Aidan Casthiel, el heredero al trono de los lobos, “El Lobo Oscuro”, es un hombre feroz y una criatura que no conoce la piedad. El lazo más poderoso entre los lobos le fue negado por una maldición, haciendo que jamás pudiera encontrar a su pareja, condenándolo a estar solo para siempre… y se consideraba solo porque una esposa por conveniencia no era una pareja. Aidan está listo para asumir su papel como nuevo rey, precisamente cuando una prisionera desconocida lo lleva a descubrir los secretos más sórdidos, las verdades más terribles, y sobre todo, a recuperar aquello que pensaba que jamás tendría. ¿¡Pero qué mayor maldición que amar a la peor enemiga de tu corona!? Traiciones, asesinatos, e intrigas en las calles más concurridas de Nueva York. ¿Cómo logras odiar a la mujer a la que estás destinado a pertenecer…? Y sobre todo ¿cómo se escribe el amor en medio de tanta sangre?
Leer más1368 D.C.
La muchacha abrió los ojos despacio, intentando comprender dónde se encontraba y qué había pasado, y lo primero que vio fueron los grilletes de plata pura cerrados alrededor de sus muñecas y tobillos. Entonces todos los recuerdos le llegaron de golpe: había sido capturada.
Después de más de un año de feroz persecución, por fin le había sido imposible evadir a sus enemigos, y ahora la suerte estaba echada. En cuanto llegaran al palacio la matarían.
Miró alrededor y vio al destacamento completo de guardias reales sentados frente al fuego, a poco más de cinco metros de distancia. No era mucho, pero era suficiente para darle a su loba una oportunidad de escapar.
Cerró de nuevo los ojos llamándola, y la sintió despertar dentro de ella.
«Raksha, tienes que irte ahora», sus pensamientos le susurraron.
«¡Nunca! ¡No pienso dejarte!», le respondió su loba de la misma forma.
«¡Tienes que hacerlo! ¡El general va a asesinarme apenas me vea, tal como lo hizo con el resto de mi familia!», insistió la muchacha.
«¡Entonces moriré contigo! Tal como el resto de mis hermanos murió con el linaje de Isrión…»
«¡Basta, Raksha! ¡Tienes que salir! ¡Ahora! ¡Es una orden!»
Jamás en toda su vida le había ordenado algo a su loba, el respeto y el amor eran más que suficientes para que la obedeciera, pero no podía permitir que ese mismo respeto y ese amor terminaran con su vida.
Se inclinó hacia adelante, apoyando las manos y las rodillas en la tierra suave, y hundió los dedos en ella para encontrar la fuerza que necesitaba. Sintió, como nunca, que cada fibra de su alma y de su cuerpo se dividían en aquella lucha intensa contra su loba.
Sobre su cuerpo comenzó a dibujarse el espíritu de la loba, a crecer y materializarse, cada vez más nítida, cada vez más fuerte, hasta que con un último esfuerzo la muchacha consiguió expulsarla completamente.
—¡Oigan! ¡Está haciendo algo…! —Los gritos se escucharon lejanos cuando su cuerpo se desplomó sobre la tierra, agotado y débil.
—Vete, Raksha… por favor… —le suplicó—. Mientras tú sobrevivas, las dos tendremos esperanza… ¡Vete!
La gigantesca loba cerró los ojos brevemente en señal de aceptación, le rozó la frente con su húmedo hocico, y segundos después todo lo que quedaba de ella eran sus huellas sobre la hierba mojada de la noche.
—¡Síganla! ¡Atrápenla! —ordenó uno de los soldados, pero la muchacha sabía que no podrían alcanzarla.
Nadie jamás había logrado alcanzar al «Demonio Blanco».
—¡Vámonos! —se escuchó otra voz—. Tenemos que llegar al palacio cuanto antes, no quiero correr más riesgos.
La levantaron, tirando de las cadenas atadas a los grilletes, y la hicieron correr detrás de los caballos de sus captores. Aun sin su loba, ella no era una mujer común, pero la plata la debilitaba a niveles insospechados.
Finalmente, después de horas de marcha forzada, se levantó ante ellos la silueta del antiguo palacio real.
—Llévenla a la celda de cristal —ordenó con un gesto de desprecio el capitán de la Guardia que los recibió—. El general ya la está esperando.
A tropezones la empujaron por una escalera de caracol, a lo más alto de la torre principal, hasta hacerla caer a los pies del único lycan al que habría matado sin pensarlo de haber podido.
—Esperé durante años el día en que te vería arrodillada a mis pies —siseó el general, con una sonrisa satisfecha.
La muchacha levantó la cabeza y lo miró a los ojos sin ningún rastro de miedo.
—Solo mi cuerpo lo está —le respondió.
—Y muy pronto tu cuerpo, tu espíritu y tu loba desaparecerán. ¡La última descendiente de la sangre maldita de Isrión por fin morirá hoy! ¡Y lo hará por mi mano!
La vio sonreír y solo entonces se dio cuenta de que algo faltaba. La chica era increíblemente hermosa; aún sucia, débil y cansada tenía el porte de una reina, pero a esa belleza natural le faltaba algo… le faltaba… ¡brillo! Y el general enseguida comprendió el porqué.
—¡¿Dónde está su loba?! —gritó volviéndose hacia uno de los soldados que la habían capturado, y el lycan negó suavemente con la cabeza.
—¿De verdad creíste que te iba permitir lastimar a mi loba? —rio la muchacha con tristeza—. ¡Los años no te han traído ni un poco de sabiduría, general! ¡Jamás mereciste ser un lycan, no mereces a tu lobo! ¡Y pase lo que pase hoy, nunca serás más que un miserable cachorro, ambicioso y cobarde!
Ciego de rabia, el general alargó la mano para recibir una lanza bisarma con la punta recubierta en brillante plata. No había peor ofensa que la verdad y los dos lo sabían.
—Ya no me importa si solo mueres tú —declaró empujando la punta de la lanza contra su pecho—. Hoy, Isrión muere contigo.
Una lanza se hundió… y dos gritos se escucharon.
Treinta años después —¡Ocho hijos! —exclamó Aidan dando vueltas por la habitación como si fuera una jaula, mientras Rhiannon se doblaba de la risa—. ¡Tenemos ocho hijos y ninguno quiere el trono! —escandalizó girándose hacia su loba—. ¿Cómo puedes reírte en una situación como esta? —Cariño, es que por si no te has dado cuenta, son las tres de la madrugada y estás dando un discurso sublime… ¡en calzones! ¡Así no puedo tomarte en serio! —sonrió ella y Aidan gateó sobre la cama hasta llegar a ella. Le dio un beso rápido que creció con el calor del momento. —Espera, espera… ¡De verdad estoy preocupado! —dijo el rey echándose hacia atrás—. ¡Ya me quiero jubilar, como los humanos! ¡Y no puedo hasta que uno de estos babosos no se ponga la corona! Rhiannon se cubrió la cara con las manos y se aguantó la risa. —Mira, hemos criado excelentes hijos. Todos son responsables y buenos, eso es lo que importa. Prácticamente mane
La ceremonia para presentar a los cachorros en el templo de la Diosa fue sencillamente perfecta. Briccia la presidió y tal como Rhiannon quería, los herederos al trono de los lycans fueron llamados Max y Luka.En el jardín trasero de la casa se ubicaron después todas las mesas de la comida, trajeron música y la celebración se extendió en torno a la reina y sus cachorros.—¡Pido el primer año! —exclamó Dimitri después de hacer su brindis y todos sabían a lo que se refería.Cuando los cachorros cumplieran los quince años, tenían que comenzar un viaje educativo por las manadas. Cada Alfa se los quedaría un año entero para entrenarlos en las costumbres de sus manadas y darles un recorrido por sus territorios. Eso era fundamental si querían criar buenos reyes.—Dimitri, tienen dos días de nacidos ¿y t&uacu
La noticia había corrido como pólvora. El nacimiento de los herederos se había adelantado y la noticia se había esparcido como pólvora. Para cuando Brennan logró regresar del aeropuerto con Maddox y su familia, ya la comunidad había puesto manos a la obra y organizado la celebración.En cierta medida era un poco gracioso, Rhia gritaba en el segundo piso mientras la doctora la hacía caminar por la habitación, y en el primer piso todos levantaban las copas y bebían. También era curioso que se esperara cierta agresión de parte de la reina como lanzar cosas por la ventana, algunos incluso llevaban sus paraguas.Los Alfas más cercanos fueron los primeros en llegar, pero los otros no se perdieron demasiado, porque quizás por ser primeriza, Rhiannon tuvo un parto realmente largo. A veces andaba por la habitación, se peleaba con Briccia, con la Nana, con la doctora y
—¡¿Cómo se te ocurrió, Aidan Casthiel?! —gritó Rhiannon lanzando los caballitos de madera desde la ventana del segundo piso.Brennan abrió los ojos, espantado ante la escena mientras Akela y Aidan salían por la puerta de la terraza, muertos de risa, esquivando los juguetes y cosas que Rhiannon tiraba.—¿Rosa…? ¡¿Rosa?! ¿¡Cómo se te ocurre pintar de rosa los caballos!? —gritaba Rhia—. ¡Tus hijos son los futuros reyes! ¡Los machos alfas de la manada! ¿¡Cómo pintaste los caballos de rosa!?Brennan se aguantó la carcajada mientras le daba un manotazo a Aidan en el pecho.—¿Estás loco o de verdad quieres morir? —lo regañó—. No se molesta a una loba embarazada, menos si está a punto de tener a sus cachorros.—¡Es qu
Tres meses después.Briccia cargó a Malía y la vio hacer una pequeña mueca.—¡Maaaaaadddd! —gritó hacia la casa y vio a su lobo saltar sobre la baranda de la terraza, atravesar el jardín corriendo y llegar a la orilla del pequeño lago en menos de veinte segundos.—¿Qué pasó? ¿Están bien? ¿Qué tiene Mala? —preguntó de carretilla.—No es Mala, es Malía —lo corrigió Briccia sacándole la lengua.—Es Mala, malísima, como su papi. ¿Verdad mi amor? —dijo Maddox tomando a la pequeña de los brazos de Briccia, mientras esta cargaba a Laila.Bhremi estaba prestándole sus ojos para que pudiera jugar con las bebés. La loba había tenido una larga conversación con Milo y luego se había disculpado
Aidan frunció el ceño en el mismo momento en que su celular sonó y vio el nombre de Hiro en la pantalla del celular.Apenas se lo puso en el oído ya se había levantado y echaba a correr hacia la puerta de salida, haciéndole un gesto a Maddox para que lo siguiera.—¡Estoy ahí en diez minutos! ¿Rhia…?—Me dejó a cargo de las gemelas en el cuarto de seguridad… espera… —se escuchaba la respiración nerviosa y entrecortada de Hiro—. ¡Briccia, viene Briccia con la Nana!—¡Maldición! —exclamó Maddox mientras se subía al asiento del conductor y sacaba el auto del estacionamiento como si estuviera en una pista de Fórmula 1.—¿Quién más está en el departamento? —quiso saber Aidan.—El general Gallagher… olía mucho a su sang
Último capítulo