Mundo ficciónIniciar sesiónEL SABOR DEL PECADO es una colección de relatos cortos eróticos. Aquí encontrarás millonarios posesivos, enemigos que se convierten en amantes por una noche y anhelos que desafían la moral. Son historias rápidas, sucias y deliciosas, perfectas para leer antes de dormir... si es que logras conciliar el sueño después. Advertencia: Contenido explícito y altamente adictivo.
Leer másNicole
—Ese vestido blanco es una mentira, y lo sabes. Es demasiado puro para los pensamientos sucios que tienes cada vez que me miras a mí en lugar de a él. La voz de Devian golpeó el aire denso de la habitación como un látigo de terciopelo. Grave, oscura, vibrando en una frecuencia tan baja que no la escuché con los oídos, sino directamente en mi vientre. Me quedé inmóvil frente al espejo de cuerpo entero. Mi reflejo me devolvía la imagen de una novia perfecta. Maquillaje intacto, cabello perfecto y el encaje de mi vestido inmaculado. Pero la duda en mis ojos me delataba. Escuché el clic del seguro de la puerta. Fué un sonido seco, definitivo. El ruido de afuera, las voces y las risas de los invitados quedaron amortiguados, dejándonos encerrados en un silencio cargado de electricidad estática. —¿Qué estás haciendo? —murmuré, ocultando mi pánico interno ante su inminente cercanía—. Vete, Devian —dije, pero no sonó como una orden, sino como una súplica. Lo que fuera, él lo ignoró. Lo ví acercarse a través del espejo. Se movía con esa elegancia depredadora que siempre me había dejado sin aliento. Llevaba un traje negro hecho a medida que se tensaba deliciosamente sobre sus hombros anchos cada vez que se movía. Llevaba una fragancia intensa y adictiva que envolvió el cuarto, embriagándome. Ese era el problema. Mientras mi prometido, su hermano menor, estaba abajo emborrachándose con sus amigos de la universidad y riéndose como un niño, él era un hombre. Un hombre peligroso, serio, la oveja negra que había vuelto solo para atormentarme. —No me iré —dijo, deteniéndose justo detrás de mí, lo suficientemente cerca para que su calor corporal atravesara las capas de tul y seda de mi vestido—. No cuando hueles así, Nicole. —¿Así cómo? —pregunté, y mi corazón golpeó mi pecho cuando inclinó su rostro hacia la curva de mi cuello. —A duda —respondió con simpleza y sentí mis hombres tensarse—. A miedo… —hizo una pausa, inhalando profundo cerca de mi lóbulo, sin tocarme todavía, pero su cercanía era tan abrumadora que sentí mis pezones endurecerse dolorosamente contra la tela del corsé—. Y a deseo. Contuve el aliento por un instante. Tenía razón. Dios, tenía tanta razón que dolía. Mi entrepierna palpitaba, húmeda y caliente, traicionándome de la manera más vergonzosa. Solo con tenerlo detrás, sintiendo su aura dominante llenar la habitación, mi cuerpo se preparaba para él, no para el hombre con el que se suponía que me casaría en dos horas. Devian dió un paso más, eliminando cualquier distancia. Su pecho chocó contra mi espalda. Era un muro sólido de músculo y calor. Puso sus manos sobre el tocador de mármol, a cada lado de mi cintura, dejándome atrapada entre su cuerpo esbelto y el mueble frío. —Estás cometiendo un error —murmuró contra mi oído, y su aliento cálido me erizó la piel—. Él no sabe cómo tocarte. No sabe lo que necesitas. Él piensa que eres esta princesa de porcelana… —soltó una risa ronca, oscura, que hizo vibrar mi columna—. Pero yo sé lo que ocultas. Él no es más que un niño que nunca sabrá qué hacer con una mujer como tu. Levanté la vista hacia el espejo y nuestras miradas chocaron. Sus ojos oscuros me devoraban, llenos de una posesividad cruda que me hizo pasar saliva. —No puedes hacerme esto hoy… —supliqué, aunque instintivamente arqueé la espalda, presionando mi trasero contra su bragueta. Pude sentir la dureza de su erección, gruesa y pesada, marcándose contra la tela de su pantalón de vestir. Mi boca se abrió ligeramente, buscando aliento. Saber que lo tenía así, duro por mí en el día de mi boda, desató un torrente de lubricación que sentí deslizarse caliente entre mis muslos. —No estoy haciendo nada que tú no quieras —respondió él, con esa voz autoritaria que no admitía réplicas. Deslizó una de sus manos desde el mármol hacia mi cadera. Sus dedos eran largos, fuertes, exquisitos. No eran manos toscas, eran las manos de alguien que sabía exactamente cómo destruir y reconstruir a una mujer. Apretó mi cintura con firmeza, arrugando la tela perfecta del vestido, marcando su territorio. —Devian… —susurré en súplica, sintiendo que el aire se volvía escaso. —Shh… Devian se inclinó levemente y, con una lentitud tortuosa, metió su mano bajo las interminables capas de tul del vestido, mientras su boca besaba y lamía la piel sensible de mi cuello de una manera lenta y seductora. Jadeé, echando la cabeza hacia atrás, apoyándola en su hombro. Sus dedos subieron despacio, trazando un camino de fuego sobre la piel desnuda de mi muslo, apartando la tela pesada, invadiendo mi espacio más íntimo. Sentí cómo su toque rozaba el liguero de encaje, subiendo más y más, hasta detenerse peligrosamente cerca del borde de mi ropa interior, que ya estaba empapada por mi propia necesidad. Gemí cuando metió su mano dentro de mis bragas, acariciando mis pliegues empapados, estimulando mi clítoris sensible. Aferré mis dedos al borde del mueble. Lo sentí sonreír contra mi cuello. Nuestras miradas se encontraron en el espejo. Hundió dos de sus dedos en mi canal, bombeando lento y profundo. Me empujó con su cuerpo contra el mueble, clavando su erección en la espalda baja. —Dime que pare y me iré —murmuró en mi oído, su voz ronca por la excitación—. Pero si te quedas callada, voy a reclamar lo que es mío antes de que camines hacia ese altar.GabrielleGunnar devoró mi boca con una urgencia que me robó el aliento, saboreándome como si fuera agua en medio del desierto. Sus labios eran exigentes, su barba áspera raspaba mi piel sensible, y la fuerza de su mano en mi nuca me mantenía anclada a él.Gemí, abriendo la boca para dejarle entrar, y su lengua invadió mi espacio, dominante y húmeda, imitando lo que estaba por hacerme. No había técnica refinada, solo una necesidad brutal y honesta. Me llevó hacia atrás hasta que mi espalda quedó contra la alfombra de piel frente al fuego.El peso de Gunnar sobre mí fue aplastante y glorioso. Se incorporó, quedando de rodillas entre mis piernas, y me miró como un depredador a una presa que ha dejado de luchar. Sin una palabra, tomó el borde de mi camiseta y rasgó la tela.—Gunnar... —jadeé, expuesta ante su mirada voraz.—Hermosa —dijo con voz ronca, sus manos grandes y ásperas cubriendo mis pechos, amasando mi carne con una posesividad que me hizo arquear la espalda—. Tan pequeña. Tan
ANTES DE LEERNadie vendrá a salvarte.Temas: Proximidad forzada, diferencia de tamaño y Breeding kink.Este relato presenta a un hombre de montaña recluso que no ha visto a una mujer en años. Espera rudeza y una posesividad intensa.(***)Gabrielle La nieve no caía, atacaba. Era un muro blanco y furioso que había borrado el mundo, reduciendo mi universo a cuatro paredes de troncos gruesos, el calor de una chimenea y un penetrante aroma a cedro, limpio y masculino, que actuaba como una droga, nublándome el juicio y obligándome a inhalar más profundo. Llevaba dos días atrapada allí. Dos días desde que mi excursión se convirtió en una pesadilla blanca y tropecé, medio congelada, con la cabaña de Gunnar. Él estaba sentado en su sillón de cuero desgastado, limpiando un cuchillo de caza con una tranquilidad que contrastaba violentamente con el caos exterior. Gunnar no era un hombre, era una montaña. Sus hombros eran tan anchos que parecían bloquear la luz de la chimenea, y su barba, s
MiaMi silencio fue su respuesta. No podía decir la palabra, pero mi cuerpo ya había elegido por mí. Mis piernas se aflojaron, cayendo abiertas sobre la alfombra, una rendición muda ante el depredador que me inmovilizaba.Roman sonrió, una mueca carente de calidez pero cargada de satisfacción.—Buena chica —susurró.No guardó el arma. Continuó el recorrido descendente del cañón, bajando por mi estómago plano, trazando una línea helada que hacía que mis músculos se contrajeran. Llegó al borde de mi ropa interior. Con un movimiento hábil, usó la punta del cañón para enganchar la tela y apartarla hacia un lado, dejando mi intimidad totalmente expuesta a su mirada y al aire frío de la habitación.—Mírate —dijo con voz ronca—. Estás temblando de miedo, pero aquí abajo estás invitándome a entrar.Llevó el cañón frío del arma directamente a mi entrada. El contacto del metal helado contra los pliegues hinchados y calientes de mi vagina me arrancó un gemido agudo. Roman presionó ligeramente, f
ANTES DE LEERAlgunas deudas no pueden pagarse con dinero.Temas: Mafioso, secuestro y g*n play.En este relato la línea entre el placer y el miedo se ponen borrosas. Si disfrutas de hombres peligrosos tomando exactamente lo que quieren, Roman te dará la bienvenida.(***)Mia —¡Abre la puerta, maldito imbécil! ¡Déjame salir! —Grité, golpeando la madera maciza hasta que mis nudillos ardieron. El silencio al otro lado fue absoluto, denso. Derrotada por el agotamiento, me alejé de la entrada, peinando mis dedos con frustración a través de mi cabello revuelto. —¿Terminaste de hacer berrinche? La voz, grave y profunda como un trueno lejano, resonó a mis espaldas. Dí un brinco en mi sitio, girando sobre mis talones. Estaba en una suite de lujo, con alfombras persas y muebles de caoba. No era más que una jaula dorada. Llevaba cuarenta y ocho horas encerrada, siendo la "garantía" de una deuda que mi padre nunca podría pagar. Creí que me llevarían a una bodega abandonada pero el hombre qu
SerenaEmerson no me dió tiempo a responder, su otra mano se cerró alrededor de mi garganta con una presión firme y posesiva. Me empujó hacia atrás hasta que mi espalda chocó contra la pared de madera del confesionario, dejándome inmovilizada bajo su agarre y su mirada oscura.—Querías mi atención, Serena. Ahora la tienes —gruñó cerca de mi oído, mientras su pulgar acariciaba la piel sensible de mi cuello, controlando mi pulso acelerado.Con un movimiento brusco, me giró, estampando mi pecho contra la madera. Sus manos bajaron hasta mi cintura y subieron mi falda sin ninguna delicadeza, amontonando la tela en mi espalda baja.Su mano caliente fue directo a mi entrepierna. No pidió permiso, hundió dos dedos en mi vagina de una sola vez. Solté un gemido roto cuando sentí la textura de sus dedos deslizándose profundo por mi canal, entrando y saliendo con un sonido húmedo que delataba lo desesperada que estaba por él.—Estás goteando... —murmuró, con una mezcla de asco fingido y deseo vor
ANTES DE LEER Perdóname, Padre, porque estoy por pecar. Contenido: Romance prohibido, cura, sacrilegio, diferencia de edad. Este relato explora la delgada línea entre la salvación y la condenación. Si temas religiosos mezclados con lo erótico te incomodan, entonces esta confesión no es para tí. (***) Serena El sonido de mis tacones resonó con un eco sacrílego en el vacío de la iglesia. Era tarde, el sol ya se había puesto y las únicas luces que quedaban encendidas eran las velas que proyectaban sombras largas y danzantes sobre los bancos de madera antigua. El aire olía a incienso quemado, cera derretida y a ese silencio pesado que solo existe en la casa de Dios. Pero yo no estaba allí buscando paz. Mi cuerpo ardía con una fiebre que ninguna oración podía curar. Caminé directo hacia el confesionario de madera oscura al fondo del pasillo. Sabía que él estaba ahí. Siempre se quedaba hasta tarde, castigándose a sí mismo con el silencio, cumpliendo sus deberes con esa rigidez mi





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