La fiesta de graduación estaba llena de luces cálidas y música emocionante, Melisa estaba de pie en la entrada como el hada de un cuento, atrayendo la mirada de todos.
Llevaba un vestido de noche blanco tan ajustado que delineaba cada curva de su cuerpo, su cabello de color nogal le llegaba hasta la cintura, cubriendo el enorme escote de su espalda. Su piel blanca como la porcelana, y sus ojos, esos hermosos y rasgados ojos que tenían el magnetismo salvaje de una gata de un color que no podía definirse entre verde uva o celeste. Era el tipo de mujer que recordarías, incluso si solo la conocieras una vez en la vida.
Se movía entre sus compañeros con una gracia que atraía miradas de asombro, se podía oír el murmullo de voces conocidas susurrando:
-- Por dios mujer ¡Estás guapísima! –
-- Esta tan hermosa que no la reconocí –
-- Que ha hecho estos meses, la pandemia parece haberle favorecido –
Melisa mostraba una leve sonrisa, su corazón estaba llenó de expectativas por su prometido Francisco, a sus 25 años era un ingeniero reconocido y un excelente hacker, pero eso no lo sabía, aún.
Melisa siempre lo ha admirado, aunque él muchas veces ha sido frio con ella, Meli siempre consigue entenderlo, imaginando que se debe al cansancio de su trabajo, al estrés o a la pandemia misma. Mira alrededor y se da cuenta que algunos de sus compañeros ya no estaban con ellos, está reunión era en parte una celebración por la vida y por los sobrevivientes.
La pandemia los ha separado un buen tiempo, aunque se llamaban por video todo el tiempo, no era igual, a menudo se ha sentido ignorada por él por eso se ha preparado cuidadosamente para esta fiesta, ya que piensa darle una sorpresa al salir de aquí.
-- Estás hermosa Meli – le dijo Jenny.
-- ¿Te parece? Yo creo que estoy normal… como siempre –
-- ¡oh no amiga! Para nada se puede llamar normal a ese vestido – exclama Jenny con admiración.
-- ¿Y Sofia? ¿no vino? – le pregunto Carla al verla mientras sirve una copa de vino, ella era otra de las chicas que forman su grupo de estudio, y le llamó la atención ver que faltaba una de las más cercanas a Melisa.
-- No – respondio Melisa tranquila al recibir su copa. – Dijo que se sentía mal. Así que prefirió no arriesgarse – le respondió Melisa con naturalidad. Carla levantó una ceja al oírla, hacia solo un día que hablo con Sofia y la notó más sana y feliz que nunca.
Jenny siempre directa soltó una carcajada.
-- ¿Sofia enferma guardando reposo un viernes por la noche? Eso sí que es nuevo – Carla sonrió con cierta tensión, porque en el fondo, intuía que algo no cuadraba.
Todos sabían cómo era Sofia y desde que la pandemia terminó no había dejado de salir de fiesta cada fin de semana.
Melisa sonrió. Sofía siempre era la primera en llegar y la última en irse cuando se trataba de eventos sociales. Que no estuviera presente de hecho era extraño… pero no imposible. Melisa no veía nada extraño en eso. Al menos todavía no.
Pero todo cambio y la reunión se fue al demonio solo minutos antes de la media noche, cuando Marcelo el amigo de todos, tomó un celular del suelo y en voz alto dijo.
-- Perdón, ¿alguien perdió esto? – nadie respondió,
-- Bueno, veamos pues si tiene código – bromeó, y antes de que alguien pudiera detenerlo, conectó el teléfono al puerto HDMI. Y ahí, en la enorme pantalla frente a todos, apareció una imagen.
¡Pero que imagen!
Una cama desordenada, dos cuerpos entrelazados. Sudor. Intimidad brutal y ahí estaba su mejor amiga, Sofía. Montada sobre el cuerpo de un hombre que la besaba con una entrega que no dejaba lugar a dudas, en un abrazo demasiado íntimo como para confundirlo con algo platónico, ambos sonriendo como si acabaran de ganarse la lotería sexual. Y el hombre… alguien que ella conocía muy bien… Francisco su prometido.
Melisa se sintió asfixiada. El mundo se detuvo por un segundo ante ella, o ¿quizá fue solo su corazón?, no lo sabía. Pero en ese momento ella dejó de respirar, no podía, era una presión que empezaba en el estómago y subía como humo tóxico hasta su pecho.
La sala enmudeció antes de estallar en murmullos venenosos, exclamaciones y discusiones una tras otra,
-- ¿Es Francisco? – murmuró alguien.
-- ¡Ay Dios! – gritó Carla, tapándose la boca. Melisa bebió el contenido de su copa de un solo trago, mirando la pantalla con los ojos bien abiertos, sin querer creer lo que veía. Dejó su copa, para luego tomar otra y luego otra más. Los comentarios la envolvían como cuchillos lanzados al azar.
-- ¡Wao eso sí que es fuerte! – se escuchó de pronto otra voz en medio del salón.
-- ¡Esperen un momento! ¿Ese no es Francisco el prometido de…? –
Y entonces todas las miradas se posaron en ella, Melisa.
Melisa se quedó aturdida, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo, la sangre se le había congelado. La humillación y la vergüenza fueron como una ola que la ahogó por completo. Sus mejillas se encendieron, luego palidecieron al segundo, sus puños se cerraron inconscientemente, consiguiendo que sus uñas se clavaran en sus palmas.
En medio de las miradas inquisitivas, compasivas y chismosas, ella se sintió desnuda y expuesta frente a todos. En ese momento un pensamiento cruzó por su mente:
--Esto no fue un accidente, sino una humillación cuidadosamente planeada por alguien que la odia –
En ese momento Carla no sabía que hacer, Jenny había corrido hasta la pantalla para quitar la imagen. Pero Melisa no escuchó más. No quiso.
-- ¿Y ella no es Sofia? Ja, ja, ja… ya sabemos porque no vino a la reunión – seguían escuchándose los murmullos.
Melisa no aguanto más y salió iracunda,
--Disculpen – fue todo lo que dijo antes de alejarse tambaleando del salón, atravesó los pasillos del hotel sin dirección. Apenas veía por dónde caminaba, hasta que llegó al bar e ingresó sin pensarlo, oír la música suave y esas luces bajas era lo que necesitaba, que nadie la mirara como lo habían hecho momentos atrás.
Se sentó sola en una de las mesas más alejadas y pidió una copa, luego otra. Bebía con rapidez, con urgencia, como si el alcohol pudiera arrancarle las imágenes que tenía en la cabeza. Estaba ocupada recordando cada mentira que le había dicho Francisco desde que lo conoció, cada recuerdo de él junto a Sofia, cuando le dijo que la ayudaría con un tema de su trabajo, molestándola por haberse puesto celosa al saber que la pandemia los tomó desprevenidos, y mientras Francisco no iba a verla por miedo a contagiarse, accedía a visitar a Sofia, según él “porque era trabajo”… “es solo tu amiga”, “no seas celosa" le había dicho en cada ocasión.
-- ¡Maldito! – exclamó para sí. Todo el salón de fiesta la había visto romperse. Como si su dolor fuera parte del espectáculo. Como si fuera entretenimiento puro.
Una hora después salió del bar tambaleándose, con pazos zigzagueantes, había olvidado donde estaba y lo que pasó. No sabía adónde iría, pero necesitaba aire. Pasó frente al ascensor, no se detuvo, sus pies la llevaron por un pasillo largo y oscuro. El tacón derecho se le dobló y casi cae al piso, tropezando contra un pecho sólido como una muralla.
-- ¡Cuidado mujer! – escuchó de pronto una voz masculina y sexi que le alborotó los sentidos, y pensó… “Eso es precisamente lo que necesito para vengarme de esos idiotas”, levantó la mirada. La tenue luz del pasillo no le permitió ver claramente su rostro. Pero su voz… su presencia… había algo magnético. Algo que, sin saber por qué, la atraía.
-- Lo siento señor – se disculpó, pero no se apartaba de ahí, sus manos subieron para recorrer el cuerpo del hombre frente a ella, sin querer una de ellas rozo cierta parte de él provocando una reacción inmediata, sintiendo el calor traspasar la tela.
-- Te cuidado, no querrás despertar al dragón – escuchó nuevamente esa voz, esta vez parecía estar disfrutando lo que pasaba, para ella era el momento perfecto para actuar.
-- ¿Podrías ayudarme a olvidar? – preguntó mientras arrastraba la voz, y su mano volvía a bajar en busca del peligro. El hombre no la alejó, al contrario, llevó su propia mano y tomó la de Melisa, llevándola hasta su cremallera, al lugar donde el dragón comenzaba a despertar.
-- ¿Estás segura? – le preguntó sorprendiéndose de su actitud, nunca antes habría caído en los brazos de alguna desconocida, pero Melisa tenía algo que lo comenzaba a enloquecer.
-- Más que nunca. Eso es, quiero este dragón – dijo ella y el hombre sin poder alejarla y sin saber quien era debido a la poca luz, la acercó más a él.
-- No te vas a arrepentir después. Parece que estas ebria – susurró muy cerca de su oído, pero Melisa negó, esa voz y su aliento habían despertado su deseo, quería a ese hombre y lo tendría para ella, aunque deba pagar por él.
-- No estoy borracha y no, no me voy a arrepentir –
-- Eso mismo dice la gente que está con tragos – le dice e intenta alejarla un momento mirarla bien, pero Melisa no lo deja, pegándose más a él, oliendo su perfume, caro y varonil, como madera con especias o un whisky imposible de pronunciar.
-- ¿Me vas a dar un sermón o me vas a ayudar? – le preguntó ella en el oído, consiguiendo que todo su cuerpo reaccione nuevamente, algo que nunca ninguna otra mujer había logrado hacer.
-- ¡No!, solo voy a hacer lo que tu quieras… así que dime ¿Qué deseas? –
-- Venganza – susurró ella,
-- ¿Y cómo piensas conseguirla? – le preguntó él.
Melisa se alejó un centímetro, intentó mirarlo, pero fue imposible, sus ojos no llegaban a enfocar. Él no se apartó, en lugar de eso la sostuvo con más fuerza, como si entendiera lo que ella necesitaba y luego como si el destino hubiera jugado a su favor Melisa se lanzó sobre él. Besando sus labios con una pasión infinita.
El hombre que también había bebido, la levantó en sus brazos, besándola caminó por el pasillo y no se detuvo hasta su habitación.
No encendió la luz, no la necesitaba. Los besos llenos de pasión de Melisa lo tenían embrujado. La ropa comenzó a caer sobre la alfombra, los jadeos de placer se comenzaron a escuchar, nada tenía sentido, pero si lo tenía al mismo tiempo.
Melisa hizo cosas que nunca antes había hecho.
Cuando Melisa despertó la luz le caía sobre una parte de la cara, todavía no llegaba a amanecer del todo, pero por una rendija de la cortina la luz se filtraba llegando justo a donde estaba ella.Melisa abrió un ojo y luego el otro, el techo que veía frente a ella era de un blanco insultante, su departamento no tenía los techos asi. El dolor de cabeza que sintió era proporcional al desastre que había sido su noche en la reunión.Se sentó lentamente, las sabanas cayeron mostrando su desnudes. A su lado un hombre dormía de espaldas,-- ¡Oh no! – quiso gritar, pero no pudo, las palabras no salían de su boca. Ella miró la habitación y se dio cuenta que no era su departamento y ese hombre obviamente no era Francisco.El tipo de espaldas era mucho más alto, mucho más atlético y por lo que podía recordar, estaba muy bien dotado.Su cabello oscuro completamente desordenado y su respiración tranquila le indicaban que seguía dormido.-- Me tengo que ir… ¿Qué carajo me pasó? – susurró nuevamente
El fin de semana fue un infierno para Melisa, pasó ambos días en la cama recordando lo que le hicieron Francisco y Sofia y recordando también la agradable manera como tomó venganza, pero no podía evitar pensar en cómo llegaría el lunes al trabajo.Por otro lado, Sebastian Novak no dejaba de pensar en la joven que estuvo con él, esa mañana al despertar y ver la nota con los billetes se sintió iracundo, lleno de furia por haber sido confundido con un gigolo, pero luego cuando encontró su billetera y supo que esos billetes eran suyos no pudo evitar sonreír por la audacia de la jovencita.El importante CEO quería a toda costa saber quien fue la mujer con la que pasó la noche, pero no había forma de hacerlo, el hotel tan lujoso donde estaba tenía una política clara de seguridad, no había cámaras en los pasillo y mucho menos en el bar. El hombre se jalaba los cabellos mientras esperaba que su asistente pase por él, era la ventaja de ser quien era, pues su asistente personal no tenía horario
Sebastian volvió a levantar la mirada con el ceño fruncido, había visto a la joven que postulaba para su secretaria por las cámaras, pero algo no estaba bien, ella parecía diferente ese día, se veía extraña.Luego movió la cabeza tratando de no pensar y volvió a bajar la mirada hacia los documentos que ella llevó, en el momento que su teléfono personal timbró.Melisa salió de la oficina como un misil humano, lo más rápido que pudo. Regresó a su cubículo y se dejó caer en la silla, tapándose el rostro con las manos.-- Ok… estoy segura de ese hombre sospecha de mí. Seguro me va a despedir. O peor… quizás como esas novelas en línea, me va a pedir una relación formal para evitar habladurías, tendré que casarme con él y tener cinco hijos con alguien que ni se acordaba de mi cara – se quejó en voz baja.-- ¿Está todo bien? – le preguntó una de las chicas que estaba cerca de ella.-- Perfectamente. Solo estaba considerando convertirme en monja – bromeo.El resto del día se la pasó evitando
Y tal como lo esperaba, ahí estaba Sofia su ahora ex mejor amiga.Con su vestido ajustado, su sonrisa venenosa y ese perfume caro que siempre usaba como si pudiera esconder la podredumbre que tenía en su interior.-- ¿Dramática? – repitió Melisa furiosa.-- ¿Tú me estás llamando dramática? –-- Vamos mujer fue solo sexo, no matamos a nadie que yo sepa ¿o sí? – dijo Sofia con indiferencia, aunque abrió los ojos asombrada al ver en cambio en su rostro, Melisa siempre perfecta, bella y adorable esta vez estaba con unos lentes que recordaba Sofia haberlos utilizado para un fiesta de disfraces en el departamento de Melisa, pensando que quizás la había tumbado más de lo que imaginaba, sintiéndose triunfadora, al menos esta vez.Por el contrario, Melisa sin darse cuenta de su nuevo look quería gritar que era a ella a quien habían matado en su interior, pero no lo hizo, debía mantener la compostura si aún esperaba que la contraten de manera permanente.-- ¿De verdad vas a hacer una telenovela
Melisa se arregló la blusa por segunda vez mientras caminaba por el largo pasillo. Se sentía ansiosa, estaba segura de que si miraba su rostro en un espejo en ese momento su reflejo le devolvería una mirada de nerviosismo puro. Respiró hondo preguntándose, ¿Cómo era posible que alguien que había enfrentado a su ex prometido y a su ex mejor amiga minutos antes, ahora se sintiera así de vulnerable por una reunión laboral? Pero la respuesta estaba clara.No era solo una reunión laboral, y no era con su jefe con quien se juntaría en segundos, era “la Reunión” con el hombre con quien pasó una noche de “sexo alocado y salvaje” en la oscuridad de una habitación de hotel…Sebastian había subido minutos antes, estaba agitado por caminar rápidamente, pero aspiró una buena cantidad de aire antes de que ella ingresara, como un novato inexperto el presidente de las empresas Novak no sabía qué hacer.-- Melisa puedes pasar el señor Novak te ha estado esperando – le dice Daniel el asistente personal
Melisa se vio obligada a sonreír con profesionalismo, no le estaba resultando su plan sobre desviar la comunicación.-- Asi es señor Novak, solo fue una noche larga de celebración –-- ¿Y no hay… nada más que quiera contarme? Digo sobre esa noche. ¿te pasó algo interesante? –Melisa abrió los ojos sorprendida, luego bajo la vista. Sabía que estaba caminando sobre cristales ¿Qué tan claro lo tenía todo? ¿La había reconocido o no? Y ahora ¿Solo la estaba tanteando? No podía estar segura de nada, así que decidió arriesgarse.-- No comprendo a que se refiere señor. No entiendo a donde quiere llegar, podría ser más claro –Tenerlo tan cerca la estaba poniendo nerviosa. Sebastian lo notó y se puso de pie. Caminó nuevamente hacia la ventana y dijo algo que la dejó sin aliento.-- ¿Crees en las casualidades, Melisa? – ella trago secó, claro de creía en ellas, si no, nunca le hubiera pasado lo que le pasó.-- Depende de que casualidades señor – se hizo la loca.-- De esas que hacen que termines
Melisa sintió que el suelo desaparecía debajo de ella, el golpe fue directo. Ella sintió como la vergüenza subía desde la boca del estomago hasta la punta de sus orejas, las que comenzaban a ponerse coloradas. Él había dicho aquello de una manera tan directa, tan real, sin anestesia.-- ¿Entonces… lo supiste todo este tiempo? – él asintió y luego negó.-- Algo asi –-- Yo... lo que ocurrió fue un error – murmuró, sus manos pasaron de su rostro hacia su pijama, torciendo los dedos en ella. – Yo estaba... estaba confundida… en realidad no sabía lo que hacía, lo siento… –Sebastián Novak tenía fama de ser un hombre que lo controlaba todo: sus negocios, su empresa, su imagen… incluso sus emociones. Pero en ese instante, con Melisa debajo de él, con su cuerpo latiendo tan cerca, su pijama desordenado, el cabello revuelto sobre su almohada, y sus labios entreabiertos por la tensión, todo su control se tambaleó. Melisa lo provocaba solo con su mirada, con sus labios… sus ojos… toda ella.No
Al día siguiente,MelisaDesperté muy temprano con la luz entrando tímida por las rendijas de las cortinas, observe mi teléfono y todavía faltaban muchos minutos para que mi despertador haga su trabajo, pero asi fue mejor. Tardé unos segundos en recordar dónde estaba, por qué estaba aquí… y lo más importante con quién.Gire lentamente y ahí estaba él. El presidente de la empresa Novak dormía acompasadamente sobre el sofá que estaba junto a la ventana, verlo ahí tan incomodo hizo que una sonrisa pequeña, privada, casi culpable se deslizara por mis labios. A pesar de todo lo que había pasado la noche anterior, del roce incómodo de la verdad, del fuego que se había encendido entre nosotros cuando su cuerpo estuvo sobre el mío... él había elegido no cruzar la línea. Y eso, viniendo de un hombre que podría tener a quien quisiera, era… inesperadamente tierno y yo no podía decir si estaba agradecida o desilusionada.Me senté en la cama y pude ver mi aspecto, el pijama no era nada provocativo,