Mundo ficciónIniciar sesión¡¡¡Noooooo…!!! Suelto un grito aterrador que sale desde lo más profundo de mi ser sin importar que sea el Alfa Supremo, caigo de rodillas sin fuerzas sollozando: ¡Mi Luna, mi hermosa Luna! ¡Mis cachorros, todo ha desaparecido! ¡Mi adorada hermanita, sus cachorros! ¡Todo, desapareció en un instante delante de mis ojos! ¡No puedo creer, que no fuera capaz de impedir que eso pasara! ¡Las lobas de mis hermanos, sus cachorros! ¡Todo, dejé que desapareciera para siempre! ¡Otra vez, nos hemos quedado solos, sin nada, heridos de muerte! ¿Es que estamos malditos Mat? ¿Estamos destinados, a perder siempre lo que mas amamos? ¿Qué vamos hacer ahora Mat? ¿Cómo podemos recuperar a nuestra Luna? ¿Qué podemos hacer, para regresar a nuestras lobas y cachorros mi lobo? Y es entonces que al igual que yo, sale un grito desgarrador de nuestro pecho de los lobos: ¡¡¡DONDE ESTAN, NUESTRAS LOBAS Y CACHORROS¡¡¡
Leer másLa bruja diosa desterrada de los cielos, Isfet, había logrado su venganza. En un último intento por salvarse, hizo que el tiempo retrocediera sin control, llevándose consigo todo lo que más amábamos. Los lobos gimen en nuestro interior; todos estamos desconcertados, mirando fijamente el lugar vacío donde, hace poco, estaban nuestras esposas, nuestros cachorros y amigos. Solo permanecen junto a mí el doctor Aha, la bruja Teka-her, mi beta Amet, mi delta Horacio y mi celta Bennu. Todos los demás que estaban con nosotros en la cueva han desaparecido.
Salimos despacio de las cavernas, mientras lágrimas ruedan por los ojos de todos. De repente, Neiti viene corriendo convertida en una niña y se lanza a los brazos de su padre, Aha, que la recibe asombrado. —Papá, ¿dónde estaban? Los he buscado por toda la manada y no los encontraba. Mamá, quiero que me hagas comida, tengo hambre —dice, corriendo hacia Teka, quien la mira sorprendida mientras la toma en sus brazos. —Neiti —la llamo. —Sí, mi Alfa —me responde con su vocecita de niña. —¿Cuántos años tienes? —pregunto para calcular cuántos años hemos retrocedido. —Cuatro, mi Alfa. Cuatro y medio —responde, inclinando la cabeza. Todos estamos asombrados. Terminamos de salir de la cueva y vemos que estamos en nuestro poblado de Nueva Zelanda. ¡Dieciocho años antes! ¡Hemos retrocedido en el tiempo dieciocho años! Nos miramos entre nosotros; otras veces hemos viajado en el tiempo, pero siempre fue muy bien controlado por mí como Alfa Supremo. Ahora, sin embargo, fue la bruja Isfet quien lo hizo. No sabemos qué pudo haber pasado. Caminamos sintiéndonos vacíos y derrotados hasta la casa del Alfa y entramos en su despacho. Aha se ha ido con Neiti. —¿Ahora qué hacemos, mi Alfa? —pregunta Horacio. —Como yo lo veo, mi Alfa —comienza a hablar Teka—, tenemos dos opciones. —¿Cuáles dos opciones, Teka? —pregunta Amet. —Podemos volver al futuro, sin estar seguros de que será el mismo —inicia a hablar la Bruja Suprema con calma—. Pero les advierto que eso haría que Isfet regresara a reencarnar. La segunda opción es que podemos comenzar todo de nuevo desde cero y evitar muchas cosas. Recorro con mi mirada los rostros de mis compañeros, intentando encontrar respuestas que ninguno puede dar. Horacio y Bennu fijan sus miradas en la bruja Teka-her como si esperaran que ella, en su infinita conexión con las fuerzas superiores, tenga alguna solución mágica que nos saque de este aprieto. Sin embargo, en su semblante solo hay incertidumbre al igual que todos nosotros. Luego sus miradas regresan a mí, suelto todo mi aire para dirigirme a mi beta. —Amet, ¿qué crees que debemos hacer? —pregunté en espera que mi sabio beta tuviera una solución como siempre. —En estos momentos usamos todo nuestro poder y el de nuestra manada para detenernos. Ahora no tenemos el poder de ir al futuro. Me paso la mano por el rostro, intentando contener el peso de la desesperación que se asienta sobre todos nosotros. La casa, ahora vacía y fría, parece un sepulcro silencioso para nuestras esperanzas. A mi alrededor, los pocos que quedaron reflejan la misma duda y dolor. Horacio solloza en el rincón, como un lobo herido que ha perdido su presa. Mi beta me mira, niega con la cabeza y se deja caer en un sillón, apesadumbrado, con las lágrimas rodando por su rostro. Solo tiene la imagen de su linda Antonieta, con sus bebés desapareciendo delante de él. —¡Chicos, no se derrumben! —interviene Teka-her—. Mírenlo así: ustedes marcaron a sus mitades. Pueden encontrarlas ahora fácilmente, aunque sean niñas como mi Neiti. Todas tienen la misma edad, cuatro años y medio, pero su esencia ya está unida a la de sus lobos. —¡Pero, Teka, retrocedimos en el tiempo! ¡Las marcas no van a funcionar! —le dice Amet, dejándose caer en una silla. El aire en el despacho parece volverse más frío, pesado, casi irrespirable. Bennu, siempre tan estoico, levanta la cabeza y lanza una mirada incrédula hacia Teka-her, como si no pudiera creer las palabras que acaba de escuchar. —¡No importa, chicos! —insistió Teka ante nuestra actitud. — El olor de ustedes las atraerá; confiarán en ustedes. —¡Pero son niñas, no se van a sentir atraídas por hombres adultos como nosotros! —grita Horacio. Teka-her, impasible ante el tono de Horacio, se cruza de brazos y respira profundamente. Confío ciegamente en su sabiduría que a menudo aparece justo antes de revelar algo importante. Las voces y el llanto de Horacio no me dejan concentrarme. —Gritar no va a solucionarlo, Horacio —le digo, mientras me levanto y camino hacia la ventana. Afuera, el poblado continúa con su rutina tranquila, ajena a nuestra tragedia de haber retrocedido en el tiempo. ¿Qué debo hacer? Vuelvo a mirar por la ventana. La brisa parece burlarse de mí, moviendo las hojas de una forma serena e incluso relajante, ajena a que horas atrás nuestro mundo se desmoronó. Golpeo el marco de la ventana con la palma de mi mano. No puedo permitir que se rindan ahora; debo hacer que salgan de su abatimiento. —¿Qué debo hacer? —repito en voz baja, más para mí mismo que para ellos, mientras mi mirada se pierde en los árboles que rodean el poblado. Horacio, aún alterado, se pone de pie y me sigue, buscando en mí las respuestas desesperadas que nadie tiene, ni siquiera yo. —¡No podemos quedarnos así, Jacking! ¡No puedo aceptar que la vida siga su curso y mis cachorros no estén aquí! —ruge, golpeando la pared con fuerza, una grieta extendiéndose bajo su puño cerrado. —Quiero a mi esposa y mis hijos conmigo. —¡Cálmate ya, Horacio! —le pido con tono autoritario, regresando al escritorio—. Deja que piense. Teka tiene razón: estas niñas son nuestras mitades, nuestras almas gemelas, las marcamos en una vida y un tiempo. La conexión sigue existiendo, aunque sea en un tiempo diferente. Mi beta Amet, derrotado, alza la mirada desde su silla al escucharme. Se ve perdido y desconcertado, como si no pudiera pensar por el dolor que lo atormenta. —¿Cómo vamos a lograr eso que nos pides, Teka? —pregunta Amet, apretando su frente y tratando de buscar una solución en ella. —Son unas niñas. Necesitarán tiempo para recordarnos, para sentirnos. No creo que lo hagan. Teka-her suspira profundamente y vuelve a sentarse. Juega con unas imágenes de runas entre sus dedos y comienza a dibujar, con precisión antigua, símbolos que parecen vibrar bajo cada trazo en el aire. —Chicos, dejen de ser pesimistas. No importa que sean niñas, el poder que los une es más fuerte. Ellas los amarán desde el mismo momento en que los vean; confiarán en ustedes —dice con una firmeza que ninguno de nosotros siente. Al ver cómo la observamos incrédulos, agrega:— A mí me pasó con Aha; desde que lo vi con tres años, lo amé y confié en él. —¿Segura, Teka? ¿Ellas se pegarán a nosotros? —preguntamos todos al escucharla, esperanzados.AMET:Nos retiramos, dejando a los Adjule en la nueva casa. Los tres nos dirigimos a la casa del Alfa cuando vimos a nuestras mitades que corrían hacia nosotros y, sin más, nos saltaron encima. Nosotros las recibimos felices y sorprendidos.—Amet, amor, vamos a comprar mi vestido de novia —es la primera en hablar Antonieta.—¿Ahora, linda? Soy el Beta de la manada, y el Alfa no está, no puedo alejarme sin su permiso —explico, aunque muero por complacerla.—¡Vamos, chicos! —escucho a Julieta, que está a horcajadas sobre mi delta, Horacio—. Dale, me lo prometiste, no queremos ir con mamá.—Pero amor, estamos trabajando —se excusa él también, aunque me lanza una mirada suplicante.—Ya tengo el mío, Bennu —anuncia Netfis desde los brazos de Bennu, que sonríe con suficiencia, aunque su expresión se corta al es
AMET:Eso sí era un cambio trascendental. Nos alegrábamos de verdad por él. También habíamos pasado las pruebas de nuestras mitades y somos felices.—Por cierto, Bennu. El único que falta es Jacking. ¿Por casualidad, sabes dónde está? —pregunté enseguida. Al celta no se le escapaba nada dentro de la manada.—Sí, está encerrado con su Luna en la cueva de los sentimientos desde ayer —respondió de inmediato.—¿Sabes si pasó algo? —me preocupé, eso no era algo que el Alfa hiciera.—Amet, mis cazadores me dijeron que Úrsula había atacado a la Luna. Pero ella se convirtió en la Luna Suprema y la sometió —contó Bennu, haciendo que un rugido saliera de nuestros pechos.—¿¡¿Qué?! ¿Cómo pudo convertirse en la Luna Suprema?<
AMET:Después de dejar a Antonieta en mi casa, dormida y tranquila, regreso a la casa del Alfa a realizar mi trabajo. Me encuentro con el Delta Horacio y le pregunto si ha visto a Jacking, pero me responde que si yo no sé dónde está, nadie lo sabe.—¿Qué te pasa, Amet? Estás muy ojeroso —pregunta enseguida, con preocupación.—Horacio, he pasado un susto con mi Antoni —le digo, sintiendo la necesidad de compartir mi experiencia—. Su loba Urbi quería separarse de ella.—¿De veras? ¿Otra vez te dio trabajo? —pregunta, recordando mi problema en el pasado-futuro.—Le robó toda la energía vital a mi Antoni. Me costó mucho trabajo revivirla. Casi tuve que pasarle toda mi energía vital —le explico con un suspiro, aun sintiéndome débil.—¿Por eso estás tan ojeroso? &mdas
ANTONIETA:Por primera vez, Urbi dejó de sentir miedo. Lo miró más de cerca y preguntó con timidez si era verdad que le parecía hermosa. Ammyt ronroneó por primera vez y lamió su cara. Sin embargo, ella siguió diciendo que no quería ser la mitad de la humana Antonieta.—Bueno, mi loba, existe una solución para eso —dijo Ammyt con un gran suspiro. Urbi lo miró interesada. —Puedo pedir al Alfa Supremo que te separe de ella.—¿Puede hacerse eso? —preguntó, moviendo la cola.—Sí, puede hacerlo —aseguró con seriedad—. Tú te irías a esperar que aparezca otra mitad de alma humana con la cual seas feliz.—¿Qué pasará con Antoni? —preguntó al fin.Yo también quería saber; ahora estaba asustada de que mi lobo me dejara, no me importaba nada más, por lo que presté atención.—Ella será solamente una humana o tal vez la diosa luna le conceda otra alma de loba, quién sabe —contestó Ammyt.—¿Tú vendrías conmigo? —preguntó Urbi, emocionada.—No, Urbi, yo me quedaré con mi mitad. Antonieta es mi mitad
ANTONIETA:Me despierto y miro a ambos lados; mis padres están dormidos. ¡¿Qué hago en medio de mis padres?! Estaba durmiendo con Amet, desnuda en mi cama, después de hacer el amor. Me convierto en Urbi, pero al hacerlo, mi papá se despierta.—¿Qué tienes, cariño? ¿Por qué tienes miedo? —pregunta, mientras me acaricia la cabeza. Hundí mi cabeza bajo su brazo y lloré lastimeramente. Mi mamá, Amanda, se despierta también.—¿Qué le pasa a Antoni? —pregunta enseguida.—A Antoni no le pasa nada, es a su loba Urbi —contestó papá. Mamá lo mira sin comprender; somos una. —Pero me parece que es su loba Urbi la que tiene problemas. Urbi, deja que Antoni regrese.Escucho a papá pedirle a mi loba que me devuelva el control, pero sigo en mi forma lobuna.—Tenemos que llamar a Amet —escucho a mamá decir. Empiezo a temblar al escuchar su nombre y me aprieto más contra mi papá. Mi loba tiene el control y no me deja hacer nada, solo escuchar.—Sí, estoy mirando que algo pasó entre ellos —contesta p
ISIS:Nos sentamos uno al lado del otro. Aspiro profundamente, con los ojos cerrados, el agradable olor de mi Alfa Supremo. Inclino la cabeza y me apoyo en su hombro. —Abrázame, mi Alfa —le pido en un susurro, sintiendo un poco de frío. Mi Alfa me hace feliz, así que me acerco un poco más. Siento claramente su emoción y sonrío. Luego recuerdo lo que acabo de escuchar. —Mi Alfa, hace un momento Ast y yo escuchamos una voz en nuestras cabezas. ¿Sabes qué puede ser? —pregunto con curiosidad. —¿Una voz, mi Luna? —El Alfa Supremo gira la cabeza al escucharme. —Sí, nos dijo que nos dejáramos marcar por ti, que ya lo habías hecho una vez —continúo contando todo. El Alfa Supremo me mira intrigado; puedo ver que no me cree del todo, o eso pienso. Luego me toma la mano y me dice
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