Relamiéndome los labios discretamente, observo como Giselle sale del baño con ese camisón verde esmeralda de encaje que me encanta como se pega a su figura y fingiendo que no la he visto, intento continuar leyendo mi libro, mientras por encima de este no pierdo ni un solo detalle de ella.
—¿Sigues molesto por lo del otro día? —me cuestiona al tiempo que se sienta en la orilla de la cama, cruzando sensualmente sus piernas y dejando al descubierto gran parte de sus muslos.
—¿Y cómo no estarlo si me quieres emparejar con mi empleada? —rebato haciéndome el ofendido.
—Yo también fui tu empleada.
—Y al mismo tiempo mi esposa —le recuerdo—. Además, también estuviste celosa de mi terapeuta, la cual es tan atractiva como mi nana —me burlo.
—No te rías —se queja con un mohín—. En ese tiempo estaba embarazada y me sentía muy insegura.
»Como parece que aún sigues molesto, es mejor que me duerma y no te dé lo que tenía preparado para ti.
—¿A qué te refieres? —inquiero, mirándola con los ojos entrec