Capítulo 9 —Testigo invisible
Dentro del vientre metálico del autobús, Lyra y Nora dormían plácidamente. El movimiento constante y el suave zumbido del motor las habían arrullado, permitiéndole a Lyra una tregua en su mente y en su corazón destrozado. Estaba apoyada en el hombro de Nora, su mejor amiga, su ancla, mientras el vehículo cruzaba el límite del territorio de la manada, adentrándose en el vasto mundo de los humanos. Afuera, la luna se alzaba enorme y pálida, bañando el camino con una luz plateada que era a la vez hermosa y desoladora.
La loba no lo sabía, pero con cada kilómetro que se alejaba, algo dentro de ella comenzaba a cambiar. La tristeza no la estaba debilitando, sino que estaba sirviendo como un catalizador.
El lazo con su origen —su manada, Daren, su pasado— se debilitaba con la distancia, no porque ella lo quisiera, sino por la naturaleza de su partida. Era una herida que cerraba, pero al hacerlo, dejaba espacio para que algo latente, algo silenciado por la ru