Mundo de ficçãoIniciar sessãoLa periodista Jenny Lucescu jamás imaginó que se enamoraría de un hombre lobo. Desde un principio ese chico le pareció hermoso, guapo, súper atractivo y quedará fascinada de él, sin embargo descubrirá que el joven que es ama es un licántropo en medio de una serie de horrendos crímenes que asolan la ciudad, consumados con ferocidad, sumiendo a los vecinos en el pánico, temiendo ser atacados por esa supuesta fiera que ataca en las noches a personas desprevenidas, destrozándolos con alevosía y crueldad. Jenny buscará saber la verdad en torno a la identidad de su amante pero deberá lidiar frente a malvados cazadores de lobos que llegarán al país, atraídos por las informaciones publicadas justamente por Jenny Lucescu, en busca de venganza y acabar con los cánidos. Asimismo, Jenny deberá enfrentar a un peligroso clan de adoradores de vampiros, enemigos de los hombres lobo, que igualmente sembrarán el terror en las calles, queriendo acabar con los últimos especímenes de licántropos que sobreviven a esa intensa y despiadada guerra contra los vampiros. "Amor de lobos" es una novela apasionante, con mucho suspenso, amor y traiciones que tendrá al lector con los pelos de punta de principio a fin.
Ler mais-Lo despedazaron-, suspiró la teniente Harrison frente al espectáculo grotesco y horripilante que se dibujaba frente a sus ojos, como una pincelada macabra y tétrica, en un callejón baldío y pestilente al este de la ciudad.
El capitán Trevor se inclinó para ver el cuerpo del infortunado sujeto hecho jirones. Le habían arrancado, de cuajo, la garganta, le abrieron el pecho y le arrancharon el corazón y le comieron las tripas. El pobre tipo estaba tumbado sobre un terral, en medio de un gran charco de sangre, con los ojos aún abiertos y el terror dibujado en la cara. -No tiene sentido. ¿Por qué lo matarían de esa forma tan despiadada? ¿Una venganza?-, no cabía en la cabeza de Trevor tanta violencia para ultimar a ese hombre convertido en una piltrafa que permanecía allí, tendido en el lodazal, inerte, encharcado en su propia sangre con las tripas mordidas, arrancadas y regadas, trituradas, igual si hubiera sido víctima de un ritual satánico. Harrison tampoco podía deducirlo. -Los vecinos escucharon algunos gritos, pero ya sabe, éste es un terreno baldío, las casas están alejadas, nadie vive por aquí-, permanecía aturdida y conmovida la teniente. -Los testigos también escucharon rugidos a lo lejos, como si hubiera alguna pelea entre animales furiosos e iracundos-, volvió a suspirar ella. -¿Rugidos?-, se interesó Trevor. -¿Un perro?-, estaba intrigado el capitán. La teniente Harrison se puso los guantes quirúrgicos. -No, dicen que más parecía los soplidos de un tigre-, chasqueó ella la boca. -¿Han reportado alguna fiera escapada del zoológico?-, rascó sus pelos desconcertado, Trevor. -No, nada-, dijo la teniente rebuscando en los bolsillos del fulano convertido en un gran despojo sanguinolento. Encontró una billetera y vio los documentos. -Sin empleo aparente, edad madura, divorciado-, leyó ella. -Me informas lo que puedas averiguar, Rebeca-, dijo finalmente Trevor. Volvió a subir a su auto y cuando encendía su auto vio a los perros del vecindario temerosos, escondidos, agazapados, encrespados igualito como si hubieran visto un fantasma o quizás a un ser descomunal, agresivo, enorme, de grandes fauces y garras gigantes que los había asustado. -¿Un tigre?-, parpadeó Trevor.*****
-Mira Jenny, él es el chico nuevo de la redacción-, me hincó en el brazo con su uña grandota, Alessia.
Apenas lo vi, quedé impresionada, embobada y hecha una tonta, boquiabierta y estupefacta. Waldo era guapísimo, encantador, mágico y divino, con sus brazos grandes, su pecho enorme, igual a una meseta, sus piernas gigantes como troncos de árboles y los bíceps que se amontonaban en su cuerpo como una gran e interminable cordillera espléndida y maravillosa, sus ojos mágicos encendidos como los fulgores de una estrella, de un amarillo intenso, lazando rayos y fuegos, y la sonrisa amplia, larga, cautivante y avasalladora. Yo no dejaba de mirarlo y admirarlo mientras él iba tranquilamente por los pasadizos de la redacción, igual a un general persa subido a su calesa, altivo y orgulloso, dominante como un general romano que me seducía y derretía como a una barra de mantequilla. No era la única que estaba impresionada y cautivada por ese ejemplar tan perfecto de macho, esculpido en una roca, que encendía las llamas de mis entrañas y calcinaba mis intimidades hasta volverme cenizas. Todas las chicas de la redacción lo miraban abanicando los ojos, poniendo, también, las caritas de tontas. Y él se paseaba entre nosotras como una divinidad, un gallo amo y señor del gallinero, sumando más y más suspiros como una melodía romántica y poética, encantada y contagiosa que se multiplicaba a cada instante. Al tipo ese le encantaba esa música de sollozos delicados y el tamborileo de los corazones enamorados de nosotras, haciéndole venias a su paso majestuoso, muy masculino, firme y exacto propio de un ser divino y altivo. -¿Cómo se llama?-, le pregunté a Alessia Cooper, mi mejor amiga. Ella también abanicaba sus ojitos encandilada a ese tipo que hacía emerger entre las sombras de la redacción sus propios brillos, cautivándome e hipnotizándome. -Bonev, sí, creo que se llama Bonev, está en deportes-, tartamudeó mi amiga encandilada a los pelos largos azabache de él, espalda grande, bien formada, sus posaderas firmes y redondas y sus pies grandes. Yo me mordía la lengua impetuosa, apretaba los labios, cerraba los puños, me jalaba los pelos, golpeaba mis rodillas, ¡¡¡no sabía qué hacer!!! -¡¡¡Lucescu!!!-, quebró mi incredulidad, Joseph Hill, mi jefe. -Te llama el ogro-, sonrió Alessia -¿Qué querrá ahora ese cascarrabias?-, arrugué mi naricita, chirriando los dientes. ¡¡¡Qué inoportuno ese hombre!!! -Han encontrado un muerto despedazado, hecho trizas, en un callejón baldío, al este de la ciudad, anda en la móvil con un gráfico, quiero una historia truculenta, haz videos y los subes al portal de inmediato-, me ordenó Hill sin siquiera mirarme. Yo seguía humeando después de incendiarme viendo al chico nuevo de la sección de deportes del diario "El Fisgón". Yo hago policiales y mi amiga Alessia locales, aunque en realidad hacemos de todo un poco, porque también tenemos noticiarios cuatro veces al día para la web, nosotras mismas leemos las noticias y en las noches es la mesa redonda, comentando todo lo que pasó en el día y que era viral en el internet. -¿Dónde iremos ahora, señora Jennifer?-, estaba entusiasmado Howard Perkins, el reportero gráfico. A él le encantan esas noticias truculentas. Sus escenas, cada una más atroz que la otra, conmocionaban siempre la web y sus likes superan siempre los miles. -A un tipo lo han hecho trizas en un callejón baldío-, era lo único que sabía. -¡¡¡Tripas, sesos, sangre!!!-, estaba eufórico Perkins. -A veces pienso que eres un vampiro que disfruta de la sangre-, me molesté con Perkins cuando íbamos a toda velocidad con destino al lugar del crimen. -Es que yo vivo la noticia, pues, señorita Jennifer-, reía él a mandíbula batiente. Todo el lugar estaba acordonado por la policía, habían cientos de curiosos, muchos colegas de otros medios y también los forenses. Después de identificarnos, nos culebreamos entre los policías y los peritos y llegamos cerca de donde estaba el infortunado hombre, en efecto, hechos cuartos. Sentí muchísimas arcadas. El tipo estaba destrozado, le habían arranchado las tripas y la sangre había hecho riachuelos en los lodazales. -¿Quién es, Rebeca?-, le pregunté a la teniente Harrison que estaba a cargo del caso. -Paul Bradley, un desocupado, no le robaron nada, parece que fue atacado por un animal grandote-, era su teoría. Empecé a hacer los videos que me había pedido Hill, mi jefe, de todos los ángulos y recogí las declaraciones de la teniente y de algunos testigos. Todos decían que habían escuchado gritos y rugidos, -como si a alguien lo estuvieran matando a dentelladas-, me subrayó un sujeto mala cara que vivía en una casucha muy cerca de donde había ocurrido el escabroso crimen. Perkins también estaba hecho una fiesta y no dejaba de tomar fotos, brincando de un sitio a otro, disgustando a los forenses. -¡¡¡Cuidado con las evidencias, señor!!!-, le advertían. Los videos que hice, los puse de inmediato en la web, dando a conocer el atroz crimen y salí al aire, en vivo, en el portal. -La ciudad podría estar a merced de una feria cruel e insaciable-, dije en mi reporte y eso hizo reír mucho a Elías Garret de "La Tertulia", el cotidiano número uno en ventas. -¿Por qué siempre eres tan escandalosa Jenny? provocarás el pánico en la ciudad-, me dijo. Yo le saqué la lengua riéndome. Tuve un corto romance con Garret. A Elías le gustaban mucho mis ojos, él decía que yo tenía una mirada muy brillante y encendida, como luces de las estrellas. Él es muy agradable, guapo, alto y me gustan sus ojos y su sonrisa, pero es demasiado celoso y violento, es sumamente explosivo, tenía mucha predilección por el tabaco y la cerveza. Por eso, pensaba yo, sus ojos eran demasiado amarillentos. La pasábamos de maravillas, me encantaban sus besos y caricias, él era muy amoroso, súper romántico y hacer el amor con él era una delicia, hasta que los celos se le encendían por cualquier cosa y se tornaba explosivo. -¡¡¡Ese hombre te está mirando!!!-, me reclamaba. -¿Por qué le ríes a ese tipo?-, me recriminaba. -Tú eres sólo mía-, me insistía, abrazándome con fuerza, sumergiéndome en su pecho, pretendiendo que nadie me mire. Ufff, vestirme me era un tormento. No quería que me ponga leggins, ni jeans apretados, usara minifaldas, vestidos cortos y entallados, concurriera en tanga a la playa o me pusiera shorts para ir a bailar con nuestras amistades. ¡¡¡Todo le parecía mal, sugerente y provocativo!!! Lo peor fue cuando le pegó a un colega de "El Fiscalizador", porque, pensó que me coqueteaba y me reía, cuando en realidad, el rostro de ese chico es así, como si estuviera siempre riéndose. Elías no lo entendió y ¡pum! le tumbó tres dientes. Garret fue detenido estuvo dos días en presión, tuvo que pagarle la recuperación al muchacho y yo decidí terminarlo. Obviamente Garret no me olvida, no se resigna tampoco y siempre está haciéndome la corte aunque, la verdad, yo ya ni le hago caso, como dice la canción. -¿Qué podría hacerlo destrozado así, Perkins?-, estaba incómoda por lo que había visto, cuando volvíamos a la redacción, El director quería que la información del asesinato sea la central para la edición impresión de mañana y también subrayó que hiciera una gran cobertura en la web del periódico, con los otros videos que tenía grabados en mi móvil. -Seguramente algún tigre de bengala o un león-, decía contento Perkins porque sus fotos, además, serían la portada de la edición matutina. En el internet no encontré ningún reporte del zoológico informando sobre alguna fiera que haya escapado. Arrugué mi naricita. -No he exagerado. La ciudad está a merced de una fiera-, dije suspirando.La teniente Rebeca Harrison no era tonta. Ella había estado sumando todas las evidencias en torno a los tipos muertos, hechos jirones y convertidos en cuartos. Siempre estuvo convencida, primero, que no era una sola fiera la que asolaba la ciudad sino varias bestias que se ensañaban de sus víctimas. Segundo, adivinó que todos esos tipos fueron muertos porque les eran un peligro a las bestias esas. Tercero, ella le había creído a la doctora Evans en el sentido que las bestias eran en realidad lobos, probablemente licántropos. Cuarto, los ladrones despedazados posiblemente atacaron a los hombres lobo al igual que los cazadores y por eso los mataron. Quinto, y eso era muy creíble, es que esos licántropos estuvieran viviendo en una comunidad, posiblemente lejos de la ciudad, donde compartían sus costumbres y cohabitaban a su manera. Y sexto, ella estaba muy segura que yo estaba vinculada a los cánidos. Esa noche después de hacer el amor con el capitán Trevor, la teniente Harrison
Toda esa situación me tenía demasiado febril, excitada y extasiada, súper ansiosa de todo, por eso hice el amor con Waldo con desesperación y encono, más yo porque estaba demasiado impactada por la relación que llevaban Evans y Garret. La doctora me enviaba selfies de lo que hacían los dos, besándose muy apasionados, disfrutando de la playa, paseando por el parque, abrazados bajo las estrellas, mirando y admirando el crepúsculo y la verdad que me sentía demasiado celosa. Elías era mi ex enamorado y recuerden que donde hubo fuego, siempre quedan cenizas, je je je. Waldo como le era habitual, estaba entusiasmado de tenerme otra vez entre sus brazos. Él, para variar, estaba convertido en un ciclón que arrasaba conmigo. Apenas entramos a mi dormitorio, me jaló del brazo y empezó a besarme con pasión y embeleso, haciéndome suspirar eclipsada por su vehemencia y afán. Mis pechos se irguieron, de inmediato, como montañas y sentí desatarse los fuegos en mis entrañas, incendiando mis i
-Se trata de una guerra de principios-, les remarcó McCloud a sus discípulos. No tuvo mucho cuidado en elegirlos, tampoco, sin reparar en su estirpe, sus antecedentes o su abolengo. Ninguno era un vampiro, sin embargo resultaban fanáticos, creían en la cruzada contra los lobos y estaban dispuestos a morir por esa causa remota y descabellada. Ahora lo que necesitaban eran armas. -Requerimos dinero para comprar pistolas y fusiles-, fue lo que dijo McCloud en esa candente reunión que se prolongó hasta entrada la madrugada. Todos estuvieron de acuerdo. Su clan no contaba con los recursos suficientes para cazar a los hombres lobo. Fue por eso que McCloud pidió más dinero a la cofradía de Gergely y eso finalmente le costó la vida. Él no quería aprovecharse de la secta de Gergely pero los afanes de venganza, de acabar con los licántropos de McCloud, lo malinterpretó la cofradía. En realidad la animadversión a los cánidos de McCloud lo habían hecho cometer muchos errores y uno de el
Yo iba embozada con el pelotón de policías, escondida detrás de un hombre enorme como un cerro que llevaba además un casco y un escudo grandote. Yo no dejaba de grabar en video con mi celular, la intervención que había ordenado Trevor en el hotel para atrapar al tal Dumitru. El capitán iba adelante apuntando con su escopeta. A los huéspedes que se les cruzaba en los pasadizos, les pedía silencio y que entraran a sus habitaciones y se pongan a buen recaudo. Otro agente se encargó de despejar el hall y el comedor. De repente todo era silencio en el hotel. -¿Qué va hacer?-, le pregunté, entonces, a Trevor, asustada pero emocionada, saboreando la adrenalina de estar justo en el meollo de la acción. Ya les he contado que me encantaba el peligro, disfrutaba de los riesgos y gozaba de esas situaciones de vida o muerte y que por eso, justamente, me hice periodista. En realidad esa pasión me la provocaba la sangre de mujer lobo que tenía en las venas. Me animaba a estar allí, en medio d
-¿Qué es lo que sabes tú de todo esto?-, me miró fijamente Trevor, tratando de adivinar lo que había en mis ojos y que información le habría traído a su despacho. Harrison ya había advertido al capitán que yo era muy acuciosa en cuanto a recabar datos fidedignos sobre crímenes de diversa índole. -Esa mujer tiene alma de detective, debió ser policía en vez de periodista-, le dijo incluso Harrison riéndose. Por eso Trevor estaba preparado cuando me tuvo al frente en su despacho. -Hablé con la doctora Evans.-, le dije devolviéndole la mirada suspicaz. Trevor se interesó aún más. -¿Qué te dijo? ¿Que McCloud fue asesinado un hombre lobo?-, dijo el capitán con el tono sarcástico. Trevor seguía pensando que los licántropos no existían, que todo era una fantasía, pese a las evidencias y de lo que le había dicho Harrison. Un defecto que tenía el capitán es que era muy terco. -No fue una fiera, fue un ser humano el que mató a McCloud-, le disparé de frente. Trevor quedó perpl
Le escribí a Waldo a su chat, incluso le envié la foto que me había remitido Alessia de McCloud muerto, sin embargo mi enamorado se mantuvo calmo e indiferente. -Ese tipo era un mal hombre, tuvo el final que se merecía-, fue lo que me respondió con un emoji de asombro. -Espero no tengas nada que ver con eso-, le disparé de frente. Yo puse un emoji furioso. -No me gusta matar cucarachas, no es mi estilo-, fue exactamente lo que me contestó Waldo. Llamé al móvil de Garret. -¿Supiste lo de McCloud?-, le pregunté. Él tampoco había estado en la escena del crimen porque tenía otra comisión sobre política. -Sí, una lástima, toda la redacción está conmovida-, me contó. -Lo mató un lobo-, le enfaticé. Las evidencias no dejaban dudas, empero Garret, al igual que Waldo, se mostró indiferente y me respondió lo mismo que mi enamorado, como si fuera un libreto aprendido entre los dos. -Era un mal hombre, se merecía ese final-, me dijo indiferente y tosco. Ni Waldo ni Garret estaban
Último capítulo