Mundo ficciónIniciar sesiónElla nació omega, el escalón más bajo de la manada. Pero la diosa de la Luna la había elegido para algo mucho más grande: convertirse en Luna. Cuando su destino se revela, el futuro alfa —ambicioso y cegado por el rango— la rechaza. Rota y humillada, huye de su hogar, y aun en la lejanía es perseguida. Es allí, entre el miedo y la oscuridad, donde aparece él:un joven misterioso, un vástago marcado por un poder que muchos temen… y otros desean destruir. Un protector silencioso que siempre llega en el momento exacto, como si su alma reconociera la de ella. Pero nada en el mundo sobrenatural es casualidad. La diosa tiene planes, y la conexión entre ambos despertará una fuerza antigua, prohibida y capaz de alterar el equilibrio de todos los reinos. Mientras la manada se hunde en mentiras y el alfa que la rechazó intenta recuperarla, una guerra silenciosa comienza a gestarse alrededor del poder del vástago… y del corazón de la omega. Porque cuando la Luna une dos almas, ni el destino, ni la manada, ni la oscuridad pueden detener lo que está destinado a renacer.
Leer másCapítulo 1: El rechazo del Alfa
La música resonaba en cada pared del salón principal de la Universidad de Ridgewood. Las luces de neón teñían el aire de un azul profundo, y el murmullo de risas, pasos y copas entrechocando se mezclaba con el ritmo grave de la música. Era una noche para celebrar. Los jóvenes lobos de la manada Lunargenta festejaban el fin del semestre con su tradicional fiesta universitaria, y nadie parecía recordar jerarquías ni protocolos. Nadie… excepto Daren Thorne. De pie junto a la barra, con una copa de whisky en la mano, Daren observaba el lugar con la misma seriedad que solía mostrar en los entrenamientos. Tenía el porte de quien había nacido para mandar: alto, de hombros amplios y mirada acerada. Su cabello negro, algo despeinado, caía sobre una frente marcada por una cicatriz fina que lo hacía parecer más salvaje. Vestía una camisa oscura, remangada hasta los codos, y unos vaqueros que no ocultaban su cuerpo trabajado. Era el futuro Alfa de Lunargenta, y todos lo sabían. Su nombre inspiraba respeto… y miedo. —Relajate un poco, hermano —le dijo Mason, su mejor amigo, dándole una palmada en el hombro—. Estás a una fiesta de parecer una estatua. —No me gustan las multitudes —respondió Daren sin apartar la vista del lugar. —No te gusta nada que no puedas controlar —rió Mason—. Ni siquiera la música. Daren iba a replicar, pero entonces ocurrió. Un aroma. Suave, dulce… inconfundible. Era como un soplo de vainilla mezclado con el bosque después de la lluvia. Su lobo interior se agitó de golpe, rugiendo en su mente con una sola palabra: “Compañera.” El corazón de Daren se detuvo. La copa se le resbaló de entre los dedos y se hizo añicos contra el suelo, pero él apenas lo notó. Todo su cuerpo se tensó, cada músculo atento, los sentidos alertas. —¿Qué demonios te pasa? —preguntó Mason, sorprendido. —Ella… —Daren inhaló hondo—. Está aquí. Siguió el aroma entre la multitud. Lo conducía como un faro invisible, atravesando risas, cuerpos danzantes y luces parpadeantes. Y entonces la vio. Estaba junto a la pared, con una copa de jugo en la mano, hablando con otra muchacha. Lyra Vane. El corazón de Daren dio un vuelco cuando su lobo dijo "Compañera" Lyra no era lo que él esperaba encontrar al final de su destino. Era pequeña, de figura delicada y rostro luminoso. Tenía el cabello color miel recogido en una trenza que caía sobre su hombro, y unos ojos grandes, de un azul tan claro que parecían reflejar el cielo invernal. Su piel era suave, pálida; su sonrisa, tímida. Pero...era una omega. Una joven de rango bajo. El tipo de loba que en las viejas tradiciones debía obedecer, no gobernar. Y sin embargo, cuando sus miradas se cruzaron, algo dentro de él ardió. Lyra lo sintió también. El mundo se detuvo. Todo el ruido del salón se volvió un murmullo lejano, como si el universo contuviera la respiración. Su corazón comenzó a latir con fuerza, y una corriente cálida le recorrió el pecho. No puede ser, pensó, con el alma temblando. Pero lo era. Su compañero. Su destino. Daren se acercó despacio. Cada paso parecía empujado por algo más fuerte que su voluntad. Lyra tragó saliva, nerviosa, pero no retrocedió. Cuando estuvo frente a ella, el aire se volvió denso. Su voz salió baja, casi un gruñido: —¿Cuál es tu nombre? —Lyra… Lyra Vane —respondió ella con un hilo de voz. Él la miró, recorriéndola con los ojos, atrapado entre la furia y el asombro. Su lobo rugía en su interior, impaciente. “Reclámala.” Y Daren cedió. Con un movimiento rápido, tomó su rostro entre las manos y la besó. El contacto fue como un rayo. Ambos sintieron el tirón del vínculo, una corriente eléctrica recorriendo sus cuerpos. Lyra se aferró a su camisa, con el corazón acelerado; Daren gruñó, sintiendo cómo el lazo se anclaba en lo más profundo de su alma. El beso fue breve pero intenso, un instante eterno donde todo cobró sentido. Y luego… la realidad. Daren se separó con la respiración entrecortada. Lyra lo miraba, con los labios temblorosos, y una sonrisa insegura floreciendo. Pero en los ojos de él había algo oscuro. El orgullo. El miedo. El peso de un destino que no quería. Le acarició la mejilla con el pulgar, como si el gesto pudiera suavizar lo que venía, y tras tomar una larga inspiración dijo con voz grave: —No puedo aceptarte. Lyra parpadeó, sin entender. —¿Qué…? —No puedo aceptarte —repitió él, con mayor frialdad—. No serás mi Luna. —Pero… somos compañeros, la diosa...— —Lo sé. —Sus ojos se endurecieron—. Pero no eres suficiente. Las palabras la golpearon como cuchillas afiladas. El lazo, que apenas había nacido, comenzó a desgarrarse, su corazón parecía fragmentarse. Un dolor insoportable se extendió por su pecho, haciéndola jadear. Daren también lo sintió, pero apretó los dientes, negándose a mostrarlo. Prefirió soportar el dolor a aceptar su destino. —Te libero del vínculo, Lyra Vane —murmuró, y en su voz resonó el poder ancestral del Alfa que sería. Una luz tenue, apenas visible, pareció brillar entre ambos… y luego se apagó. Lyra cayó de rodillas. Él se alejó, caminó hacia el exterior del lugar sin mirar atrás. Mason, que había presenciado la escena desde lejos, lo alcanzó afuera del edificio. —¿Qué demonios hiciste, Daren? —Lo que tenía que hacer. —¿Rechazar a tu compañera? Estás loco. —No puedo tener una Luna débil —escupió él—. No puedo permitir que el destino decida por mí. Mason lo observó un largo momento. —Quizás el destino no se deja rechazar tan fácilmente —dijo, antes de marcharse. Daren se quedó solo en el frío de la noche, con el aroma de Lyra aún quemándole los sentidos. Lyra permaneció allí, en el suelo, con las lágrimas mezclándose con el dolor del vínculo roto. Nadie se acercó. Nadie se atrevió a tocarla. Sabían lo que había pasado: el futuro Alfa había rechazado a su compañera. Y en su mundo, eso significaba humillación. Su amiga Nora la encontró más tarde, sentada afuera, abrazándose las rodillas. —Lyra, por los dioses… ¿qué pasó? Ella levantó la vista, los ojos enrojecidos. —Nada —susurró. —No me mientas. Lyra bajó la cabeza. —Encontré a mi compañero. —dijo la muchacha con tristeza. —¡Eso es fantástico amiga! ¿Quién es él? —preguntó Nora, pero de pronto se dio cuenta de que su amiga no tenía la felicidad típica de los lobos cuando encuentran a su pareja. —¿Qué pasó? —Él… me rechazó. Nora se quedó helada. Sabía lo que eso significaba. El dolor, la pérdida, el vacío que quedaba cuando el lazo se rompía. —Dime quién es —murmuró entre dientes—. Voy a darle una lección. Lyra intentó sonreír, pero no pudo. —Está bien. No vale la pena hacer nada, Nora. —¿Cómo que no? —replicó Nora con firmeza—.¡Es tu compañero! —espetó sintiéndose indignada —Él es quién debería cuidarte y amarte para siempre. —Pero, él no aceptó serlo —replicó la muchacha con tristeza. Nora la abrazó intentando contener su tristeza. —Vas a estar bien, Lyra. Te lo juro. Lyra asintió débilmente, aunque no lo creía. Esa noche, al llegar a su pequeño departamento, se miró al espejo. El reflejo mostraba a una chica con los ojos hinchados y la piel pálida. Pero detrás de su tristeza, había algo nuevo. Una chispa. Una promesa. No sabía que el destino, ese que Daren intentó rechazar, ya había empezado a reescribir su historia.Capítulo 13 —Despertar entre susurros Lyra abrió los ojos lentamente. El mundo a su alrededor estaba envuelto en penumbra; la luz de la ciudad se filtraba a través de las cortinas, dibujando líneas doradas sobre la alfombra del lugar donde se encontraba. La primera sensación que la golpeó no fue el frío ni el dolor: fue la seguridad. Estaba cálida, protegida, y alguien estaba cerca. Parpadeó varias veces, intentando enfocar la figura que se movía suavemente junto a la cama. Su corazón dio un vuelco al reconocer el contorno de aquel hombre que la había salvado, el mismo que la había sostenido entre sus brazos como si su vida dependiera de ello. Elián. Sus rasgos, que en la memoria se mezclaban con la niebla de la noche y su propio desconcierto, se revelaban con claridad ahora. Alto, imponente, con hombros amplios y musculatura marcada sin ser exagerada; cabello oscuro ligeramente despeinado; ojos que parecían penetrar incluso la más profunda mentira del mundo; y una mandíbula firme
Capítulo 12 —La Ruptura del Lazo La ciudad de Robena City estaba cubierta por la fría neblina del invierno. Lyra y Nora llevaban ya cuarenta días en ella, cuarenta días de dolor sordo y adaptabilidad forzada. Lyra caminaba apresuradamente por las calles mojadas, con el abrigo abrochado hasta el cuello y la bufanda tejida por Nora arrastrando en el suelo, buscando regresar a su pequeño departamento. La noche había caído con rapidez, y las luces amarillentas de las farolas se reflejaban en los charcos, creando reflejos temblorosos en el asfalto. Pero algo dentro de ella se sintió diferente a la habitual melancolía. Un tirón invisible, profundo y agonizante, comenzó a recorrer su pecho con una intensidad que nunca antes había experimentado. No era el dolor del rechazo, sino un desgarro total. Su respiración se volvió entrecortada, y un frío helado y paralizante se apoderó de sus extremidades. Cada paso se volvió un esfuerzo sobrehumano, como si su propia alma la estuviera abandonando
Capítulo 11 — Entre humanos y sombrasEl invierno en la ciudad humana era un susurro constante de viento frío y lluvia helada que golpeaba los techos y los adoquines de las calles. Lyra caminaba junto a Nora, envuelta en un abrigo oscuro, los dedos hundidos en los bolsillos, respirando hondo mientras sentía la humedad mezclarse con el aroma del pan recién horneado y el café que emergía de cada esquina. La rutina humana era un bálsamo silencioso, un ritmo que no exigía más que moverse, respirar y sobrevivir al día a día. Para Lyra, que había pasado semanas entre sombras, secretos y dolor, era un alivio casi desconocido.—Mira, ahí está la librería —dijo Nora señalando un local con ventanas amplias y luces cálidas—. Podríamos preguntar si necesitan alguien para ordenar estantes o dar recomendaciones a los clientes.Lyra asintió con un pequeño gesto de cabeza. Sus sentidos seguían alertas, pero de una manera distinta: ya no tenía que percibir la amenaza constante de la manada o la fría v
Capítulo 10 — Cuestión de vida o muerte La ciudad humana despertaba lentamente bajo un cielo grisáceo, salpicado por la llovizna fría de invierno que golpeaba los adoquines y los techos. Los coches pasaban raudos, los transeúntes cubiertos con bufandas y abrigos, ajenos al pequeño secreto que dos jóvenes recién llegadas escondían entre ellos. Lyra y Nora caminaban por la acera, sus pasos crujían sobre charcos helados mientras ajustaban los abrigos a sus cuerpos. El olor a pan recién horneado se mezclaba con la humedad de la lluvia, y Lyra respiró profundamente, sintiendo cómo el aire humano la envolvía y, por un instante, borraba la presión en su pecho que había arrastrado desde la manada. —Bien, lo primero es buscar un lugar donde quedarnos —dijo Nora, con una determinación que contrastaba con su rostro juvenil—. Por suerte, tengo un poco de dinero guardado, así que podemos alquilar algo decente. Lyra asintió, intentando no pensar demasiado en todo lo que habían dejado atrás. La
Capítulo 9 —Testigo invisible Dentro del vientre metálico del autobús, Lyra y Nora dormían plácidamente. El movimiento constante y el suave zumbido del motor las habían arrullado, permitiéndole a Lyra una tregua en su mente y en su corazón destrozado. Estaba apoyada en el hombro de Nora, su mejor amiga, su ancla, mientras el vehículo cruzaba el límite del territorio de la manada, adentrándose en el vasto mundo de los humanos. Afuera, la luna se alzaba enorme y pálida, bañando el camino con una luz plateada que era a la vez hermosa y desoladora.La loba no lo sabía, pero con cada kilómetro que se alejaba, algo dentro de ella comenzaba a cambiar. La tristeza no la estaba debilitando, sino que estaba sirviendo como un catalizador.El lazo con su origen —su manada, Daren, su pasado— se debilitaba con la distancia, no porque ella lo quisiera, sino por la naturaleza de su partida. Era una herida que cerraba, pero al hacerlo, dejaba espacio para que algo latente, algo silenciado por la ru
Capítulo 8 — Nuevos caminosMientras Lyra y Nora se alejaban, dejando atrás los límites familiares de la manada, Selene estaba en el lujoso salón de la mansión Thorne. La atmósfera era pesada, cargada con el aroma a cedro y victoria recién cosechada. Se servía una copa de vino tinto, el líquido oscuro reflejando la luz tenue de una araña de cristal. El suave tintineo del cristal al chocar contra el decantador era el único sonido que rompía el silencio tenso. Su padre, un hombre imponente de mirada calculadora, la observaba desde el sillón de cuero frente a la chimenea. El fuego crepitaba perezosamente, incapaz de disipar la frialdad que irradiaba Selene.—¿Estás satisfecha? —preguntó él, su voz grave, sin inflexión. Sus ojos, idénticos a los de su hija en su ambición, escrutaban cada uno de sus gestos.Selene levantó la copa, observando cómo la luz se refractaba en el vino. Una sonrisa fina y cruel se dibujó en sus labios, la sonrisa de quien ha movido las piezas de un juego a su
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