Sinopsis | La Hija de mi Esposa Durante su despedida de soltero, el doctor Cédric Lafay, una eminencia en neurocirugía, tiene una noche de se*xo anónimo con una mujer que lo marca más de lo que está dispuesto a admitir. Nombres falsos. Cuerpos que se buscan. Y un pacto tácito de no volver a verse jamás. Pero el destino no respeta acuerdos. Días después, Cédric se casa con una mujer poderosa, mayor que él, que le abre las puertas a un imperio médico… y al pasado más oscuro que alguien puede arrastrar. Charlotte Marin, viuda, enferma, y recién salida de prisión tras una condena que aún divide versiones: algunos dicen que mató a su esposo... otros prefieren no hablar. En la boda, Desirée Duval aparece solo por compromiso. Fiscal penal, hija de Charlotte, y la misma mujer que él desnudó sin saber quién era. El reencuentro estalla como dinamita: prohibido, explosivo y condenadamente inevitable. Cuando una cláusula olvidada la obliga a compartir la presidencia de la Fundación Duval con el esposo de su madre, ambos quedan atrapados en una guerra silenciosa entre lo que desean y lo que no pueden permitirse. Porque hay errores que no se corrigen. Hay cuerpos que no se olvidan. Y hay secretos que jamás deberían salir a la luz.
Leer másCapítulo 1 —Una despedida de soltero cualquiera
Narrador:
La música vibraba en el suelo y las luces danzaban como llamas entre la multitud. Ella entró al club nocturno junto a sus amigas, después de una larga semana en la oficina. No esperaba nada fuera de lo común. Solo quería beber algo fuerte, bailar un poco y olvidar que su vida estaba completamente programada.
Tenía veinticuatro años, era abogada, decidida, con una belleza que llamaba la atención sin que lo buscara. Llevaba un vestido negro que marcaba sus curvas con la elegancia justa para destacar, pero no parecer desesperada por hacerlo.
—Mira allá —murmuró una de sus amigas —Un grupo de hombres celebrando. Parece una despedida de soltero.
—¿Cuál será el afortunado? —preguntó otra con una sonrisa maliciosa.
Ella los observó. No se interesó en los que hacían ruido, en los que brindaban o se reían escandalosamente. Su mirada se detuvo en el hombre apartado del grupo, de pie junto a la barra. Llevaba la camisa blanca arremangada, el primer botón desabrochado, una copa en la mano y los ojos fijos en la pista. Su postura irradiaba seguridad. No se esforzaba por llamar la atención, pero la tenía.
—Ese no parece que esté celebrando su boda —dijo ella.
—Pues justo por eso deberías acercarte —le respondió una amiga con una sonrisa.
Ella se dirigió hacia la barra, con paso firme, pero sin apresurarse. Se colocó a su lado, fingiendo mirar el menú de bebidas.
—¿No deberías estar allá con tus amigos?
Él giró levemente la cabeza hacia ella. Sus ojos eran intensos.
—Estoy celebrando a mi manera. Me gustan más las cosas tranquilas.
—¿Y eso incluye quedarte solo mientras ellos te festejan?
—Incluye observar desde donde puedo elegir mejor con quién hablar.
Ella soltó una leve risa. Tenía encanto, pero también una voz grave que rozaba lo pecaminoso.
—¿Y qué te dice tu instinto esta noche?
—Que me alegra que te hayas acercado. —Pidió dos bebidas. Le entregó uno sin dejar de mirarla. —¿Y tú? ¿También estás huyendo de algo?
—Estoy escapando del aburrimiento. Hasta ahora lo estoy logrando.
Él levantó su vaso y la invitó a brindar.
—Por eso, entonces. —Después de unos tragos y un par de frases con doble sentido, él le ofreció la mano. —¿Bailas?
—Sí, claro
Colocó su vaso en la barra y lo acompañó a la pista.
Al principio hubo distancia. Movimientos suaves, ojos que se desafiaban. Pero pronto esa distancia se redujo. Sus cuerpos comenzaron a buscarse, como si lo hubieran hecho antes. Las manos de él se deslizaron por su cintura. La piel de ella se erizó. Él bajó la cabeza y le susurró
—Tienes algo en la boca.
—¿Ah, sí? —preguntó, divertida.
—Sí —dijo él, bajando un poco más la voz —Ganas.
Ella no respondió con palabras. Lo miró directo a los ojos y lo besó.
El beso fue lento, húmedo, lleno de intenciones. No fue casual. Fue el tipo de beso que no se da si no se planea llevar a alguien a la cama.
Cuando se separaron, respiraban agitados. Él la sostuvo por la cintura, con firmeza.
—Creo que tenías razón...
—No quiero pasar esta noche sin probarte completa —dijo, con una sinceridad descarada.
Ella lo miró sin pestañear.
—Entonces, no la desperdicies.
Él tomó su mano, y ella lo siguió. Una habitación de hotel, puertas cerradas, ropa deslizándose por la piel, bocas, manos, gemidos, una noche sin nombres, un pecado sin culpa. Solo después vendría el verdadero infierno.
La habitación olía a perfume, alcohol y deseo. Apenas cerraron la puerta, él la empujó suavemente contra la pared, y sus bocas se buscaron de nuevo, esta vez con hambre. La besó con fuerza, con lengua, con intención, devorándola como si quisiera memorizarle el sabor.
Ella abrió los labios, respondió con la misma intensidad, enredando los brazos en su cuello mientras él la alzaba apenas para apretarla más contra sí. Su lengua la acariciaba con movimientos lentos y profundos, como si ya estuviera dentro de ella, jugando, provocando, anticipando.
Sus manos viajaban sin permiso, subiendo por sus piernas, apretando su cintura, agarrándola por el trasero mientras la movía contra su cuerpo, sintiendo cómo su erección crecía con cada roce.
—Quiero tenerte—murmuró él entre jadeos, con la frente apoyada en la suya, sin dejar de acariciarla —Ahora.
Ella lo miró sin una pizca de duda.
—Hazlo.
No necesitaban más.
Él la giró con rapidez, empujándola hacia la cama. Mientras caminaba hacia atrás, ella fue quitándose el vestido, dejando que cayera a sus pies. No llevaba sostén. Su pecho firme se mostró sin pudor, y cuando él lo vio, soltó un suspiro cargado de lujuria.
—Joder…
Se desabrochó la camisa con desesperación, sin quitarle los ojos de encima. Ella lo miraba con una sonrisa satisfecha mientras se deslizaba sobre la cama, abriendo las piernas sin quitarse aún la tanga negra. Se tocó con un dedo justo por encima de la tela, provocándolo.
—¿Vas a venir o solo vas a mirarme?
Él se lanzó sobre ella. Se metió entre sus piernas y le mordió el labio inferior con una fuerza controlada. Sus lenguas se encontraron de nuevo, más salvajes, más profundas, sin delicadezas. La besaba como si quisiera dejarle la boca adolorida.
Sus manos bajaron rápido. Le corrió la tanga hacia un lado y deslizó los dedos por su humedad.
—Estás empapada.
Ella jadeó.
—Por ti.
—Mejor así...
Entonces, sin más palabras, la penetró de una sola embestida.
Ella arqueó la espalda, soltando un gemido profundo, cargado de placer y sorpresa. Él comenzó a moverse con fuerza, sujetándola de las caderas, hundiéndose en ella con cada estocada, llenándola, haciéndola suya.
Sus cuerpos chocaban con ritmo feroz. Cada embestida venía acompañada de jadeos, besos con lengua, caricias bruscas, manos que apretaban, que agarraban. Él la besaba mientras la follaba, con una lengua tan sucia como sus movimientos.
—Dios… —gimió ella, agarrando las sábanas con fuerza —Más fuerte…
Él obedeció. La tomó por el cuello con una mano, sin lastimarla, pero dominándola. Con la otra, la sostenía por la cintura mientras se hundía más profundo. La miraba a los ojos, y ella lo miraba de vuelta, completamente abierta, completamente suya. El clímax llegó como una ola violenta.
Ella gritó su orgasmo, con el cuerpo temblando bajo el suyo, con la espalda arqueada, mientras él seguía moviéndose hasta que no pudo más.
Terminó dentro de ella, con un gruñido grave, con el cuerpo tenso, con el deseo satisfecho pero no apagado. Aún quería más. Aún la miraba con hambre.
Cayeron uno al lado del otro, sudorosos, respirando agitadamente, y él la volvió a besar, esta vez más lento, pero igual de profundo.
—Esto no debió pasar —murmuró ella, con la voz ronca.
Él sonrió.
—No me arrepiento de nada.
Capítulo 132 —EpílogoNarrador:Desirée ya no era la misma mujer que había llegado a esa ciudad con la rabia cosida a la garganta y el pasado tatuado en cada mirada. Meses después del nacimiento de su hijo, había aprendido a dormir poco, amar mucho y discutir menos. O al menos eso intentaba… aunque Cédric solía decir que su talento para pelear era uno de sus encantos más peligrosos.Fue nombrada Fiscal en Jefe del distrito dos semanas antes del bautismo del bebé. La ceremonia fue breve, elegante, con pocos invitados, la mayoría médicos, abogados y Margot, que logró escabullirse con un vestido que Desirée juró arrancarle si volvía a robarse todas las miradas.—Yo soy la estrella del evento, ¡carajo! —le gritó entre risas, mientras la otra le mandaba besos desde la primera fila.Se dividía ahora entre la Fundación Duval, la fiscalía y la maternidad. No sabía cómo lo hacía. A veces pensaba que solo sobrevivía por la cafeína y las manos de Cédric en la espalda cuando el día la devoraba.—¿
Capítulo 131 —UlisesNarrador: Habían pasado tres meses desde la muerte de Charlotte.La casa de Josefina se había llenado de un silencio distinto, uno menos cargado de resentimiento, más cercano a la paz. La anciana, a pesar del dolor profundo que le dejó perder a su hija, encontraba consuelo en lo que había sucedido en los últimos días de su vida.Había sido testigo de un milagro que no esperaba vivir: ver a Desirée abrazar a Charlotte sin odio, verlas llorar juntas, hablar como madre e hija, como mujeres heridas que, por fin, se daban permiso para dejar de luchar entre sí. Charlotte se había ido con la conciencia tranquila, con el alma aliviada. Y Josefina, aunque rota por dentro, se sentía agradecida por ello.El nombre de su hija, que había sido arrastrado por la infamia, estaba limpio, ahora podía ser dicho en voz alta sin vergüenza. Charlotte ya no era la asesina. Era la madre que había callado por proteger a su hija, la mujer que había cargado con un crimen que no cometió. Y s
Capítulo 130 —Estoy orgullosa de ti, hija.Narrador:Desirée observó en silencio cómo Charlotte acariciaba la imagen en la ecografía. La emoción contenida le oprimía el pecho, y cuando ya no pudo sostenerla más, las lágrimas también empezaron a rodarle por las mejillas.Se llevó una mano al vientre con un gesto inconsciente, como si necesitara sostenerse desde adentro. Su voz salió rota, temblorosa, pero cargada de ternura.—Por ahora está aquí dentro… —dijo, presionando suavemente con los dedos sobre la piel —Pero desde aquí te saluda, abuela.Charlotte alzó la mirada, deshecha, con la cara empapada y una expresión que mezclaba asombro, amor y un dolor dulce que solo se alcanza después de perder demasiado.—¿Puedo…? —preguntó con un hilo de voz, estirando la mano hacia ella.Desirée no dijo nada. Solo asintió y se acercó. Charlotte apoyó la palma temblorosa sobre el vientre de su hija. Cerró los ojos, y al hacerlo, una nueva oleada de lágrimas brotó, más suave, más resignada. Desirée
Capítulo 129 —Esa fotografíaNarrador:Apenas cruzaron la puerta de la casa de Josefina, Desirée dejó caer los papeles y carpetas sobre la mesa del comedor con un suspiro largo. Cedric la siguió, cerrando tras de sí con suavidad. Había algo en su mirada, una mezcla extraña de cansancio y alivio, como si la condena hubiese cerrado una herida, pero al mismo tiempo, abriera otra que nadie esperaba.Ambos se miraron en silencio por unos segundos, hasta que el celular de él vibró. Lo sacó del bolsillo y atendió al instante. La conversación fue breve, pero bastó para que su expresión cambiara por completo. Al cortar, guardó el teléfono lentamente y se volvió hacia Desirée.—Tengo que irme —dijo en voz baja, pero firme.Ella frunció el ceño, dando un paso hacia él.—¿Qué pasó?Cedric dudó apenas un segundo. Luego la miró directo a los ojos.—Internaron a tu madre. Está en el hospital.Desirée palideció.—¿Le pasó algo?Él bajó la mirada por un instante antes de responder.—Sí. Ya está en la e
Capítulo 128 —Hoy, por fin, se ha dicho en voz alta.Narrador:Cédric entró en la casa y encontró a Desirée junto con Margot en la sala, ambas inclinadas sobre una mesa cubierta de carpetas, documentos y hojas sueltas que parecían multiplicarse con cada nuevo hallazgo. El aire estaba cargado de concentración y el murmullo de hojas siendo revisadas.Al oír la puerta, Desirée alzó la cabeza. Sus ojos buscaron a Cédric apenas lo vio entrar. Él sonrió con suavidad, dejando la campera a un lado.—¿Cómo te fue? —preguntó ella, sin levantarse del todo, pero con genuina curiosidad.—Mejor de lo que esperaba —respondió él, sin quitarle la vista.Antes de que pudiera decir algo más, Margot se enderezó, cerró una carpeta y dijo con tono casual:—Bueno, los dejo solos un rato. Voy a aprovechar para llamar a Adrien.Tomó su teléfono y salió de la sala sin darles tiempo a responder, dejándolos con una cierta intimidad que a ambos les cayó con peso en los hombros.Desirée se enderezó lentamente, como
Capítulo 127 —Conversación difícilNarrador:El silencio que siguió fue denso. Charlotte no reaccionó de inmediato. Solo lo miró. Un segundo... dos... tres. Hasta que finalmente, bajó la vista, y una media sonrisa irónica asomó en su rostro pálido.—Claro que sí. —dijo en voz baja, sin sorpresa —De todas las posibilidades, tenía que ser esa. —Charlotte bajó la mirada, respiró hondo y se tomó unos segundos antes de volver a hablar. No había lágrimas, ni gritos, ni siquiera una pizca de reproche. Solo una serenidad resignada que, en Cédric, dolía más que cualquier enojo. —No debería sorprenderme —dijo, sin mirarlo —La manera en que la mirabas… Era como si el resto del mundo desapareciera cuando ella entraba en una habitación. Pero aún así… no pensé que fuese ella...—No lo sabía al principio —se apresuró a aclarar él, acercándose —Cuando la conocí, fue en mi despedida de soltero. Ninguno sabía quién era el otro. Recién lo supe el día que la vi en nuestra boda y casi muero, no esperaba vo
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