Melisa tenía la vida resuelta: un buen trabajo como secretaria de gerencia, una boda en puertas y una mejor amiga que conocía sus secretos… hasta que una imagen enviada en plena reunión universitaria lo destruye todo. Traicionada por los dos pilares más importantes de su vida, huye esa misma noche y termina en la cama de un completo desconocido. Al día siguiente, la cruda realidad: ese hombre no era otro que su jefe. Decidida a desaparecer antes de que él descubra quién es, Melisa inicia un juego de huidas, secretos y verdades a medias… pero el destino tiene otros planes. Romance, drama, humor y un toque de venganza se entrelazan en una historia donde nadie es quien parece ser, y donde el amor más inesperado podría ser el más real.
Leer másLa fiesta de graduación estaba llena de luces cálidas y música emocionante, Melisa estaba de pie en la entrada como el hada de un cuento, atrayendo la mirada de todos.
Llevaba un vestido de noche blanco tan ajustado que delineaba cada curva de su cuerpo, su cabello de color nogal le llegaba hasta la cintura, cubriendo el enorme escote de su espalda. Su piel blanca como la porcelana, y sus ojos, esos hermosos y rasgados ojos que tenían el magnetismo salvaje de una gata de un color que no podía definirse entre verde uva o celeste. Era el tipo de mujer que recordarías, incluso si solo la conocieras una vez en la vida.
Se movía entre sus compañeros con una gracia que atraía miradas de asombro, se podía oír el murmullo de voces conocidas susurrando:
-- Por dios mujer ¡Estás guapísima! –
-- Esta tan hermosa que no la reconocí –
-- Que ha hecho estos meses, la pandemia parece haberle favorecido –
Melisa mostraba una leve sonrisa, su corazón estaba llenó de expectativas por su prometido Francisco, a sus 25 años era un ingeniero reconocido y un excelente hacker, pero eso no lo sabía, aún.
Melisa siempre lo ha admirado, aunque él muchas veces ha sido frio con ella, Meli siempre consigue entenderlo, imaginando que se debe al cansancio de su trabajo, al estrés o a la pandemia misma. Mira alrededor y se da cuenta que algunos de sus compañeros ya no estaban con ellos, está reunión era en parte una celebración por la vida y por los sobrevivientes.
La pandemia los ha separado un buen tiempo, aunque se llamaban por video todo el tiempo, no era igual, a menudo se ha sentido ignorada por él por eso se ha preparado cuidadosamente para esta fiesta, ya que piensa darle una sorpresa al salir de aquí.
-- Estás hermosa Meli – le dijo Jenny.
-- ¿Te parece? Yo creo que estoy normal… como siempre –
-- ¡oh no amiga! Para nada se puede llamar normal a ese vestido – exclama Jenny con admiración.
-- ¿Y Sofia? ¿no vino? – le pregunto Carla al verla mientras sirve una copa de vino, ella era otra de las chicas que forman su grupo de estudio, y le llamó la atención ver que faltaba una de las más cercanas a Melisa.
-- No – respondio Melisa tranquila al recibir su copa. – Dijo que se sentía mal. Así que prefirió no arriesgarse – le respondió Melisa con naturalidad. Carla levantó una ceja al oírla, hacia solo un día que hablo con Sofia y la notó más sana y feliz que nunca.
Jenny siempre directa soltó una carcajada.
-- ¿Sofia enferma guardando reposo un viernes por la noche? Eso sí que es nuevo – Carla sonrió con cierta tensión, porque en el fondo, intuía que algo no cuadraba.
Todos sabían cómo era Sofia y desde que la pandemia terminó no había dejado de salir de fiesta cada fin de semana.
Melisa sonrió. Sofía siempre era la primera en llegar y la última en irse cuando se trataba de eventos sociales. Que no estuviera presente de hecho era extraño… pero no imposible. Melisa no veía nada extraño en eso. Al menos todavía no.
Pero todo cambio y la reunión se fue al demonio solo minutos antes de la media noche, cuando Marcelo el amigo de todos, tomó un celular del suelo y en voz alto dijo.
-- Perdón, ¿alguien perdió esto? – nadie respondió,
-- Bueno, veamos pues si tiene código – bromeó, y antes de que alguien pudiera detenerlo, conectó el teléfono al puerto HDMI. Y ahí, en la enorme pantalla frente a todos, apareció una imagen.
¡Pero que imagen!
Una cama desordenada, dos cuerpos entrelazados. Sudor. Intimidad brutal y ahí estaba su mejor amiga, Sofía. Montada sobre el cuerpo de un hombre que la besaba con una entrega que no dejaba lugar a dudas, en un abrazo demasiado íntimo como para confundirlo con algo platónico, ambos sonriendo como si acabaran de ganarse la lotería sexual. Y el hombre… alguien que ella conocía muy bien… Francisco su prometido.
Melisa se sintió asfixiada. El mundo se detuvo por un segundo ante ella, o ¿quizá fue solo su corazón?, no lo sabía. Pero en ese momento ella dejó de respirar, no podía, era una presión que empezaba en el estómago y subía como humo tóxico hasta su pecho.
La sala enmudeció antes de estallar en murmullos venenosos, exclamaciones y discusiones una tras otra,
-- ¿Es Francisco? – murmuró alguien.
-- ¡Ay Dios! – gritó Carla, tapándose la boca. Melisa bebió el contenido de su copa de un solo trago, mirando la pantalla con los ojos bien abiertos, sin querer creer lo que veía. Dejó su copa, para luego tomar otra y luego otra más. Los comentarios la envolvían como cuchillos lanzados al azar.
-- ¡Wao eso sí que es fuerte! – se escuchó de pronto otra voz en medio del salón.
-- ¡Esperen un momento! ¿Ese no es Francisco el prometido de…? –
Y entonces todas las miradas se posaron en ella, Melisa.
Melisa se quedó aturdida, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo, la sangre se le había congelado. La humillación y la vergüenza fueron como una ola que la ahogó por completo. Sus mejillas se encendieron, luego palidecieron al segundo, sus puños se cerraron inconscientemente, consiguiendo que sus uñas se clavaran en sus palmas.
En medio de las miradas inquisitivas, compasivas y chismosas, ella se sintió desnuda y expuesta frente a todos. En ese momento un pensamiento cruzó por su mente:
--Esto no fue un accidente, sino una humillación cuidadosamente planeada por alguien que la odia –
En ese momento Carla no sabía que hacer, Jenny había corrido hasta la pantalla para quitar la imagen. Pero Melisa no escuchó más. No quiso.
-- ¿Y ella no es Sofia? Ja, ja, ja… ya sabemos porque no vino a la reunión – seguían escuchándose los murmullos.
Melisa no aguanto más y salió iracunda,
--Disculpen – fue todo lo que dijo antes de alejarse tambaleando del salón, atravesó los pasillos del hotel sin dirección. Apenas veía por dónde caminaba, hasta que llegó al bar e ingresó sin pensarlo, oír la música suave y esas luces bajas era lo que necesitaba, que nadie la mirara como lo habían hecho momentos atrás.
Se sentó sola en una de las mesas más alejadas y pidió una copa, luego otra. Bebía con rapidez, con urgencia, como si el alcohol pudiera arrancarle las imágenes que tenía en la cabeza. Estaba ocupada recordando cada mentira que le había dicho Francisco desde que lo conoció, cada recuerdo de él junto a Sofia, cuando le dijo que la ayudaría con un tema de su trabajo, molestándola por haberse puesto celosa al saber que la pandemia los tomó desprevenidos, y mientras Francisco no iba a verla por miedo a contagiarse, accedía a visitar a Sofia, según él “porque era trabajo”… “es solo tu amiga”, “no seas celosa" le había dicho en cada ocasión.
-- ¡Maldito! – exclamó para sí. Todo el salón de fiesta la había visto romperse. Como si su dolor fuera parte del espectáculo. Como si fuera entretenimiento puro.
Una hora después salió del bar tambaleándose, con pazos zigzagueantes, había olvidado donde estaba y lo que pasó. No sabía adónde iría, pero necesitaba aire. Pasó frente al ascensor, no se detuvo, sus pies la llevaron por un pasillo largo y oscuro. El tacón derecho se le dobló y casi cae al piso, tropezando contra un pecho sólido como una muralla.
-- ¡Cuidado mujer! – escuchó de pronto una voz masculina y sexi que le alborotó los sentidos, y pensó… “Eso es precisamente lo que necesito para vengarme de esos idiotas”, levantó la mirada. La tenue luz del pasillo no le permitió ver claramente su rostro. Pero su voz… su presencia… había algo magnético. Algo que, sin saber por qué, la atraía.
-- Lo siento señor – se disculpó, pero no se apartaba de ahí, sus manos subieron para recorrer el cuerpo del hombre frente a ella, sin querer una de ellas rozo cierta parte de él provocando una reacción inmediata, sintiendo el calor traspasar la tela.
-- Te cuidado, no querrás despertar al dragón – escuchó nuevamente esa voz, esta vez parecía estar disfrutando lo que pasaba, para ella era el momento perfecto para actuar.
-- ¿Podrías ayudarme a olvidar? – preguntó mientras arrastraba la voz, y su mano volvía a bajar en busca del peligro. El hombre no la alejó, al contrario, llevó su propia mano y tomó la de Melisa, llevándola hasta su cremallera, al lugar donde el dragón comenzaba a despertar.
-- ¿Estás segura? – le preguntó sorprendiéndose de su actitud, nunca antes habría caído en los brazos de alguna desconocida, pero Melisa tenía algo que lo comenzaba a enloquecer.
-- Más que nunca. Eso es, quiero este dragón – dijo ella y el hombre sin poder alejarla y sin saber quien era debido a la poca luz, la acercó más a él.
-- No te vas a arrepentir después. Parece que estas ebria – susurró muy cerca de su oído, pero Melisa negó, esa voz y su aliento habían despertado su deseo, quería a ese hombre y lo tendría para ella, aunque deba pagar por él.
-- No estoy borracha y no, no me voy a arrepentir –
-- Eso mismo dice la gente que está con tragos – le dice e intenta alejarla un momento mirarla bien, pero Melisa no lo deja, pegándose más a él, oliendo su perfume, caro y varonil, como madera con especias o un whisky imposible de pronunciar.
-- ¿Me vas a dar un sermón o me vas a ayudar? – le preguntó ella en el oído, consiguiendo que todo su cuerpo reaccione nuevamente, algo que nunca ninguna otra mujer había logrado hacer.
-- ¡No!, solo voy a hacer lo que tu quieras… así que dime ¿Qué deseas? –
-- Venganza – susurró ella,
-- ¿Y cómo piensas conseguirla? – le preguntó él.
Melisa se alejó un centímetro, intentó mirarlo, pero fue imposible, sus ojos no llegaban a enfocar. Él no se apartó, en lugar de eso la sostuvo con más fuerza, como si entendiera lo que ella necesitaba y luego como si el destino hubiera jugado a su favor Melisa se lanzó sobre él. Besando sus labios con una pasión infinita.
El hombre que también había bebido, la levantó en sus brazos, besándola caminó por el pasillo y no se detuvo hasta su habitación.
No encendió la luz, no la necesitaba. Los besos llenos de pasión de Melisa lo tenían embrujado. La ropa comenzó a caer sobre la alfombra, los jadeos de placer se comenzaron a escuchar, nada tenía sentido, pero si lo tenía al mismo tiempo.
Melisa hizo cosas que nunca antes había hecho.
“Un siempre juntos”El jardín de la mansión Novak brillaba con esa luz dorada que solo llega al final de una tarde feliz. Las risas infantiles llenaban el aire. Bastián, ahora con nueve años, corría por el césped con sus hermanos menores, los mellizos Emiliano y Aurora, de dos años, mientras Emma, más alta, más sabia a sus nueve parecía ahora mayor que él. Y los observaba desde el columpio, cuidándolos con la dulce paciencia que la caracterizaba desde siempre.En la terraza, Felipe y Antón compartían una copa con Sebastián mientras que Melisa conversaba con la abuela Cata y don Santiago, quienes no se perdían ni un solo gesto de sus bisnietos.-- Tienes suerte, hermano – le dijo Felipe mientras alzaba la copa. --Tres hijos, con una mujer como Melisa… ¿Qué más podrías pedir? –Sebastián suspiró sin quitar la vista de su esposa. Estaba sentada en uno de los sillones de ratán, con un vestido blanco suelto, descalza, riendo por algo que la pequeña Aurora le contaba con un balbuceo incompr
Sebastián contuvo el aliento, su mano presionó la de su esposa.-- ¿Hay algún problema? – preguntó, tratando de mantener la calma.La doctora sonrió de repente.-- Ningún problema señor Novak. Pero sí una gran sorpresa. ¡Felicitaciones, van a ser padres de…! – hizo una pausó para asegurarse de que veía bien lo que mostraba la pantalla. – ahí están… dos bebés. Mellizos señores. Un niño y una niña –-- ¿Qué? – Melisa giró el rostro con la boca entreabierta.-- ¿Dos? – Sebastián se puso de pie sin soltar su mano. -- ¿Está usted segura doctora? –-- Muy segura. Acá están, dos corazones, dos perfiles, dos vidas latiendo dentro de usted – la doctora señaló la pantalla con orgullo profesional.-- Se ven sanos y fuertes. Están de casi doce semanas –Sebastián se quedó mirando la imagen borrosa con lágrimas en los ojos. Melisa, con el corazón desbordando de amor, se echó a reír entre lágrimas.-- Bastián va a gritar de la felicidad – susurró Melisa al pensar en su hijo mayor y el deseo que con
Sebastián besó a su esposa suavemente en la sien.-- Me preguntó si Bastián se sentirá desplazado cuando se entere de este embarazo – susurró al verlo correr por el jardín al lado de Emma.-- ¿Sabes qué creo? Que ese niño te ama tanto, que podría compartirte con el mundo entero y aún se sentiría especial. Porque tú haces que cada persona a tu alrededor se sienta única.Ella giró para mirarlo. El brillo en los ojos de Sebastián le arrancó una sonrisa llena de emoción.-- ¿Cómo haces para decir siempre lo que uno quiere escuchar? –-- Solo digo lo que siento cariño, y te lo digo con amor – volvió a besarla. – Además, pase demasiados años en silencio, y ahora que tengo la posibilidad de amarte de frente, no pienso callarme ni un segundo –Los invitados de la fiesta comenzaron a llegar a eso de las cuatro de la tarde. Bastián acompañado de Emma estaba de pie en el umbral, esperando como dignos anfitriones a todos los invitados. Y como cada cumpleaños, los niños que habían estado en la cas
Ahora, el destino los llamaba a volver, eran las raíces de Emm y las de su pareja Antón, en Bogotá Felipe no tenía a nadie, asi que no fue difícil alejarse de allí. Y Emma, ahora con siete años, no podía esperar a reencontrarse con el niño que una vez le regaló una corona de cartón decorada con brillantina y le dijo: “Tú también puedes ser la princesa si quieres”...Melisa había despertado con el aroma dulce del café mezclado con pan tostado que se podía oler en toda la mansión, al menos ella lo podía hacer. Se había dado cuenta de que su olfato estaba mucho más sensible de un tiempo atrás.Un silencio extraño para ser una mañana en que su hijo normalmente los despertaba gritando algún nuevo descubrimiento, o con la cuenta regresiva para volver a ver a su amiga Emm.Melisa se sentó, se estiró despacio y sonrió al recordar la noche anterior. Sebastian cada día estaba más apasionado y algunas de las noches como la de ayer no la dejó dormir mucho.-- ¿Y Bastián? – preguntó, medio dormida
Cerca del anochecer, llegó el momento del pastel.El bizcocho de cuatro pisos tenía forma de tren, con vagones llenos de dulces y un farol iluminado al frente. Bastián sopló las velas rodeado de sus amigos, mientras Sebastián lo alzaba en brazos para que todos pudieran verlo.-- ¡Pide un deseo Bastián! – le gritó Emma desde su lugar. Bastián cerró los ojos. Pensó en lo que más deseaba en ese momento, luego sonrió.-- Deseo ser feliz para siempre con mi familia! Y que tu también lo seas – esa ultima parte solo la dijo para él mientras miraba a su nueva amiga Emma.La ovación fue inmediata, el niño apago las velas de un soplido y observó a Emma aplaudirlo feliz.Felipe que estaba muy cerca de los dos observó la escena en compañía de su pareja, había visto a su sobrino preferido de la mano de la pequeña Emma y al preguntar por ella se enteró de que era huérfana.Algo dentro de él se oprimió, tomó la mano del hombre a su lado mientras su mente corría a mil...Antes de separarse la niña se
Horas después, la brisa suave que se colaba por las ventanas los acariciaba como un susurro.Melisa descansaba con la cabeza sobre el pecho de Sebastián, su mano sobre su abdomen. Él acariciaba su cabello en silencio, con los ojos cerrados y una sonrisa pequeña, casi secreta.-- ¿Qué estás pensando? – le preguntó ella, aún con voz ronca por el deseo.-- Que este es el lugar exacto donde quiero morir… cuando sea viejo, con canas, contigo a mi lado, sintiendo tus brazos asi como ahora, y tu igual de hermosa –Ella rió, bajito.-- No digas eso. Que me asustas –-- Solo es que… esto es paz mi vida. Esto es amor. Y lo tuvimos todo este tiempo al alcance de la mano… y no lo supimos ver –-- Sí lo sabíamos. Pero yo tuve miedo –-- Lo tuvimos los dos cariño – le dijo él acariciando su mejilla. -- Pero ahora ya no ¿verdad? –Melisa lo miró largo rato, antes de asentir y responder.-- Ahora ya no – lo besó despacio, como si sellara un pacto sagrado.Y así, entre caricias suaves y palabras sin d
Último capítulo