Sinopsis | La Hija de mi Esposa Durante su despedida de soltero, el doctor Cédric Lafay, una eminencia en neurocirugía, tiene una noche de se*xo anónimo con una mujer que lo marca más de lo que está dispuesto a admitir. Nombres falsos. Cuerpos que se buscan. Y un pacto tácito de no volver a verse jamás. Pero el destino no respeta acuerdos. Días después, Cédric se casa con una mujer poderosa, mayor que él, que le abre las puertas a un imperio médico… y al pasado más oscuro que alguien puede arrastrar. Charlotte Marin, viuda, enferma, y recién salida de prisión tras una condena que aún divide versiones: algunos dicen que mató a su esposo... otros prefieren no hablar. En la boda, Desirée Duval aparece solo por compromiso. Fiscal penal, hija de Charlotte, y la misma mujer que él desnudó sin saber quién era. El reencuentro estalla como dinamita: prohibido, explosivo y condenadamente inevitable. Cuando una cláusula olvidada la obliga a compartir la presidencia de la Fundación Duval con el esposo de su madre, ambos quedan atrapados en una guerra silenciosa entre lo que desean y lo que no pueden permitirse. Porque hay errores que no se corrigen. Hay cuerpos que no se olvidan. Y hay secretos que jamás deberían salir a la luz.
Leer másCapítulo 64 —El cartel verdeNarrador:El amanecer apenas se insinuaba entre las cortinas. Un tenue reflejo dorado comenzaba a pintar las paredes del dormitorio cuando Desirée abrió los ojos. No se movió enseguida.Lo miró. Cédric dormía profundo, con el rostro relajado, una mano extendida sobre la cama, como si la buscara incluso dormido. Y en ese momento, el corazón se le estrujó. Tan fuerte. Tan silencioso. Quiso quedarse. Quiso hundirse otra vez bajo las sábanas, buscar su calor, volver a meterse en su cuello y fingir que el mundo no existía. Pero no lo hizo. Porque sabía la verdad. Ese hombre no era para ella. Y ella no era para él. Él tenía un camino. Uno cargado de nombres, de compromisos, de historias inconclusas que aún no terminaban de cerrarse. Y ella tenía el suyo. Uno que la alejaba, aunque doliera.Se levantó despacio, sin hacer ruido. Cada movimiento era una puñalada en cámara lenta.Se vistió lentamente, como si el cuerpo le pesara. Como si al ponerse cada prenda, fuer
Capítulo 63 —Y todo cambióNarrador:El camino de regreso fue distinto. No dijeron nada y no hacía falta tampoco.Caminaban uno al lado del otro, sin tomarse de la mano esta vez, pero sin alejarse tampoco. El sonido de sus pasos sobre el pasto, el canto lejano de los pájaros y el rumor leve del viento entre los árboles eran lo único que llenaba el aire.Desirée caminaba con la mirada al frente, el ceño ligeramente fruncido, como quien aún procesaba la tormenta interna. Cédric no intentó romper el silencio. Solo la observaba de reojo de vez en cuando, atento a cada mínimo gesto, respetando su espacio sin dejar de estar cerca.No estaban bien, pero estaban juntos. Y eso, en ellos, ya era un paso gigante.Cuando divisaron la casa al final del sendero, Desirée dejó escapar un suspiro largo. No de cansancio, de pausa, de necesidad de volver a pisar algo sólido.Subieron los escalones del porche sin mirarse.Cédric abrió la puerta, y como si lo hubieran ensayado, ella entró primero.El aire
Capítulo 62 — ProfecionesNarrador:Se sentaron bajo el árbol, todavía con el aire cargado de ese olor inconfundible a se*xo y pasto, pero ya sin apuro, sin tensión, como si el mundo hubiera bajado el volumen para dejarlos respirar. Cédric se acomodó con la espalda contra el tronco, las piernas estiradas. Desirée se sentó a su lado, abrazándose las rodillas, con la cabeza apoyada en su hombro.El sol se filtraba entre las hojas. El campo olía a tierra, a verde, a silencio.—¿Cómo haces para que incluso el aire huela mejor después de ti? —murmuró él, con los ojos cerrados.—No tienes que ser romático, Cedric —respondió ella, sonriendo contra su piel.—No seas tonta, no lo soy, pero es verdad... huele mejor, pero hablando en términos médicos, eso tiene una explicación...—¿Ah, sí? ¿y cual sería esa explicación? —preguntó con curiosidad.—Sí, durante el se*xo , del buen claro y contigo es del mejor que he tenído, el cerebro libera una cascada de neurotransmisores; dopamina, oxitocina, ser
Capítulo 61 —Y los pájaros volaronNarrador:Desayunaron tranquilos.Café, huevos revueltos, pan tostado y trozos de fruta que él había cortado con precisión casi quirúrgica. Desirée no se lo hizo notar, pero sonrió cada vez que lo veía alinear las rodajas como si estuviera en un quirófano.—Eres un maniático del orden —comentó, mordiendo una fresa.—Y tú usas más café que leche. Lo cual explica muchas cosas.—¿Como qué?—Tu mal humor crónico.Ella se rió. Él también.Y así siguieron, lanzándose frases al azar, hablando de cosas pequeñas; un caso curioso que ella había tenido como fiscal, un congreso aburridísimo al que él fue obligado a asistir, anécdotas que no decían mucho, pero que los acercaban en lo simple.—¿Te gustaría salir a caminar un poco? —preguntó Cédric, después de dejar su taza en la barra —Puedo mostrarte la finca. Es grande. Hay senderos, árboles… silencio.Desirée lo miró, fingiendo duda.—¿Y si me pierdo entre la maleza? —preguntó divertida—Entonces prometo ir a bu
Capítulo 60 —Tu cama es mas cómodaNarrador:El silencio se había asentado como una sábana cálida sobre ellos. El fuego todavía lanzaba destellos suaves, casi perezosos, mientras el aroma a piel, se*xo y madera quemada impregnaba cada rincón de la habitación.Desirée habia salido del regazo de Cedric y ahora se hallaba recostada boca abajo, la respiración apenas recuperada, los muslos temblorosos, la espalda mojada de sudor. Cédric, a su lado, la miraba. No decía nada, solo la miraba. Como si todavía no pudiera creer que la tenía así, desarmada y perfecta, a centímetros de su cuerpo.Ella se incorporó sin apuro. Se sentó sobre sus talones, estiró los brazos, soltó un suspiro profundo… y se puso de pie.Cédric alzó apenas la vista, sin moverse. Desirée se giró hacia él, con el cabello revuelto, los ojos todavía oscuros por todo lo que acababan de hacer, y dijo:—Me voy a dormir.Él asintió despacio.—Bueno… —murmuró, con la voz ronca —Buenas noches. Que descanses.Ella se quedó un segu
Capítulo 59 — Solo Desirée y CedricNarrador:El silencio posterior fue denso, lento, lleno de respiraciones entrecortadas y cuerpos aún temblando. El fuego seguía encendido, lanzando sombras suaves por la habitación. Desirée estaba recostada de lado, con una mano en el abdomen, la mirada perdida en algún punto del techo.Cedric se giró hacia ella, apoyándose sobre un codo. Sus ojos la buscaban con algo más que deseo. Abrió la boca para hablar.—Desirée...—No —lo interrumpió, sin brusquedad, pero con firmeza. Lo miró con los ojos entrecerrados, la respiración más estable, pero la armadura otra vez en su lugar. —No empieces con preguntas, ni con disculpas, ni con explicaciones —dijo, acomodándose el cabello detrás de la oreja —No vine aquí a hablar de lo que podría ser y no es, ni de futuro ni de pasado. —Cedric guardó silencio y la observó. Era obvio que ella necesitaba tomar el control otra vez —Ni siquiera pensaba venir —continuó —No tenía intención de hacerlo. Mucho menos de acosta
Caplitulo 58 —Puedes insultarme con razónNarrador:Cédric seguía tendido junto a ella, aún con el pulso lento, pero con la mente más desvelada que nunca. Desirée respiraba tranquila, como si no acabara de arruinarle la estabilidad emocional a través del cuerpo.El fuego seguía crepitando frente a ellos, pero el calor más fuerte estaba entre sus cuerpos, todavía.Él la miró de reojo. La sudadera le cubría apenas las piernas, y aún así, su silueta parecía brillar bajo la luz anaranjada del salón. Ella sostenía su segunda botella de cerveza como si nada, como si no acabara de comérselo vivo.Cédric tragó saliva. Bajó la mirada a su propio cuerpo, luego a la curva de la cadera de ella. Y suspiró.—Me hiciste jurar que no te tocaría —murmuró, más para sí mismo que para ella.Desirée giró el rostro hacia él. Una sonrisa lenta, peligrosa, le curvó la boca como si llevara veneno dulce entre los dientes.—Y cumpliste —dijo, mientras dejaba la botella a un lado —Más o menos.Y entonces, con la
Capítulo 57 —Me destruiste el almaNarrador:Cédric respiraba agitado, todavía de rodillas sobre la alfombra, con las manos apoyadas en el suelo a cada lado del cuerpo de Desirée. Tenía el torso cubierto de sudor, el cabello húmedo y desordenado, y la piel ardiendo al tacto.Ella yacía debajo de él, desparramada, con el pecho subiendo y bajando lentamente, los muslos aún temblorosos y los ojos cerrados como si quisiera retener el eco de lo que acababan de hacer.Después de unos segundos, él se dejó caer de espaldas, a su lado, con una risa baja, apenas un respiro cargado de agotamiento y euforia.—Necesito algo de beber —murmuró, llevándose una mano al rostro.—Tráeme algo a mí también —dijo Desirée, sin abrir los ojos —Algo frío. O me vas a tener que recoger en cucharita del suelo.Cédric se incorporó, lento, con ese cuerpo de hombre que ya había sido tallado a besos y mordidas por ella. Se acercó a la pila de ropa desordenada y, sin pensarlo demasiado, se puso solo la sudadera negra,
Capítulo 56 —Ya estoy rota.Narrador:El fuego seguía ardiendo frente a ellos, lanzando sombras que bailaban sobre el suelo y las paredes. Y en medio de esa luz temblorosa, Desirée seguía mirando sin ver, atrapada en el recuerdo de aquel reloj en la pecera, de unas manos que alguna vez fueron firmes, de una mirada que supo explicarle el tiempo.Y entonces, como si la verdad se deslizara sin permiso por sus labios, susurró:—En ese entonces me sentía amada. —Cédric giró el rostro hacia ella, pero no la interrumpió, solo escuchó. —Por él, por… —hizo una pausa breve, apenas audible— incluso por Charlotte. —No era una acusación, ni una queja; era una pérdida. Algo que se le había ido tan lento que ni siquiera había notado cuándo desapareció del todo. Ella tragó saliva, manteniéndose quieta. Pero el temblor en su voz ya estaba ahí. —Recuerdo una tarde —continuó, con la voz baja, quebrándose de a poco —Había llovido, y yo estaba empapada. Me metí en la casa corriendo, riéndome, con los zapat