Capítulo 7

Encontré a Waldo almorzando solo en la cafetería del diario. Yo había llevado mi merienda, un delicioso estofado de pollo, un pan y gelatina. Era mi oportunidad. Él estaba comiendo indiferente, sumido en sus pensamientos, absorto, distendido, extraviado en sus propias preocupaciones. No lo pensé dos veces, jalé una silla y me senté a su lado sin decirle nada, je. -¿Te importa?-, le dije riendo muy coqueta, abanicando mis ojitos, poniendo la carita de tontita. Waldo regresó de su viaje por el espacio sideral desconcertado. -Ah, claro, Lucescu, siéntate-, me dijo un poco aturdido.

-¿En qué piensas?-, me mostré muy insinuante, incluso pegué mi rodilla a la de él. Creo la sintió porque se puso rojo.

-En la fiera que asola la ciudad-, suspiró. -Creo que está cundiendo el pánico en la gente más de lo debido-, remarcó.

-Yo duermo con un bate de béisbol en mi cama, je je je-, le conté riéndome. A Waldo le dio también mucha risa. -No creo que esa cosa se meta a las casas, ataca en la
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