Mariel con una ceja levantada observaba el comportamiento de Sebastian, algo dentro de ella se activó. Hace una década que está detrás de ese hombre, en su vida se había propuesto ser la esposa del Presidente Novak, pero las cosas nunca salían como quería. Cada vez que se enteraba de que él asistiría a una evento lejos de la ciudad ella se las arreglaba para asistir también, sin embargo, su fiel asistente Daniel siempre se había encargado de alejarla, esta vez ella notó que Daniel no estaba allí, viendo la posibilidad de que su esperado plan por fin de frutos.
-- Sebas, sabes que estoy con el equipo de inversiones de la Corporación Zafiro – le dijo, y tomó su brazo apoyándose con familiaridad sobre él. -- Me encantaría ponernos al día. ¿Tienes un momento para mí? – su voz melosa comenzaba a molestar al jefe, la forma como lo llamó también, los únicos que podían llamarlo así eran sus abuelos, y no lo hacían nunca porque sabían que a él le molestaba demasiado.
De pronto Sebastian giró hacia Melisa, quitando el brazo de Mariel sobre él, lo hizo con una velocidad tan perfecta que Mariel casi cae del impacto.
-- Meli, cariño – le dijo, tomando su mano sin anunciarle. -- ¿Puedes quedarte conmigo un momento? No quiero separarme de ti – el cerebro de Melisa explotó en ese momento, Marcelo que estaba ahí junto a Melisa dispuesto a disculparse se quedó con la boca abierta.
-- ¿Él es? – preguntó asombrado, imaginando que había escuchado mal, pero Sebastian no conforme con eso se acercó un poco más y la jaló hacia él, pegando su nariz en su pecho.
-- Cariño, me presentas a tu amigo – Melisa abrió la boca para protestar, no sabía lo que le estaba pasando a su jefe, Marcelo escuchó a Sebastian y estiró su mano obediente mientras mencionaba su nombre, conocía muy bien quien era el presidente de la empresa Novak, y sabía lo que representaba ser un conocido de él.
-- Marcelo Brown para servirlo señor Novak – Sebastian no respondió el saludo, se limitó a levantar el mentón de manera amenazadora,
-- Lo siento debo buscar a mis compañeros – Marcelo bajo la mirada y salió huyendo de allí, Melisa lo vio huir como una rata. No creía en su inocencia, estaba segura de que se había coludido con Sofia para desafiarla.
Melisa todavía en shock miró a su jefe, quería una explicación sobre quien era la pelirroja que comenzaba a mirarla con frustración.
-- ¿Cariño?, ¿Perdón? – le susurró a Sebastian cuando logró alejarse un poco de él, aunque lo hizo en voz baja y estirándose hacia su oído, lo que más que un regaño, pareció un coqueteo, momento de intimidad entre ellos dos.
-- Ella es Mariel, es una exnovia. Ya sabes cómo es esto… mejor no darle ideas erróneas desde el comienzo – le susurró también cerca del oído, solo para ella, pero con una voz suficiente elevada como para que la otra mujer lo escuchara a la perfección.
Mariel palideció un segundo. Pero lo ocultó muy bien, luego sonrío con esa falsedad exquisita, no creía en ese cuento de Sebastian y esa mujercita atorrante, pero tenía tres días para desenmascararlo.
-- No sabía que estabas con alguien, felicidades por ti – le dijo mirando a Melisa de arriba abajo. – Veo que tus gustos han cambiado demasiado – sonrió provocativa, obviamente le estaba declarando la guerra a Melisa.
-- ¿No entiendo a qué te refieres? – preguntó Melisa molesta.
-- Cariño es que eres… eres tan particular – volvió a sonreír, y Melisa asintió con una sonrisa letal.
-- Gracias por tu comentario ¿Mariel no? –
-- Asi es Mariel Vergara su ex novia – la mujer estira su mano esperando que Melisa la tome, pero no fue asi. Meli hizo lo mismo que Sebastian había hecho con Marcelo, después de la conversación de anoche, ya no le importaba mucho mantener ese puesto, y menos lucharía por su contratación definitiva.
Melisa la miró de arriba abajo, no iba a permitir que la menospreciara.
-- ¿Ya sabes? A veces lo particular suele durar más que lo predecible – Mariel no recibió de buena manera el comentario de Melisa, miró a Sebastian, pero esté la ignoro, asi que no tuvo más remedio que despedirse y alejarse de ahí, dejándolos solos.
-- ¿Qué fue eso? –
-- Una salvación créeme – Melisa lo miró desconcertada. Nunca la habían utilizado de esa manera.
-- ¿Por qué lo hiciste? Acaso ¿Sabías que estaba aquí? –
-- No. Pero cuando la vi venir con esa mirada de “aún puedo atraparte”, supe que necesitaba un anzuelo. Y tú, señorita Hart, estuviste perfecta. “A veces lo particular suele durar más que lo predecible” – repitió lo que Melisa había dicho, intentando imitar su voz. Pero Melisa no lo dejaría pasara tan rápido. -- Espectacularmente matadora – continua, pero Melisa se mantenía sería.
-- ¿Eso soy señor Novak? Un anzuelo – Sebastian puso cara de arrepentimiento, no esperaba que su secretaria se comporte así,
-- Lo siento Melisa, pero si lo ves desde otro ángulo, acabas de hacer por mí, lo mismo que hice yo por ti ese viernes por la noche en el hotel – esa respuesta tampoco se la esperaba ella, pero debía considerar que el hombre tenía razón.
Esta vez ella era quien lo estaba ayudando a liberarse de una ex, lo mismo que hizo él en el pasado cuando quiso vengarse de su Francisco y su Sofia.
-- Pero no voy a negar que fuiste un anzuelo muy elegante – le sonrió, con esa expresión arrogante que ella comenzaba a reconocer y que la volvía loca por dentro. Melisa lo empujo levemente en el hombro y continuó su caminata, el día recién comenzaba.
La mañana pasó entre exposiciones, debates empresariales y cafés en vasos térmicos. Pero, entre cada pausa, sus miradas se cruzaban, sus sonrisas eran disfrazadas, Melisa sentía que el día no sería tan sencillo como se esperaba y no se equivocó, pues en el último descanso de la tarde Melisa estiró los hombros y caminó hacia la mesa de café mientras que dejó a Sebastián hablando con un grupo de empresarios alemanes. Llevaban más de ocho horas encerrados, ella solo quería un poco de aire y un dulce, o quizás dos.
De pronto su mirada se posó en una pareja en actitud amorosa que estaba del otro lado del salón… era Francisco, y como si el universo tuviera un sentido del humor cruel, allí estaba también Sofía. Del brazo de él. Cómoda. Sonriente. Sin vergüenza, en una actitud bastante intima.
Un nudo le apretó el estómago.
Melisa giró de inmediato, dándole la espalda, como si al dejar de mirarlos pudiera borrarlos del aire. Pero el pasado no se deshacía con un simple movimiento de cuello. Sintió un cosquilleo recorrerle la piel. Ira. Frustración. La rabia esa que le quemaba el pecho desde aquella noche. Pero también... una punzada de orgullo que la impulsó a no permitirles ni una pizca de poder sobre ella.
-- ¿Melisa? – la voz grave de Sebastián apareció tras ella, como si hubiera sentido el cambio de atmósfera.
Ella no respondió de inmediato. Cerró los ojos un instante, exhaló hondo y giró hacia él con una sonrisa controlada.
-- ¿Ocurre algo anzuelo? –
– Sebastian sintió que ese apodo los acercaría más, no podía pelearse con Melisa, porque estaba seguro de que la necesitaría en el futuro, con Mariel nunca se estaba seguro de nada.
Al no obtener una respuesta Sebastian sigue la dirección de su mirada y se encuentra con dos rostros conocidos, los había visto en la empresa el día que bajo al lobby en busca de Melisa, eran su ex y la otra.
-- ¿Ellos son? – le preguntó y pronto se arrepintió de hacerlo, sobre todo cuando Melisa giró para mirarlo con rostro aterrador.
Luego cerró los ojos un instante, exhaló hondo y giró hacia el lugar donde estaba su ex y supuesta mejor amiga, esta vez con una sonrisa controlada.
-- ¿Estas bien? – el hombre se acercó un poco más. Podía sentir la energía que emitía Melisa en ese momento, y no le gustaría estar en el pellejo de su ex.
-- ¿Puedes hacer algo por mí? – le dijo ella, clavando su mirada en él. Sebastian trago seco, no podía desviar su mirada asi quisiera.
-- Depende – le respondió al fin, cruzando los brazos, atento.
-- Quiero que no me sueltes la mano en lo que queda del día – susurró. Sebastian entendió lo que le pedía y sonrió con un brillo extraño en la mirada.
-- Podemos ayudarnos mutuamente Meli… yo – ella lo miró en silencio, su ceño estaba fruncido, quería oír lo que Sebastian tenía que decir.
-- Finjamos que somos pareja, así nos liberamos de dos… -- luego de mirar a Sofia arreglando la corbata del ex de Melisa, Sebastian aclaró.
-- De tres pájaros de un tiro. ¿Qué opinas? –
Melisa parpadeo sin responder, luego lentamente, acercó su mano a la de él, entrelazando los dedos sin más palabras.-- ¿Sabías que él estaría aquí? – le preguntó el presidente sin mirar en su dirección.Ella negó.-- Y no está solo –-- Me lo imaginé –-- No quiero huir, pero tampoco quiero fingir que no me afecta. Así que... quiero lucir feliz, fuerte. Que se ahoguen con su culpa. Si es que tienen alguna –Sebastián apretó un poco más su mano, sin dejar de mirarla.-- Entonces anzuelo, vamos a darles un espectáculo – le dijo y la acercó a él. La jornada del día terminó con una fiesta cocktail en la noche, ninguno de los dos quería asistir, pero debían hacerlo si querían dejar clara su posición.Como en el itinerario que le envío Daniel aparecían todos los eventos, Melisa llevó vestimenta para cada ocasión, sin embargo, al querer pasar desapercibida de su jefe, colocó en su maleta trajes pasados de moda, nada que pudiera mostrar su verdadera belleza y cuando Sebastian observó sus vest
Melisa estaba a punto de destruirla, mencionar que estaba ahí como amante sería suficiente, pero sintió la presión en la mano de Sebastian, podía oír su mente en ese momento… “Espera un poco más cariño” y eso mismo fue lo que hizo, esperar un poco más, porque mientras más alto se sintiera su ex amiga, más dura iba a ser la caída…-- Asi es, Sofía. Ya no tengo la daga en la espalda. Eso aligera mucho el peso ¿no piensas igual? – Sofia rodo los ojos, en ese momento nada de lo que dijera Melisa le importaba. Sentirse ganadora por una vez en su vida era lo mejor.-- Siempre tan dramática – le respondió fingiendo un bostezo.-- Y tú siempre tan... tan superficial – Sofía ladeó la cabeza, mirando a Sebastián con atención.-- ¿Y tú quién eres…? acaso te conseguiste alguien que te ayude a olvidar? – se burló Sofia, Sebastian no iba a revelar su identidad, eso se lo dejaría a Melisa.-- ¿Y si asi fuera qué? – respondió,-- No puedo creer que seas alguien tan patético… dios los crea y ustedes se
Mariel se tensó, pero no respondió. Dio un sorbo a su copa como quien busca dignidad en el fondo de una bebida.-- ¿Predecible no es asi? – le recalcó Melisa, Mariel no sonrío, miró a Sebastian intentando encontrar ayuda, pero él se la negó.-- Yo que tú – le dijo Sebastián de pronto, sin nada de tacto. -- me ahorraría el intento de parecer elegante, esta vez no te queda –Mariel abrió la boca para decir algo, pero una mirada de Melisa la detuvo. La pelirroja se giró y se alejó de ellos sin decir más.Cuando se fue, Melisa suspiró, había bebido más de la cuenta y todo lo que hizo lo hacia sin pensar.-- Eso fue... cruel –-- Se lo merecía cariño, no haberte reconocido – susurró Sebastian, quien no dejaba de mirarla.-- Tú eres peor que yo – reflexiono ella.-- Por eso nos llevamos tan bien cariño – ella lo miró de reojo, y Sebastián sintió que, si se acercaba un centímetro más, el universo colapsaría entre sus cuerpos.-- ¿No estás cansado de actuar como si nada te importara? – Melisa
El sol apenas comenzaba a filtrarse por las rendijas de la cortina cuando Melisa abrió los ojos. Al principio todo era tibio, acogedor, como si flotara envuelta en una nube suave… y masculina.Un brazo fuerte rodeaba su cintura, su pierna estaba encima de otra más grande, y un pecho velludo y firme subía y bajaba bajo su mejilla, en un ritmo pausado.Melisa tardo unos segundos en darse cuenta de donde estaba, el alcohol le había producido una amnesia parcial que se fue despejando en cuanto se levantó.-- ¡Oh por dios! – susurró al ver a Sebastian completamente dormido debajo de ella.-- Lo volví a hacer, no puede ser – dijo entre dientes y fue entonces cuando ocurrió, como si su mente hiciera clic de golpe, todos los recuerdos llegaron en tropel.El encuentro con su ex, la confrontación con Sofia, la humillación hecha a Mariel, la segunda copa de vino, luego la tercera, y la cuarta y después la quinta y asi muchas más…En su mente podía ver la sonrisa ladeada de Sebastián. Su voz ronc
El desayuno fue un campo minado de silencios que gritaban.Melisa, con el cabello recogido en una coleta alta y un vestido blanco que dejaba al descubierto los hombros, parecía más peligrosa que nunca. El tipo de mujer que entra a un lugar y cambia la temperatura solo con caminar. Sebastián no podía dejar de mirarla. No después de lo que pasó la noche anterior. No después de haberla tenido rendida bajo su cuerpo, gritándole que no se detuviera.Pero ella actuaba con una calma que lo volvía loco. Sonreía con educación a los demás asistentes, bromeaba con algunos ejecutivos del grupo, y ni siquiera pestañeaba cuando le ofrecían café o un trozo de pastel. A Sebastián le ardían las manos por tocarla, pero la muy bruja no se lo estaba haciendo fácil.Y sin querer él estaba comenzando a disfrutarlo.-- ¿Dormiste bien? – le susurró al oído cuando estuvieron lo suficientemente lejos del resto.-- ¿Tú qué crees, Novak? Estaba sobre ti, creo que el descanso fue... profundo —respondió ella sin m
El amanecer en la isla era una pintura en tonos dorados y azules, y por un momento, Melisa pensó que todo podía ser sencillo, que su vida comenzaba a tomar forma nuevamente. Que podía reír, terminar el trabajo que comenzó en el viaje, regresar cada uno a su vida y pretender que no habían compartido noches de locura y deseo con su jefe.Se había levantado temprano, dejando a Sebastián profundamente dormido en la cama, enredado en las sábanas, con el cabello revuelto y esa expresión de paz y felicidad que hacía dos días la notaba. Lo miró una última vez antes de salir silenciosamente a caminar por el hotel.Lo necesitaba. Un momento para respirar, un momento para estar sola, tomó un café del comedor y con el aroma del mismo acompañado de la brisa marina, se hizo la promesa de un nuevo comienzo.No había caminado mucho cuando una voz conocida la detuvo, interrumpiendo su paz.-- Melisa… -- ella giró sobre sus talones para encontrarse con Francisco.Perfectamente arreglado, pero con una e
El aeropuerto de la isla vibraba con el bullicio de los pasajeros, turistas cargando sombreros de paja, maletas golpeándose entre sí, niños correteando entre los asientos en la sala de espera. Un auténtico caos semi organizado.Sebastian se arrepentía de no haber volado en el avión privado, pero con el problema familia de Daniel, las cosas en este viaje cambiaron para él. Eso sin mencionar el hecho de que se sentía utilizado por Melisa, quien según él había vuelto con su ex.Melisa soportando la indiferencia de Sebastian quien se estaba comportando como un maldito iceberg, mientras que ella intenta aparentar que nada le interesa.En realidad, había algo patéticamente gracioso en todo eso, porque después de haber compartido noches de lujuria, susurros roncos en la oscuridad y conversaciones intensas, ahora los dos apenas si se dirigían la palabra. Tratándose como si fueran dos extraños en un viaje de negocios, o mejor dicho peor a como se tratarían secretaria y jefe.Y lo peor de todo
Cuando el carrito de bebidas volvió a pasar, Melisa pidió una copa más. Necesitaba algo que adormeciera los recuerdos, que calmara el dolor ridículo que se agolpaba en su pecho.De reojo notó un movimiento, era Sebastian quien la estaba mirando, su corazón se aceleró solo con esa mirada. Ella bebió el contenido de su copa en un sorbo. No entendía lo que pasó con él, ese cambio de actitud así de brusco…Francisco también notó la mirada intensa de Sebastian, la misma que decía mil cosas sin necesidad de decir una palabra y volvió a aprovechar la situación. Le ofreció su hombro a Melisa,-- ¿Te molesta si te apoyas un rato? – le preguntó. -- Pareces cansada Mel – ella dudó un segundo. Entonces, sabiendo que Sebastián tenía sus ojos clavados en ella, sonrió dulcemente y apoyó la cabeza en el hombro de su ex, estaba cansada de tener que escuchar la melosa voz de Mariel desde su asiento y ver como interactuaba con su jefe, sobre todo después de que él le había confesado que no la soportaba