El primer día de trabajo de Lyra fue más difícil de lo que imaginaba. Todo parecía arrastrarla de nuevo a los recuerdos oscuros de hace quince años. Cada rincón, cada gesto, cada palabra, despertaba en ella imágenes que preferiría olvidar.
A la hora del almuerzo, Raffael la invitó a comer en un restaurante, con la excusa de hablar sobre temas laborales. —¿Qué te parece si esta tarde te llevo a casa? Así también conozco dónde vives —dijo Raffael con una sonrisa encantadora. Lyra recordó que Adrian le había pedido que se fueran juntos esa tarde. Pero pensó que esta era una buena oportunidad para acercarse más a Raffael. —Está bien, señor. ¿No será una molestia? —preguntó con cortesía. —¡Por supuesto que no! —respondió él, con una sonrisa que hacía suspirar a muchas en la empresa. Raffael era admirado por casi todos los empleados. Excepto por Lyra. Aunque reconocía su atractivo, no sentía nada por él. Especialmente después de lo que dijo sobre la muerte de Samuel Braco. Cuando Samuel falleció, Sun Group visitó a Lyra y a su madre, dando la misma versión que Raffael había contado. Pero Lyra sabía que era una mentira. Y escucharla de boca de Raffael solo aumentaba su rabia. Después del almuerzo, regresaron a la oficina. En el lobby, Adrian los vio llegar juntos, sonriendo como si fueran cercanos. ‘Raffael parece interesado en Lyra. Espero que ella no se deje llevar por sus sentimientos’, pensó Adrian, incómodo. En el piso quince, Marco y Dante esperaban a Raffael para discutir nuevos planes de negocio. Raffael pidió a Lyra que asistiera a la reunión. Durante la junta, Lyra evitaba mirar a Marco. Su sonrisa le recordaba a la del hombre que había asesinado a su padre. Eso la desconcentraba. —Lyra, ¿me estás escuchando? —preguntó Raffael, agitando la mano frente a su rostro. —Sí, señor. Perdón, ¿qué preguntaba? —Parece que tu secretaria está agotada. Tal vez le estás exigiendo demasiado, Raffael —comentó Dante, aún sentado. Lyra se dio cuenta de que Marco ya no estaba en la sala. —¿Dónde está el señor Marco? —preguntó de repente. Raffael frunció el ceño, sorprendido por la pregunta. —¿Has estado tan distraída que no notaste que se fue hace rato? Lyra, si no te sientes bien, deberías descansar. —Perdón, señor. Solo necesito un poco de agua. Con permiso. ‘Lyra está ocultando algo. Parece que tiene algo en mente’, pensó Raffael mientras la veía salir. —Raffael, yo también regreso a mi oficina —dijo Dante, apresurado. Pero en realidad, Dante se dirigía al área de descanso, buscando a Lyra. Lyra bebía agua con dificultad, tratando de calmarse. Dante la observaba, fijándose en su cuello blanco y delicado. ‘Es tan sensual… tengo que tenerla’, pensó. Se acercó y rodeó la cintura de Lyra con sus brazos. —¡Uhuk, uhuk! —Lyra se atragantó, sorprendida por el contacto. —¡Suéltame! ¿Quién es usted? —gritó, girándose. —¿Señor Dante? ¡Suélteme! ¿Qué está haciendo? —No te hagas la difícil. Las secretarias deben atender a sus jefes —dijo Dante, apretándola más. —¡Suéltame! ¡Mi jefe es Raffael, no usted! Lyra quería gritar, pero temía que nadie le creyera. Dante tenía poder en la empresa, y ella era solo una empleada nueva. —Entonces puedes ser mi secretaria fuera del horario laboral. Te pagaré más que tu sueldo mensual —susurró Dante. Su mano subió hasta tocar una parte íntima de Lyra. ¡Crash! Lyra lo golpeó con el vaso que tenía en la mano. El vidrio cayó y se rompió. —¡Agh! ¡Maldita sea! ¡Te arrepentirás, Lyra! Lyra salió corriendo del área de descanso. Fue al baño y lloró frente al espejo. —¿Debo sacrificar mi dignidad por esta venganza? —dijo entre sollozos. Después de calmarse, regresó a su escritorio. Sin querer, chocó con Raffael que salía de su oficina. Estuvo a punto de caer, pero él la sostuvo. Por un instante, sus miradas se cruzaron. Raffael sintió algo extraño, pero lo ignoró y la ayudó a ponerse de pie. —Ten más cuidado la próxima vez —dijo, rompiendo el silencio. —Sí, señor. Perdón por mi torpeza. —Ven conmigo a mi oficina —ordenó. Lyra retomó su trabajo. Al acercarse la hora de salida, le escribió a Adrian para avisarle que no iría con él. —Vamos, te llevo —dijo Raffael, acercándose. Lyra asintió y lo siguió. En el lobby, vio a Adrian saludándola con la mano. ‘¿Por qué sigue esperándome? ¿No leyó mi mensaje?’ pensó. —¿Adrian, aún no te vas? —preguntó Raffael. —Estoy esperando a Lyra, señor. Tengo asuntos con su madre, así que vamos juntos —mintió Adrian. Raffael miró a Lyra, buscando confirmación. —Perdón, Adrian. Me iré con el señor Raffael. Te envié un mensaje, ¿no lo viste? Adrian revisó su teléfono y leyó el mensaje. Su expresión mostraba disgusto. —¿Qué haces aquí, Raffael? —preguntó una voz imponente. Todos se pusieron de pie y se inclinaron. Era Antonio. —¡Padre! Estaba saludando a los empleados antes de irme —respondió Raffael, mintiendo. Antonio había dejado claro que sus hijos debían mantener distancia con los empleados. No quería que su generosidad fuera malinterpretada. Raffael era el único que mostraba cercanía genuina, mientras que los demás solo sonreían frente a las cámaras. —Entonces vámonos —dijo Antonio, lanzando una breve sonrisa a Adrian y Lyra. Sin poder negarse, Raffael se fue con su padre. —Ven conmigo, Lyra. Tenemos que hablar —dijo Adrian, tomándola de la mano. Lyra sintió un fuerte latido en el pecho. Caminó detrás de él, observando su mano sujetándola. Adrian le abrió la puerta del coche. La llevó a su casa. —Lyra, cuéntame todo lo que pasó hoy. Quiero saber hasta dónde has llegado. —Sospecho del señor Marco. Tal vez él esté detrás de todo lo que ha pasado. Pero también desconfío de Raffael… guarda fotos de empleados desaparecidos en su oficina.