Destino bajo la Luna azul

Destino bajo la Luna azulES

Hombre lobo
Última actualización: 2025-12-11
Amara Blacke  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Ella nació omega, el escalón más bajo de la manada. Pero la diosa de la Luna la había elegido para algo mucho más grande: convertirse en Luna. Cuando su destino se revela, el futuro alfa —ambicioso y cegado por el rango— la rechaza. Rota y humillada, huye de su hogar, y aun en la lejanía es perseguida. Es allí, entre el miedo y la oscuridad, donde aparece él:un joven misterioso, un vástago marcado por un poder que muchos temen… y otros desean destruir. Un protector silencioso que siempre llega en el momento exacto, como si su alma reconociera la de ella. Pero nada en el mundo sobrenatural es casualidad. La diosa tiene planes, y la conexión entre ambos despertará una fuerza antigua, prohibida y capaz de alterar el equilibrio de todos los reinos. Mientras la manada se hunde en mentiras y el alfa que la rechazó intenta recuperarla, una guerra silenciosa comienza a gestarse alrededor del poder del vástago… y del corazón de la omega. Porque cuando la Luna une dos almas, ni el destino, ni la manada, ni la oscuridad pueden detener lo que está destinado a renacer.

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Capítulo 1

El rechazo del Alfa

Capítulo 1: El rechazo del Alfa

La música resonaba en cada pared del salón principal de la Universidad de Ridgewood. Las luces de neón teñían el aire de un azul profundo, y el murmullo de risas, pasos y copas entrechocando se mezclaba con el ritmo grave de la música.

Era una noche para celebrar. Los jóvenes lobos de la manada Lunargenta festejaban el fin del semestre con su tradicional fiesta universitaria, y nadie parecía recordar jerarquías ni protocolos. Nadie… excepto Daren Thorne.

De pie junto a la barra, con una copa de whisky en la mano, Daren observaba el lugar con la misma seriedad que solía mostrar en los entrenamientos. Tenía el porte de quien había nacido para mandar: alto, de hombros amplios y mirada acerada. Su cabello negro, algo despeinado, caía sobre una frente marcada por una cicatriz fina que lo hacía parecer más salvaje. Vestía una camisa oscura, remangada hasta los codos, y unos vaqueros que no ocultaban su cuerpo trabajado.

Era el futuro Alfa de Lunargenta, y todos lo sabían.

Su nombre inspiraba respeto… y miedo.

—Relajate un poco, hermano —le dijo Mason, su mejor amigo, dándole una palmada en el hombro—. Estás a una fiesta de parecer una estatua.

—No me gustan las multitudes —respondió Daren sin apartar la vista del lugar.

—No te gusta nada que no puedas controlar —rió Mason—. Ni siquiera la música.

Daren iba a replicar, pero entonces ocurrió.

Un aroma.

Suave, dulce… inconfundible.

Era como un soplo de vainilla mezclado con el bosque después de la lluvia.

Su lobo interior se agitó de golpe, rugiendo en su mente con una sola palabra:

“Compañera.”

El corazón de Daren se detuvo. La copa se le resbaló de entre los dedos y se hizo añicos contra el suelo, pero él apenas lo notó. Todo su cuerpo se tensó, cada músculo atento, los sentidos alertas.

—¿Qué demonios te pasa? —preguntó Mason, sorprendido.

—Ella… —Daren inhaló hondo—. Está aquí.

Siguió el aroma entre la multitud. Lo conducía como un faro invisible, atravesando risas, cuerpos danzantes y luces parpadeantes.

Y entonces la vio.

Estaba junto a la pared, con una copa de jugo en la mano, hablando con otra muchacha. Lyra Vane.

El corazón de Daren dio un vuelco cuando su lobo dijo "Compañera"

Lyra no era lo que él esperaba encontrar al final de su destino.

Era pequeña, de figura delicada y rostro luminoso. Tenía el cabello color miel recogido en una trenza que caía sobre su hombro, y unos ojos grandes, de un azul tan claro que parecían reflejar el cielo invernal. Su piel era suave, pálida; su sonrisa, tímida.

Pero...era una omega.

Una joven de rango bajo.

El tipo de loba que en las viejas tradiciones debía obedecer, no gobernar.

Y sin embargo, cuando sus miradas se cruzaron, algo dentro de él ardió.

Lyra lo sintió también.

El mundo se detuvo.

Todo el ruido del salón se volvió un murmullo lejano, como si el universo contuviera la respiración.

Su corazón comenzó a latir con fuerza, y una corriente cálida le recorrió el pecho.

No puede ser, pensó, con el alma temblando. Pero lo era.

Su compañero. Su destino.

Daren se acercó despacio. Cada paso parecía empujado por algo más fuerte que su voluntad.

Lyra tragó saliva, nerviosa, pero no retrocedió.

Cuando estuvo frente a ella, el aire se volvió denso.

Su voz salió baja, casi un gruñido:

—¿Cuál es tu nombre?

—Lyra… Lyra Vane —respondió ella con un hilo de voz.

Él la miró, recorriéndola con los ojos, atrapado entre la furia y el asombro.

Su lobo rugía en su interior, impaciente.

“Reclámala.”

Y Daren cedió.

Con un movimiento rápido, tomó su rostro entre las manos y la besó.

El contacto fue como un rayo.

Ambos sintieron el tirón del vínculo, una corriente eléctrica recorriendo sus cuerpos.

Lyra se aferró a su camisa, con el corazón acelerado; Daren gruñó, sintiendo cómo el lazo se anclaba en lo más profundo de su alma.

El beso fue breve pero intenso, un instante eterno donde todo cobró sentido.

Y luego… la realidad.

Daren se separó con la respiración entrecortada.

Lyra lo miraba, con los labios temblorosos, y una sonrisa insegura floreciendo.

Pero en los ojos de él había algo oscuro.

El orgullo.

El miedo.

El peso de un destino que no quería.

Le acarició la mejilla con el pulgar, como si el gesto pudiera suavizar lo que venía, y tras tomar una larga inspiración dijo con voz grave:

—No puedo aceptarte.

Lyra parpadeó, sin entender.

—¿Qué…?

—No puedo aceptarte —repitió él, con mayor frialdad—. No serás mi Luna.

—Pero… somos compañeros, la diosa...—

—Lo sé. —Sus ojos se endurecieron—. Pero no eres suficiente.

Las palabras la golpearon como cuchillas afiladas.

El lazo, que apenas había nacido, comenzó a desgarrarse, su corazón parecía fragmentarse.

Un dolor insoportable se extendió por su pecho, haciéndola jadear.

Daren también lo sintió, pero apretó los dientes, negándose a mostrarlo. Prefirió soportar el dolor a aceptar su destino.

—Te libero del vínculo, Lyra Vane —murmuró, y en su voz resonó el poder ancestral del Alfa que sería.

Una luz tenue, apenas visible, pareció brillar entre ambos… y luego se apagó.

Lyra cayó de rodillas.

Él se alejó, caminó hacia el exterior del lugar sin mirar atrás.

Mason, que había presenciado la escena desde lejos, lo alcanzó afuera del edificio.

—¿Qué demonios hiciste, Daren?

—Lo que tenía que hacer.

—¿Rechazar a tu compañera? Estás loco.

—No puedo tener una Luna débil —escupió él—. No puedo permitir que el destino decida por mí.

Mason lo observó un largo momento.

—Quizás el destino no se deja rechazar tan fácilmente —dijo, antes de marcharse.

Daren se quedó solo en el frío de la noche, con el aroma de Lyra aún quemándole los sentidos.

Lyra permaneció allí, en el suelo, con las lágrimas mezclándose con el dolor del vínculo roto.

Nadie se acercó. Nadie se atrevió a tocarla.

Sabían lo que había pasado: el futuro Alfa había rechazado a su compañera.

Y en su mundo, eso significaba humillación.

Su amiga Nora la encontró más tarde, sentada afuera, abrazándose las rodillas.

—Lyra, por los dioses… ¿qué pasó?

Ella levantó la vista, los ojos enrojecidos.

—Nada —susurró.

—No me mientas.

Lyra bajó la cabeza.

—Encontré a mi compañero. —dijo la muchacha con tristeza.

—¡Eso es fantástico amiga! ¿Quién es él? —preguntó Nora, pero de pronto se dio cuenta de que su amiga no tenía la felicidad típica de los lobos cuando encuentran a su pareja. —¿Qué pasó?

—Él… me rechazó.

Nora se quedó helada.

Sabía lo que eso significaba. El dolor, la pérdida, el vacío que quedaba cuando el lazo se rompía.

—Dime quién es —murmuró entre dientes—. Voy a darle una lección.

Lyra intentó sonreír, pero no pudo.

—Está bien. No vale la pena hacer nada, Nora.

—¿Cómo que no? —replicó Nora con firmeza—.¡Es tu compañero! —espetó sintiéndose indignada —Él es quién debería cuidarte y amarte para siempre.

—Pero, él no aceptó serlo —replicó la muchacha con tristeza. Nora la abrazó intentando contener su tristeza.

—Vas a estar bien, Lyra. Te lo juro.

Lyra asintió débilmente, aunque no lo creía.

Esa noche, al llegar a su pequeño departamento, se miró al espejo.

El reflejo mostraba a una chica con los ojos hinchados y la piel pálida.

Pero detrás de su tristeza, había algo nuevo.

Una chispa.

Una promesa.

No sabía que el destino, ese que Daren intentó rechazar, ya había empezado a reescribir su historia.

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