Mundo ficciónIniciar sesiónUna joven marcada por los recuerdos trágicos de su infancia vive atormentada por la desaparición de su madre, ocurrida pocos días después de presenciar el asesinato de su padre frente a sus propios ojos. Ahora, Lyra ha crecido y está decidida a descubrir la verdad. Sin embargo, su búsqueda la lleva a enredarse en una red de sentimientos, atrapada entre los amores de varios hombres que la rodean. ¿Logrará Lyra encontrar a su madre? ¿Podrá descubrir quién fue el verdadero responsable de aquella tragedia que cambió su vida para siempre?
Leer más—¡No estoy de acuerdo, Lyra! ¡Todavía eres muy joven, cariño! —protestó tía Sophia cuando Lyra le contó sus planes y propósitos.
—Pero, tía… ¿hasta cuándo debo seguir esperando? Ya tengo veinticinco años. Soy adulta, y tengo que buscar a mi madre. ¡Estoy segura de que sigue viva! Lyra se mantenía firme en su decisión de desenterrar lo que ocurrió hace quince años. Desde entonces, aquella mujer hermosa había vivido atormentada por los recuerdos de aquella tragedia. Le resultaba imposible olvidarla, y eso la consumía por dentro. Una vez más, las imágenes de aquel día volvían a perseguirla cada vez que cerraba los ojos. Sangre por todas partes. Personas siendo torturadas con una crueldad indescriptible. Y su padre… golpeado brutalmente por tres hombres desconocidos, hasta morir frente a sus propios ojos. —Tal vez ha llegado el momento de descubrir la verdad y enfrentar lo que pasó hace quince años… —Está bien, entonces déjame ayudarte —dijo Sophia, finalmente cediendo. Sacó una tarjeta de su cartera. —Ve y busca a esta persona. Estoy segura de que podrá ayudarte —le entregó la tarjeta a Lyra. Lyra la tomó y leyó el nombre impreso. —¿Adrian Damon? ¿Quién es él, tía? —preguntó con curiosidad. —Ve con el señor Adrian y dile que obtuviste su dirección por mí. Encontrarás tus respuestas, cariño. Con la tarjeta en mano, Lyra tomó un taxi hacia la dirección indicada. Llegó a una casa pintada de gris. Tocó el timbre. Un hombre joven, con el cabello peinado hacia atrás y vestido con camisa blanca, abrió la puerta. —¿Quién eres? —preguntó con una mirada fría. —Disculpe, señor. Estoy buscando al señor Adrian Damon. ¿Podría hablar con él? —Lyra dudó. El hombre frente a ella parecía demasiado joven para ser llamado “señor”, pero por cortesía, mantuvo el título. —¿Quién eres tú? —repitió el hombre de rostro oriental. —Soy Lyra, señor. Obtuve esta dirección de mi tía Sophia. Ella me pidió que lo buscara. El hombre se sorprendió al escuchar el nombre de Sophia. —Entra, hablemos adentro —dijo, pero Lyra no se movió. Aún no sabía si él era realmente Adrian Damon. —¿Por qué te quedas callada? ¿No viniste a buscarme? Vamos, hablemos adentro. —Perdón… ¿usted es Adrian Damon? —Lyra quiso asegurarse. El hombre sonrió y asintió, invitándola a entrar. Adrian le ofreció asiento frente a él. —¿Cómo está tía Sophia? ¿Y cómo la conoces? —preguntó con interés. —Vivo con ella. Me ha ayudado todo este tiempo. En realidad, no sé por qué me pidió que viniera a verte, pero dijo que tú podrías ayudarme —Lyra fue directa. No quería perder más tiempo. Tenía que descubrir qué pasó hace quince años y encontrar a su madre. —¿Qué es lo que quieres hacer? —preguntó Adrian de repente. Lyra dudó un momento, pero confiaba en Sophia. Sabía que ella la había enviado con la persona correcta. —Hace quince años presencié un asesinato brutal. Mi padre fue una de las víctimas. Durante todo este tiempo he guardado silencio, solo se lo conté a tía Sophia hace diez años, cuando ella me ayudó. Hasta hoy, esos recuerdos siguen persiguiéndome. Quiero descubrir lo que realmente ocurrió —dijo Lyra con rostro serio. —¿Sun Group? —dijo Adrian con seguridad. —¿Conoces esa gran empresa? Adrian sonrió con ironía. —Por supuesto. Mis padres también fueron víctimas. Pero si tu intención es vengarte por la muerte de tu padre, será difícil. Esa empresa es demasiado poderosa. Han construido una muralla de generosidad que nadie puede atravesar. Aunque reveláramos sus escándalos al mundo, nadie nos escucharía. ¿Sabías que hacen eventos benéficos cada semana? No escatiman en donar grandes sumas de dinero. Sus actos de caridad han borrado casi por completo sus pecados. —Parece que sabes mucho sobre Sun Group —Lyra reflexionó. Ella misma, que había intentado investigar, no sabía casi nada. Solo sabía que su padre trabajaba allí y estaba a punto de recibir una promoción. Pero antes de asumir el cargo, ocurrió el asesinato que Lyra presenció por accidente. —Trabajo en esa empresa. Me costó mucho entrar, pero hasta ahora no he podido vengar la muerte de mis padres —Adrian apretó los puños. La rabia lo invadía cada vez que recordaba lo sucedido. —Entonces ayúdame a entrar también —pidió Lyra con determinación. En lugar de responder, Adrian la observó de pies a cabeza. —¿Qué estás mirando, señor? —Lyra se sintió incómoda. —Deja de llamarme “señor”. Estoy seguro de que tenemos la misma edad —Adrian desvió la mirada, molesto por el trato formal. —Está bien, Adrian. Entonces, ayúdame a entrar en esa empresa —repitió Lyra con firmeza.Los pasos de Antonio se detuvieron en seco, justo en medio del pasillo del hospital. El mensaje seguía brillando en la pantalla de su teléfono, el nombre “Elia” resaltaba con claridad. Las palabras eran tan sencillas, pero su impacto le golpeaba el pecho como un hierro candente. «Ya estoy con Lyra…» No. Eso no podía ser. Antonio se frotó el rostro con brusquedad. —Lyra no podría irse sin que Raffael lo notara. Es imposible. El hombre marcó de inmediato el número de su hijo mayor. El tono de llamada giraba rápido, rompiendo el silencio del largo pasillo. Una vez. Dos veces. Tres— La llamada fue atendida. —¿Pa? —la voz de Raffael sonaba algo ronca. Cansada. Pero tranquila. —¿Dónde está Lyra? —preguntó Antonio sin rodeos. Hubo un breve silencio. Luego la voz de Raffael se tornó alerta. —¿Lyra? Está en la habitación, dormida. ¿Qué pasa? El aliento de Antonio se detuvo de golpe. El pasillo del hospital parecía girar. —…¿estás seguro? —Acabo de revisarla hace cin
La mirada de Antonio no se apartaba del rostro de Sophia, ahora envejecido, tan distinto de la mujer ambiciosa que él había conocido. Sin embargo, detrás de las arrugas y de aquellos ojos cansados, aún ardía una chispa de rencor que jamás se había apagado.—Sophia —dijo Antonio al fin, con voz grave—. Han pasado trece años. No he venido a hablar del pasado.La mujer esbozó una sonrisa torcida. —¿Trece años, y crees que olvidé cómo murió mi esposo delante de mis ojos? —se inclinó hacia él, su voz temblando entre la rabia y el dolor—. Tú lo disparaste, Antonio. Tú, el hombre en quien confiaba.Antonio contuvo la respiración un instante. —Sabes que lo que ocurrió aquella noche no fue tan simple.—Claro —interrumpió Sophia con amargura—. Dirás que todo fue por la “familia Marino”, por proteger la reputación de tu padre, o por ocultar tus propios secretos sucios. —Rió suavemente, mientras las lágrimas caían sin remedio—. Pero aun así, la sangre de mi esposo está en tus manos.Antonio a
La luz amarilla tenue de la lámpara iluminaba suavemente una pared con estanterías en el despacho de Antonio. Nadie sabía que detrás de esa pared se ocultaba una habitación que ni siquiera figuraba en los planos arquitectónicos del majestuoso edificio: el cuarto secreto de Antonio Marino, ya descubierto por Raffael y Lyra.Antonio entró en la habitación. Su rostro mostraba cansancio, pero en su mirada se escondía algo más: añoranza.—Elia… —susurró al pisar el lugar.El cuarto secreto era una mezcla de lujo y misterio. Nada había cambiado; las fotos de Elia seguían colgadas ordenadamente en las paredes.Sin embargo, detrás de otro armario, se revelaba una estancia adicional con una cama lujosa y mullida.Antonio se acercó lentamente, tocando la almohada como si esperara encontrar el calor del cuerpo de la mujer que en silencio extrañaba. Pero el lugar estaba vacío. Elia no estaba allí.—¿Elia? —la llamó de nuevo, esta vez con más fuerza.No hubo respuesta.Antonio inspeccionó el entor
El sonido de los tacones resonó sobre el mármol del despacho de Isabella. La mujer estaba de espaldas a la puerta, mirando hacia la oscuridad exterior con ojos afilados, como si pudiera atravesar la noche iluminada por relámpagos.—Marco —su voz era plana, pero vibraba con ira.El hombre de traje negro que se encontraba en el umbral bajó la mirada hacia ella.Isabella se giró lentamente. Su rostro era frío, sus ojos entrecerrados. —¿Y Raffael? ¿Has encontrado dónde vive ese hombre?—Está con Lyra —respondió Marco con cautela—. Pero esta tarde parece que tuvieron problemas.El nombre hizo que la mandíbula de Isabella se tensara. Dio unos pasos hacia él, sus tacones golpeando el suelo con un sonido seco que rompía el silencio. —Lyra otra vez… Esa mujer no sabe cuál es su lugar. He advertido a Raffael muchas veces que se aleje de ella. Pero parece que cada vez está más cerca.Marco tragó saliva. —Escuché que ella acaba de pasar por algo difícil. Tal vez Raffael solo——¡Basta! —inte
El coche negro que transportaba a Raffael y Lyra se detuvo frente al apartamento. Aquella tarde, la lluvia caía con fuerza.Raffael fue el primero en salir, abrió el paraguas y esperó a que Lyra bajara. Su rostro reflejaba agotamiento — el cabello aún mojado, los ojos hinchados, los hombros temblorosos. No le quedaban fuerzas para decir nada; simplemente siguió los pasos de Raffael hacia la puerta del apartamento en silencio.Una vez que la puerta se cerró tras ellos, Lyra se quedó inmóvil en la sala. El suave aroma de las velas de lavanda, que solía calmarla, ahora le oprimía el pecho. Todo lo ocurrido esa noche aún parecía una pesadilla.—Siéntate un momento —dijo Raffael en voz baja, dejando las llaves sobre la mesa—. Voy a pedir que alguien cuide a la tía Sophia en el hospital. Ella estará a salvo, te lo prometo.Lyra asintió levemente. Se sentó en el sofá, pero su cuerpo temblaba por el cansancio y la tensión emocional. En silencio, Raffael sacó su teléfono y marcó el número de u
Las sirenas de la policía se acercaban cada vez más. Las luces rojas y azules atravesaban la cortina de lluvia, danzando sobre las paredes de la vieja casa ahora hecha trizas. Raffael observaba a Adrián, tendido en el suelo, con sangre escurriendo por la comisura de sus labios. Aun así, el hombre reía en voz baja —una risa que erizaba la piel de cualquiera.—Llévense a ese hombre —ordenó Raffael con voz helada a dos de los hombres de Antonio. De inmediato, arrastraron a Adrián, que seguía sonriendo de forma inquietante.—Raffael… —la voz débil de Lyra lo hizo girar. Ella ayudaba a la tía Sofía, que apenas se mantenía consciente. Raffael se acercó rápidamente, se quitó la chaqueta y cubrió a Sofía con ella.—¿Estás herida? —preguntó con ansiedad, sus manos temblaban al tocar la mejilla de Lyra, empapada por lágrimas y lluvia.Lyra negó con la cabeza. —No… estoy bien. Pero la tía…Sofía abrió los ojos lentamente, sus labios temblaban. —Lyra, perdóname. Pensé que Adrián… que ese homb





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