Natalie, una joven mujer que ha sufrido violencia doméstica en su matrimonio, regresa al rancho Moon Red en busca de ayuda y refugio. Allí, se encuentra con Malakai, un hombre misterioso y atractivo que trabaja como mano derecha del dueño del rancho, Magnus. Natalie no tiene idea de que Malakai es un hombre lobo, al igual que todos en el rancho. A medida que Natalie se establece en el rancho, comienza a desarrollar una relación cercana con Malakai, quien se siente atraído por ella de manera inexplicable. Sin embargo, cuando Natalie queda embarazada después de una noche apasionada con Malakai, él cree que ella lo está engañando y que el bebé no es suyo, ya que los lobos solo pueden preñar a sus compañeras, y Malakai no puede oler a Natalie como su compañera. Convencido de que Natalie lo ha engañado, se vuelve distante y frío con ella. Pero en el cuarto mes de embarazo, Malakai olfatea a su cachorro y se da cuenta de que Natalie no le mintió. Abrumado por la culpa y el arrepentimiento, se ve obligado a rogarle a Natalie que lo perdone, sin revelarle su secreto como hombre lobo. Mientras tanto, el exmarido de Natalie, un empresario poderoso, intenta recuperarla y retrasar el divorcio alegando que el bebé que espera Natalie es suyo. Esto complica aún más la situación y pone en peligro la seguridad y el bienestar de Natalie y su bebé. Mientras Malakai lucha por ganar el perdón de Natalie y demostrar su amor y lealtad, debe pensar como decirle a Natalie que es un hombre lobo. Natalie, por su parte, debe decidir si puede perdonar a Malakai y aceptar su verdadero naturaleza, mientras enfrenta la amenaza de su exmarido y descubre la verdad sobre el rancho y sus habitantes.
Ler maisRancho Moon Red, rezaba el cartel de madera sobre la entrada, y con las pocas fuerzas que me quedaban luego de conducir casi por 24 horas, pise el acelerador, aun desde la entrada, hasta la enorme construcción que era la gran cabaña, casi mansión, había varios kilómetros, y de a momentos mi cansancio menguaba, los recuerdos de mi infancia llegaban, los únicos años en los que fui feliz, algo patético si se tenía en cuenta que solo tenía 8 años cuando nos marchamos, aun así, este fue el único lugar que además de felicidad, me brindo protección, corriendo entre la hierba, o ayudando a los novatos en las caballerizas, no importaba cuantos hombres deambularan por el lugar, yo me sentía segura, era como estar en mi hogar, aunque no lo fuera.
El sol estaba alto, cuando al fin detuve el vehículo, debía ser medio día y por un segundo me pregunte si Magnus seguía almorzando a horario, ¿me recordaría? Ni siquiera sabía lo que hacía o a donde me dirigía cuando tomé mi maleta, 24 años reducidos a una maleta, aunque no podía negar que di mi mayor esfuerzo.
Unos golpes en mi ventanilla me sobresaltan, recordándome que, si no salgo del automóvil, no sabre si podre quedarme aquí, si este viaje valió la pena.
— ¿Necesita algo señorita? — el vaquero no luce como un novato y me pregunto ¿cuánto pudo cambiar el rancho en estos años?
— Hola, mi nombre es Natalie Queen y necesito hablar con el señor Magnus. — el hombre apenas y se aleja, por lo que el salir del vehículo se me dificulta un poco.
— Si alguien del rancho le hizo eso, no es con el señor Magnus con quien debe quejarse, Malakai es la ley en el rancho, ahora está en el picadero, amansando unos caballos, pero puedo ir por él. — ante la observación del hombre trato de cubrir un poco mi rostro con mi cabello y reacomodo los lentes de sol.
— No, esto no tiene nada que ver con mi pedido, solo necesito hablar con el señor Magnus Moon. — un suspiro exasperante se filtra de mis labios, no se me da bien tratar con personas entrometidas y por lo que recuerdo, los vaqueros no se encargaban de recibir a los visitantes, por lo que intento pasar de él y llegar al menos a tocar la puerta, Nilda debe de trabajar en la casona aun, no era muy mayor cuando vivía aquí. — Con permiso.
— De eso nada señorita. — en un rápido movimiento, el hombre me sostiene del brazo, no es un agarre fuerte, pero si me recuerda el daño de mi cuerpo y un quejido sale de mis labios, además de detenerme. — Lo siento, pero nadie debe molestar al señor cuando almuerza, quizás deba regresar después. — su pedido es lógico, a Magnus nunca le gusto que lo molestaran cuando almorzaba, pero, aun así, estoy tan cansada y no solo por el viaje, mi mente necesita desconectarse, sin contar con que estoy utilizando el ultimo poco de valentía que en mi puede quedar, en una situación normal, jamás hubiera venido aquí, luego de tanto tiempo y de la nada, pero estoy tan cansada de ser fuerte, quiero desmoronarme, solo un poco.
— Creo que las normas no cambiaron en estos años. — digo casi en un gruñido y el hombre afina su mirada, como si tratara de recordar mi rostro, pero sé que no lo conozco. — Veamos si todo sigue igual. — casi gruño al mostrarle una pequeña sonrisa socarrona, pero no lo puedo evitar, cada vez que estoy a punto de hacer algo que no debo, mis labios me delatan y esta no es la excepción.
Hubo un tiempo en el que fui feliz, corriendo por la pradera, cepillando caballos, despreocupada de todo, y gran parte de eso se lo debía a Magnus, el sentirme protegida, en casa, “solo debes silbar y el lobo te salvara del cazador”, creo que Magnus nunca leyó caperucita roja o le contaron mal la historia, ya que era el cazador el que salvaba a caperucita, pero el mensaje era lo importante, él llegaría y me salvaría. Aun bajo la mirada interrogante del vaquero, y la mirada curiosa de un par más que justo pasaban por el lugar, lleve mis dedos a mi boca, y silbe, tan fuerte como pude, como me hubiera gustado silbar hace una semana atrás, para que alguien me ayudara.
— Jesús, mujer, casi me dejas sordo. — al parecer el vaquero a mi lado tiene oídos sensibles, ¿o fui yo quien silbo con demasiada fuerza? Es una posibilidad, ya que tengo a más de una docena de hombres viéndome, incluso a la distancia, desde las caballerizas. — Será mejor que te marches…
— ¿Pulga? — la voz profunda de Magnus me deja en claro no solo que el silbido funciono, también me recuerda, me hace sentir especial. — Pulga ¿eres tú? — pregunta una vez más y casi puedo jurar que está olfateando el aire.
— Hola, Magnus. — respondí con apenas un susurro, él no había cambiado en nada, seguía tan imponente y grande como cuando era una niña, pero lo que más me afecto fue ver su rostro sonriente, como si se alegrara de verme, aunque apenas bajo los escalones del recibidor y observo mi rostro, su sonrisa se desvaneció, para darle paso al horror y la furia.
— ¿Quién te hizo eso? — podria jurar que acababa de gruñir y el vaquero a mi lado tembló.
— Tenías razón Magnus, el mundo está lleno de cazadores. — reconocí, al recordar nuestras largas y tontas charlas de cuentos mal contados, mientras el dueño de uno de los ranchos más grandes de Montana levantaba su mano y quitaba mis lentes de sol, revelando el horror que debían ser mis ojos que estaban inyectados en sangre, gracias a los derrames que tenía.
— Natalie. — era la segunda vez en la vida que lo escuchaba decir mi nombre y no llamarme pulga, la primera vez, fue cuando mi madre dejo el rancho y yo gritaba por su ayuda, “¡Magnus, Magnus!”, repetí su nombre tantas veces y a cambio solo obtuve el mío en un susurro cargado de pena, como ahora.
— Pero gané Magnus, estoy aquí, viva. — desde joven aprendí a valerme por mí misma, no necesitaba la lastima de los demás, solo un lugar donde quedarme que pagaría con trabajo. — No seré un lobo, pero tu pulga no se dejó vencer. — una vez más trate demostrar mi sonrisa de que todo me valía una m****a, esperando quizás el aullido que Magnus siempre hacia cuando de pequeña realizaba una travesura y él lo celebraba a su manera, pero en lugar de eso, Magnus me abrazo, como queriendo protegerme incluso del aire que nos rodeaba.
— Claro que lo hiciste pulga, ahora deja que sea yo quien cuide de ti, bienvenida a casa hija.
Y ese fue el momento donde me permití llorar, mientras Magnus me arrastraba dentro de la gran casa, ocultándome de ojos curiosos y lo más probable, de los chismes, aunque esto último me tenía sin cuidado, no me importaba si pensaban que era alguna hija ilegítima, estaría feliz de serlo, pero por desgracia no era el caso, Magnus solo era el dueño de un enorme rancho, en el cual mi madre llego un día antes de darme a luz, se suponía que debía cocinar para él, sin embargo, con el tiempo descubrí que, ella solo deseaba meterse en su cama y ante la negativa del jefe, fue por los empleados, no le importaba ser la puta del rancho, hasta que su descaro comenzó a traer problemas a los trabajadores y a Magnus por supuesto, peleas que muchas veces terminaban con brazos rotos, o cabezas sangrantes, el que Magnus la corriera fue inevitable y aunque me dolió tener que dejar lo que yo consideraba mi hogar, con el tiempo entendí que fue lo mejor, pero ahora, lo mejor para mí, era estar en el rancho Moon Red.
Una tarde de verano, Natalie fue alertada que Malakai había salido temprano a dar el recorrido diario por los limites del rancho, pero ya era pasada le media tarde y el Alpha aun no regresaba y la manada solo podía sentir su energía concentrada en el extremo sur, algo que altero de sobre manera a la castaña, que sin perder tiempo, ni querer alterar a sus hijos, tomo uno de los caballos más rápidos y cabalgo con prisa hacia el lugar, recordando que en aquel sector había una pequeña cascada, y con el temor y la duda, que si fuese posible que su Alpha hubiese sufrido algun accidente.En el trayecto, que se le hizo mucho mas largo que en lo que en realidad era, su corazón no dejo de galopar a la misma velocidad con la que lo hacia el caballo que montaba, aunque su mente trataba de tranquilizarla, recordándole que era muy poco probable que Malakai estuviera herido, tal vez todo se debía a que necesitaba un momento a solas, quizás, el ocuparse al completo del rancho que cada día era más gra
La noche en que los trillizos cumplieron dieciocho años quedó marcada en la memoria de todos quienes habitaban el rancho Red Moon.Tras la algarabía y las risas, cuando por fin cayó el silencio sobre la mansión, el aire se llenó de una emoción densa, como si la luna misma hubiera contenido el aliento.Esa noche, los muchachos compartieron su secreto con Magnus, su abuelo, el viejo Alpha que había sido su guía y protector desde el primer suspiro, con humildad y orgullo, le confesaron que ya habían encontrado a sus parejas destinadas, y Magnus, entre lágrimas y una risa ronca, los felicitó por su buen juicio, celebrando que hubieran elegido un camino diferente al de su propio padre, y es que Malakai no solo había juzgado a Natalie en un comienzo, el Alpha había dejado que la pasión lo guiara, ahora al menos sus nietos, eran más juiciosos y no se apresuraban a actuar, por lo que en sus ojos centelleaba el orgullo, pero también la nostalgia de los años idos.Cuando al fin todos se marchar
Los años continuaron pasando, la risa de niños en el rancho poco a poco se volvió cada vez más notoria, no solo eran los trillizos del Alpha y su luna, a estos se había sumado el hijo de Laurent, sin contar que ya eran varios vaqueros los que habían encontrado su compañeras destinadas, cada una relacionada siempre con su luna, o algún pedido de ella, desde Guillermo que tuvo que ir a un estado cercano a conseguir curry, ya que el que había en el pueblo a Natalie se le hacía de baja calidad.Nada lo hizo pensar a este vaquero de que en aquel lugar encontraría su pareja destinada, y como había sucedido con Laurent, a pesar de que eran humanas, Valeria se sintió atraída de inmediato por aquel vaquero, tanto así, que en poco tiempo Guillermo se la había llevado a Red Moon, y como había sucedido con Laurent y su pareja, gracias a la intervención de Natalie y a sus consejos, Valeria aceptó con fascinación el saber que Guillermo era un hombre lobo.Por lo que poco a poco el rancho comenzaba
Esa noche marcó un antes y un después en la manada Red Moon, aquellos vaqueros que eran hombres lobos y que siempre se mantuvieron en paz y tranquilidad, descubrieron de mano de su luna que a veces era necesario derramar sangre para mantener la seguridad de la manada.Esa noche no llamaron a los oficiales del pueblo, tampoco le informaron al oficial Fernández que ya no era necesario seguir buscando a Nelson, no harían nada de eso, porque lo sucedido esa noche en Red Moon poco tenían que ver con la raza humana, era un problema de lobos y como tales lo solucionarían, además no se olvidaban que aún estaba abierta la investigación sobre el asesinato de Nilda, por lo que eran varios guardas parques los que buscaban a un gran lobo que había atacado hasta la muerte a la mujer, por suerte aquel hecho había ocurrido a cientos de kilómetros del rancho, por lo que no tenían temor alguno de que humanos llegaran a husmear a sus tierras, y pretendían que todo continuase de ese modo.Fue por todo es
Incluso desde la distancia, Malakai supo con certeza que quienes huían entre las sombras del bosque eran humanos. Sin embargo, aquel dato era irrelevante, apenas una mota de polvo en la tormenta de su furia. No le importaba la procedencia de aquellas figuras porque lo único que palpitaba en su interior era el ineludible mandato de proteger a su descendencia.Dejó que el lobo que habitaba en sus entrañas emergiera sin restricciones, aullando a la luna su rabia desbordada, un canto sanguinario que otorgaba permiso a los demás vaqueros para liberar también a sus lobos internos. Las apariencias ya no importaban; no había vuelta atrás, porque ninguna de esas personas viviría lo suficiente como para contar lo que ocurriría esa noche bajo la luna de Red Moon, pues habían sellado su destino en el instante en que se atrevieron a tocar lo que era sagrado para él, sus hijos.Sus pequeños cachorros lo guiaban a través de su llanto, sus músculos se estiraban y encogían a medida que la carrera avan
Poco más de un mes había pasado y Nathalie sabía que algo iba mal, pero por más que preguntaba tanto a Malakai como a Magnus, estos simplemente negaban todo, decían que eran ideas suyas, bien pudiese ser que fuera una humana, pudiese ser que fuera joven, que el atender a tres bebés casi en simultáneo era sumamente agotador, pero Natalie no era tonta, nunca lo fue, Natalie era más de ver, analizar y pensar, muchas veces incluso atando cabos aún sin saber la verdad, como sucedió con los hombres lobos, quizás esa fue la ventaja por la que no enloqueció o por la que no quiso huir de ellos como pasó con Natalia la esposa de Magnus, claro que no, Natalia estaba convencida de que había visto un lobo cuando era niña, un lobo que la veía como solamente un padre podía ver a una hija, luego el día del accidente tuvo esa misma sensación, y aunque trató de convencerse que todo aquello fue una ilusión, muy en el fondo sabía que no era así, quizás poseía un sexto sentido, mismo que le decía que algo
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