocedido durante unas horas, dejándole en paz.
A unos metros, Liam dormía profundamente en su camita pequeña, abrazado a su lobo de trapo, su respiración tan dulce como la de un