Mi jefe llegó presto a mi cubículo. -Lucescu, tu reportaje sobre la fiera que hizo trizas a ese hombre es viral en la web y hemos batido récords de venta en la edición impresa. Anda al zoológico, entrevista a un especialista y que te diga qué animal atacó a ese sujeto-, estaba eufórico Hill. El director, Adam Roosevelt lo había felicitado por la resonancia del hecho.
Fui de inmediato con Perkins al zoológico. Ya nos esperaba la veterinaria Heather Evans con quien me había contactado previamente. Nos hizo pasar a su consultorio. Allí atendían a un gran papagayo que estaba inapetente, al parecer indigesto por algo que comió. Ella se sentó en una silla giratoria junto a su pupitre. Prendí mi celular para hacer un video de la entrevista y colgarlo a la web del diario y le mostré , entonces, las fotos y videos que hicimos del finado Paul Bradley, las heridas, la garganta rota, los rasguños y la forma cómo le habían abierto el pecho a mordiscos para comerse el corazón y las tripas. Ella examinó las evidencias con detenimiento, valiéndose, incluso, de una lupa. -Una fiera muy grande-, adivinó, al instante. -¿Un león?-, fue lo primero que se me ocurrió. -Por la violencia yo diría que un oso, pero no me convence, los cortes son perfectos, exactos, es una mandíbula no solo fuerte, sino que los dientes y los colmillos mordieron y trituraron la carne como si fuera una manzana,-, apretó ella los labios. -La policía sostiene que podría tratarse de un tigre-, le recordé. -No, no, no, ni tigre ni león-, seguía ella mirando las fotos y los videos que le mostraba en mi tablet. Luego de un rato se alzó de su silla y fue a un estante donde habían libros y revistas. Miró la fila con detenimiento y luego su rostro se iluminó. -¡¡¡Éste es!!!-, dijo contenta. Era una enciclopedia dedicada, exclusivamente, al estudio de las mandíbulas de los mamíferos del mundo entero. Fue viendo apurada las láminas donde se detallaban colmillos, molares, fauces de todo tamaño e iba comparando con las rasgaduras del cuerpo del pobre Bradley. Entretanto Perkins no dejaba de tomar fotos brincando de un lado a otro igual si fuera un mono. Después de un rato, Evans se detuvo en una página y golpeó varias veces su dedo. -Mira la distribución de los dientes, los colmillos, los molares y observa los cortes del cuerpo del sujeto muerto a dentelladas, coinciden plenamente-, me dijo. Quedé boquiabierta y pasmada. Era cierto. Las hendiduras tenían la misma marca, Los colmillos se habían hundido en el pecho de Bradley y la bestia le arranchó el pectoral de un gran mordisco, luego la fiera esa metió el hocico y se devoró el corazón y las tripas del infortunado. Todo era exacto, igual a una película. -Esta fue la fiera-, me dijo al fin resoluta, inflando su pecho. Giré el libro para captar bien el video de la lámina que había señalado la veterinaria, de las fauces del animal que, posiblemente, se tragó a ese sujeto y luego miré a Evans entre asombrada y desconcertada a la vez. La mandíbula pertenecía a un lobo.*****
McCloud prendió un cigarrillo y lo fumó con serenidad. Vestía una capucha oscura y un mandil largo que le cubría hasta los pies. Sus acompañantes también vestían esos mamelucos grandes, como si fueran túnicas. Lo miraban en silencio.
-Los licántropos son nuestros enemigos-, dijo, luego de echar mucho humo, dibujando extrañas figuras en las balotas. -Tenemos una guerra ancestral con los cánidos y es el momento de ganarla-., dijo. Sus acólitos permanecían en silencio. El cuartucho aquel era lúgubre. Colgaban ratas de los tendederos, con las gargantas abiertas, echando sangre y con esa misma sangre habían pintado las paredes, dibujando extraños símbolos y figuras tétricas. -Somos vampiros, los elegidos, los dueños del mundo-, subrayó McCloud con convicción. -Los licántropos quieren quitarnos el trono que nos corresponde y ha sido nuestro a través delos siglos-., subrayó. Todos le dieron y aplaudieron. Mc Cloud sonrió. Y en esa sonrisa aparecieron los colmillos afilados, igual a dagas, que brillaban con las luces de la Luna filtrándose por las persianas abiertas de aquel cuartucho tan oculto, tétrico y fantasmagórico como lo era también McCloud.