Aurora
El jardín del hospital estaba silencioso, un refugio escondido en medio del concreto y el caos. Caminé hasta allí justo después de recibir la noticia del médico. Era un espacio hermoso, repleto de colores vivos: rosas rojas que ardían contra el verde de las hojas, margaritas que recordaban la simplicidad de la infancia, y un árbol enorme que proyectaba sombra sobre un banco de piedra. En el centro, había una fuente delicada, y en la cima una escultura de sirena escupiendo agua. Todo parecía una unión armoniosa de belleza y paz.
Si no fuera un día tan triste, me habría arrojado sobre ese césped inmensamente verde, dejando que el mundo desapareciera por unos instantes.
Me senté en el banco, intentando respirar profundo, tratando de recordarme a mí misma que todavía había belleza en el mundo, incluso cuando todo parecía desmoronarse. Miré el cielo azul claro y, por un momento, deseé estar en otro lugar, en otra vida.
Estaba allí porque no nos permitieron ver