Mundo ficciónIniciar sesiónAurora Lemos es una joven brillante, fuerte y decidida, marcada por una infancia dura y una hermana enferma que depende de su valentía para sobrevivir. Cuando recibe una propuesta indecente —un matrimonio por contrato con el CEO, frío y emocionalmente distante, Leonardo Vasconcellos—, Aurora acepta, creyendo que podrá mantener su corazón fuera de la ecuación. Pero los sentimientos no siguen cláusulas. Entre secretos del pasado, rivales peligrosos y una pasión que amenaza con derribar sus muros, Aurora descubre que el verdadero contrato del destino no se firma con pluma, sino con alma, valentía y amor.
Leer másPOV de Aurora
La lluvia caía fina sobre la ciudad, lavando los tejados como lágrimas silenciosas del cielo. Ajusté mi viejo abrigo alrededor del cuerpo delgado y corrí por las aceras mojadas, los sonidos de mis tenis resonando como los latidos de un corazón apresurado. La entrevista de trabajo había sido un desastre—una puerta cerrada en mi cara. Me detuve frente a un edificio lujoso en el centro financiero y me quedé mirando el reflejo de una mujer cansada y empapada. “Si al menos pudiera empezar de nuevo…” Voy a contarles mi historia. No fue nada fácil, pero, gracias a Dios, todavía estoy aquí, y voy a luchar hasta el final por las personas que amo. --- Yo soy Aurora Lemos, tengo 23 años. Soy hija de un mecánico que hizo todo lo posible para asegurar el pan en nuestra mesa. Lamentablemente, mi padre tiene un problema cardíaco, algo que descubrió después de casarse con mi madre, a los 28 años. Desde entonces ha tenido varias recaídas, pero sigue firme, y yo lo amo mucho. También tengo una hermana, Sofía, de 17 años. Ella tiene el mismo problema que mi padre, pero fue diagnosticada antes. La enfermedad se manifestó cuando tenía apenas tres años, y desde entonces vive con aparatos médicos. Su vida era básicamente de la casa al hospital y del hospital a casa. Aun así, Sofía es hermosa y llena de sueños, y su salud frágil nunca le impidió ser optimista. Nunca deja que su condición defina quién es. --- Cuido a Sofía con mucho cariño. Las dos tenemos un lazo fuerte y muy afectivo. Sofía es la razón por la que hago todo lo que hago. Es por ella que trabajo duro, es por ella que busco el éxito. Quiero tener suficiente dinero para cuidarla, para asegurar que tenga una oportunidad de curarse. ¿Y mi madre? Ah… mi santa madre. Ella siempre soñó con una vida de lujos. Se casó con mi padre pensando que tendría riqueza. Pero, después de unos cinco años de matrimonio, todo se vino abajo. Mi padre perdió el trabajo en una de las mejores empresas de autos del país. Ella vio cómo su vida cómoda se desmoronaba. No éramos ricos, pero vivíamos bien. Y fue después de que mi padre perdió el empleo, cuando Sofía nació y su salud empeoró, que empezamos a enfrentar problemas económicos. Mi madre, que había sido usuaria de drogas, volvió a los viejos hábitos. Después de tenerme, había dejado de consumir, pero cuando la situación se volvió crítica, empezó a vender su propio cuerpo para conseguir dinero. ¿Cómo lo sé? Porque la escuché confesarlo frente a mi padre, y hasta decía, sin pudor, que los hombres con los que se acostaba eran mejores que él. Lo decía frente a mí y a Sofía. Mi padre trató de protegernos de eso. Nos alejaba, nos llevaba al cuarto para que no escucháramos sus palabras crueles. Yo sé que sufrió, pero nunca dejó de cuidarnos. A pesar de sus recaídas, a pesar de su corazón débil, él siempre estuvo ahí, cuidando de mí y de Sofía. Y mi madre… bueno, ella decía que éramos un grupo de enfermos, que le dábamos asco. Cuando Sofía cumplió seis años, mi madre nos abandonó. La salud de mi hermana estaba muy mal, necesitaba un trasplante de corazón urgente. No teníamos dinero suficiente, y lo poco que había, ella lo robó y se fue sin mirar atrás. Mi padre quedó destrozado, y Sofía, con miedo. Yo no me importé con su ausencia. Nunca tuvimos una relación de madre e hija, nunca esperé nada de ella. Pero mi padre sí se importó. Tanto, que poco después también terminó hospitalizado, y ahí lloré… lloré porque las dos personas que más amaba podían morir. En ese momento dejé de ser niña. Con apenas 13 años tuve que crecer, volverme adulta y dejar atrás mi infancia. Empecé a vender lo que podía en la calle. Nunca me quejé. Nunca pedí ayuda. Solo quería cuidar de los míos. --- La casa a la que nos mudamos era pequeña, con solo dos cuartos, una sala que también era cocina y un baño. Al menos teníamos un techo, y eso bastaba. Poco después, la policía llegó a nuestra puerta. Encontraron el cuerpo de mi madre en un callejón, probablemente víctima de un crimen relacionado con sus vicios. Mi padre lloró. A pesar de todo, aún la amaba. Sofía no supo de la muerte de mamá el primer día; solo en el funeral. Ella no entendía bien lo que significaba la muerte, pero sintió que algo andaba mal. Y yo… yo no derramé una lágrima. No podía. Ya había llorado demasiado por ella. --- En el nuevo barrio conocí a vecinos y a un gran amigo, que después de unos años se fue. Hasta hoy lo extraño. Pero también hice una nueva amiga: Margot. Ella es una mujer hermosa, de piel morena profunda y cabello rizado largo. Tiene tatuajes discretos en los brazos y, aunque creció en un orfanato, no encaja en el estereotipo de “niña buena”. Margot tiene un estilo alternativo, con ropa negra y accesorios góticos. Margot tiene 22 años, un año menos que yo, pero la vida la hizo madurar pronto. Nunca conoció a sus padres. Creció en un orfanato y, a los dieciocho, tuvo que salir y enfrentarse sola al mundo. A pesar de todo, es fuerte, resiliente, divertida… y extremadamente protectora conmigo y con Sofía. Ella guarda sus dolores en silencio, pero sé que sufre. Aun así, nos complementamos. Somos más que amigas. Somos hermanas de alma. Somos familia. Y nos amamos profundamente. --- Yo solo no tuve valor para contarle lo que pasó ayer. Enzo… mi exnovio. Ex, oficialmente, hace unas horas. Descubrí que me engañaba con una compañera de trabajo. ¿Cómo lo supe? Recibí un mensaje anónimo. Un chat asqueroso entre los dos, hablando de lo bien que se la pasaban en la cama y de los próximos encuentros que planeaban. Estaban juntos desde hacía meses. Y en los momentos en que más lo necesitaba —como cuando Sofía estaba mal— él decía que estaba ocupado. Ahora sé en qué. Los vi juntos ayer. Los enfrenté. Y lo que él me dijo… fue como una puñalada en el pecho. Me llamó analfabeta. Dijo que solo estuvo conmigo para quitarme la virginidad. Que odiaba a mi familia. Que todos éramos unos enfermos. Y que no le importaba nada Sofía. En ese instante, mi cuerpo tembló. La garganta se cerró. Solo pude decir: — Desaparece de mi vida. Él entendió. Era el final. Volví a casa y lloré sola. Por suerte, papá estaba trabajando como mecánico, y Sofía estaba en la escuela. Gracias a Dios, en los últimos días se ha mantenido estable. El tratamiento es urgente, pero ella insiste en no dejar los estudios. Quiere superarse. Igual que yo. --- Cuando tiene tiempo, Sofía se refugia en los libros. Lee de todo. Quiere aprender, crecer, no depender de una sola salida. Es brillante con los cálculos, como yo. Tal vez sea de familia. Pensamiento rápido. Y, por increíble que parezca, hablamos otros idiomas. Autodidactas, determinadas, soñadoras. Yo sueño con el día en que pueda terminar mis estudios y darle una vida mejor a quienes amo. A Sofía. A Margot. A papá. A todos. Dios mío, cuánto quisiera que todo fuera distinto… Pero aun así agradezco. Por cada minuto que el Señor me da con Sofía. Por permitirme intentarlo. Por aún tener tiempo de encontrar una salida. Y entonces me di cuenta: estaba parada, mirando aquel enorme edificio de finanzas. Había olvidado por completo dónde estaba y no noté cuándo… ---AuroraEl jardín del hospital estaba silencioso, un refugio escondido en medio del concreto y el caos. Caminé hasta allí justo después de recibir la noticia del médico. Era un espacio hermoso, repleto de colores vivos: rosas rojas que ardían contra el verde de las hojas, margaritas que recordaban la simplicidad de la infancia, y un árbol enorme que proyectaba sombra sobre un banco de piedra. En el centro, había una fuente delicada, y en la cima una escultura de sirena escupiendo agua. Todo parecía una unión armoniosa de belleza y paz.Si no fuera un día tan triste, me habría arrojado sobre ese césped inmensamente verde, dejando que el mundo desapareciera por unos instantes.Me senté en el banco, intentando respirar profundo, tratando de recordarme a mí misma que todavía había belleza en el mundo, incluso cuando todo parecía desmoronarse. Miré el cielo azul claro y, por un momento, deseé estar en otro lugar, en otra vida.Estaba allí porque no nos permitieron ver
POV Aurora "Aurora... ¿sabes lo que es la valentía?"La pregunta resuena en mi memoria como si hubiera sido hecha ayer. Yo debía tener unos siete años, sentada en el regazo de mi padre, mientras él cerraba la caja de herramientas. El olor a grasa y madera, mezclado con el café de mi madre, seguía tan vivo que juraría sentirlo ahora.— ¿Es cuando no tenemos miedo? — respondí en aquel entonces, balanceando mis piernas en el aire.Él sonrió de lado, esa sonrisa que decía que estaba casi allí.— No, mi niña... es cuando tenemos miedo, pero lo enfrentamos de todas formas.Recuerdo cómo me acarició el pelo y me miró fijamente a los ojos, como si quisiera grabar esas palabras en mi corazón.— Un día, necesitarás ser valiente... más de lo que crees que puedes. Y, cuando eso pase, recuerda: nunca estás realmente sola.El recuerdo se desvanece como humo al volver al presente.— Aurora... necesitamos empezar ahora.— ¿Por qué? ¿Por qué no me dijist
POV Aurora El viento parecía más frío que antes, cortando mi piel mientras me arrodillaba junto a Sofia. El sonido del tráfico, de la gente pasando, todo parecía demasiado distante, como si el mundo exterior no se diera cuenta de que el mío se estaba desmoronando.Margo miraba a su alrededor, inquieta, como si cada segundo de espera fuera una amenaza.— Aurora, ¿quién es esa persona a la que acabas de llamar? — preguntó, curiosa y desconfiada.— Margo... — respiré hondo. — Prometo que te lo cuento después. Ahora no es el momento adecuado.Ambas sabíamos que, tarde o temprano, tendría que contarlo todo. Pero no allí. No con Sofia respirando con dificultad a mi lado.Pasaron tres, quizás cinco minutos, y nada apareció. Empecé a preguntarme si realmente vendría.— Aurora... ¿realmente vendrá? — insistió Margo, sin poder ocultar la desconfianza.— Dijo que vendría. — Intenté sonar firme, pero mi voz vaciló.Sofia apretó mis dedos, tan débil
POV Aurora Después de la propuesta de matrimonio más extraña que vi en mi vida, me despedí de mi padre una vez más, por última vez.Su ausencia es como un agujero en el pecho, pero sé que él quería que yo fuera fuerte. Y lo seré. Seré fuerte por mí y, sobre todo, por mi hermana. No dejaré que nada nos separe.Tomé el autobús y me dirigí a mi barrio, la Villa de las Palmeras, en su parte más humilde. Las calles son estrechas, asfaltadas de forma irregular, con baches y remiendos. Las aceras están rotas en varios puntos y, en vez de las palmeras alineadas que le dan nombre al lugar, hay árboles dispersos, algunos con hojas secas cayendo sobre los cables eléctricos expuestos.Las casas son sencillas: muchas de ladrillo visto o con revoque gastado, pintadas en colores ya deslucidos por el sol y la lluvia. Los techos varían entre tejas de barro antiguas y placas de amianto. Portones oxidados y muros bajos dejan ver patios pequeños donde la ropa se balancea en tendederos improvisados.En e
---La noticia de la muerte de mi padre se siente como una pesadilla de la que no consigo despertar.Él se fue por mi culpa — por intentar cargar con el peso de una casa en bancarrota, una hija enferma y otra perdida entre estudios, currículos rechazados y deudas que crecían como la mala hierba.Cada recuerdo suyo me duele ahora como una cuchilla afilada.Ayer, cuando llegamos a casa, Sofía y yo fuimos directo a su habitación. El olor todavía estaba allí... el mismo aroma suave a jabón que siempre quedaba en su ropa. Nos acostamos en la cama, abrazamos sus camisas como si fueran brazos y lloramos hasta que el cuerpo no pudo más.Sofía terminó sintiéndose mal; le preparé un té, le di la medicina y me quedé a su lado hasta que el sueño la venció.Margo se quedó conmigo toda la noche. Sentada a mi lado, no dijo mucho, pero su presencia era un escudo contra la desesperación. Sofía y yo la amamos. Le agradezco a Dios que esté aquí — porque sola... n
Punto de vista: Leonardo Vasconcellos— ¡Eh, espera!Pero ella no esperó. Salió corriendo. Recibió una noticia, y sé que no es buena. Por la manera en que se puso pálida… es algo serio. Y lo entiendo: vino del hospital. Yo también recibí llamadas así. Sé cómo se siente.— ¿Señor? ¿Me escucha?La voz de Pedro, mi chofer, me sacó de mi parálisis. Caminé hasta el coche, y él ya iba a abrirme la puerta. Levanté la mano.— No es necesario.No soy un inválido. Detesto ese servilismo exagerado. Muchos creen que estar por encima del mundo significa ser arrogante. Y sí, estoy por encima de muchos. Pero nunca por encima de la dignidad de nadie.Entré al coche, pero mis pensamientos se quedaron en ella: Aurora. Un nombre ligero, hermoso. Maldito nombre. No puedo estar pensando en ella así. No está bien.Miré por la ventana y vi a Ricardo saliendo del edificio. Saqué el celular.— ¿Aló?— Ricardo, sígueme a casa. Necesito hablar contigo.Colgué antes de que respondiera. Conoce mi tono. Sabe cuánd
Último capítulo