—¡No estoy de acuerdo, Lyra! ¡Todavía eres muy joven, cariño! —protestó tía Sophia cuando Lyra le contó sus planes y propósitos.
—Pero, tía… ¿hasta cuándo debo seguir esperando? Ya tengo veinticinco años. Soy adulta, y tengo que buscar a mi madre. ¡Estoy segura de que sigue viva! Lyra se mantenía firme en su decisión de desenterrar lo que ocurrió hace quince años. Desde entonces, aquella mujer hermosa había vivido atormentada por los recuerdos de aquella tragedia. Le resultaba imposible olvidarla, y eso la consumía por dentro. Una vez más, las imágenes de aquel día volvían a perseguirla cada vez que cerraba los ojos. Sangre por todas partes. Personas siendo torturadas con una crueldad indescriptible. Y su padre… golpeado brutalmente por tres hombres desconocidos, hasta morir frente a sus propios ojos. —Tal vez ha llegado el momento de descubrir la verdad y enfrentar lo que pasó hace quince años… —Está bien, entonces déjame ayudarte —dijo Sophia, finalmente cediendo. Sacó una tarjeta de su cartera. —Ve y busca a esta persona. Estoy segura de que podrá ayudarte —le entregó la tarjeta a Lyra. Lyra la tomó y leyó el nombre impreso. —¿Adrian Damon? ¿Quién es él, tía? —preguntó con curiosidad. —Ve con el señor Adrian y dile que obtuviste su dirección por mí. Encontrarás tus respuestas, cariño. Con la tarjeta en mano, Lyra tomó un taxi hacia la dirección indicada. Llegó a una casa pintada de gris. Tocó el timbre. Un hombre joven, con el cabello peinado hacia atrás y vestido con camisa blanca, abrió la puerta. —¿Quién eres? —preguntó con una mirada fría. —Disculpe, señor. Estoy buscando al señor Adrian Damon. ¿Podría hablar con él? —Lyra dudó. El hombre frente a ella parecía demasiado joven para ser llamado “señor”, pero por cortesía, mantuvo el título. —¿Quién eres tú? —repitió el hombre de rostro oriental. —Soy Lyra, señor. Obtuve esta dirección de mi tía Sophia. Ella me pidió que lo buscara. El hombre se sorprendió al escuchar el nombre de Sophia. —Entra, hablemos adentro —dijo, pero Lyra no se movió. Aún no sabía si él era realmente Adrian Damon. —¿Por qué te quedas callada? ¿No viniste a buscarme? Vamos, hablemos adentro. —Perdón… ¿usted es Adrian Damon? —Lyra quiso asegurarse. El hombre sonrió y asintió, invitándola a entrar. Adrian le ofreció asiento frente a él. —¿Cómo está tía Sophia? ¿Y cómo la conoces? —preguntó con interés. —Vivo con ella. Me ha ayudado todo este tiempo. En realidad, no sé por qué me pidió que viniera a verte, pero dijo que tú podrías ayudarme —Lyra fue directa. No quería perder más tiempo. Tenía que descubrir qué pasó hace quince años y encontrar a su madre. —¿Qué es lo que quieres hacer? —preguntó Adrian de repente. Lyra dudó un momento, pero confiaba en Sophia. Sabía que ella la había enviado con la persona correcta. —Hace quince años presencié un asesinato brutal. Mi padre fue una de las víctimas. Durante todo este tiempo he guardado silencio, solo se lo conté a tía Sophia hace diez años, cuando ella me ayudó. Hasta hoy, esos recuerdos siguen persiguiéndome. Quiero descubrir lo que realmente ocurrió —dijo Lyra con rostro serio. —¿Sun Group? —dijo Adrian con seguridad. —¿Conoces esa gran empresa? Adrian sonrió con ironía. —Por supuesto. Mis padres también fueron víctimas. Pero si tu intención es vengarte por la muerte de tu padre, será difícil. Esa empresa es demasiado poderosa. Han construido una muralla de generosidad que nadie puede atravesar. Aunque reveláramos sus escándalos al mundo, nadie nos escucharía. ¿Sabías que hacen eventos benéficos cada semana? No escatiman en donar grandes sumas de dinero. Sus actos de caridad han borrado casi por completo sus pecados. —Parece que sabes mucho sobre Sun Group —Lyra reflexionó. Ella misma, que había intentado investigar, no sabía casi nada. Solo sabía que su padre trabajaba allí y estaba a punto de recibir una promoción. Pero antes de asumir el cargo, ocurrió el asesinato que Lyra presenció por accidente. —Trabajo en esa empresa. Me costó mucho entrar, pero hasta ahora no he podido vengar la muerte de mis padres —Adrian apretó los puños. La rabia lo invadía cada vez que recordaba lo sucedido. —Entonces ayúdame a entrar también —pidió Lyra con determinación. En lugar de responder, Adrian la observó de pies a cabeza. —¿Qué estás mirando, señor? —Lyra se sintió incómoda. —Deja de llamarme “señor”. Estoy seguro de que tenemos la misma edad —Adrian desvió la mirada, molesto por el trato formal. —Está bien, Adrian. Entonces, ayúdame a entrar en esa empresa —repitió Lyra con firmeza.