Capítulo 6

 Me dieron la portada y la central del diario impreso, con un titular a todo lo ancho que decía "Fiera aterra la ciudad" y subrayaba que "Peligroso lobo gigante acecha las calles". El pánico entonces se apoderó de la gente y el miedo se contagió en todos en un santiamén. Mis videos e informaciones en el portal del periódico se hicieron virales y todo el mundo hablaba de la bestia que andaba suelta y podía atacar en cualquier momento.

   Yo estaba feliz y me pavoneaba en la redacción, paseando oronda entre los cubículos de mis colegas, simulando llamadas de policías, el alcalde, autoridades, respondiendo interrogantes que no habían, todo para impresionar a Waldo. Él me miraba muy curioso, viéndome cimbreando la cintura, muy cadenciosa, lanzando mis pelos al aire, dándome de una diva, incluso me detenía en la puerta, inclinaba las caderas para verme muy sexy y sensual y hasta cruzada las piernas para que él se deleitara con mi figura curvilínea, propia de una sirena.

   -Te has vuelto muy importante-, me dijo, incluso Waldo cuando nos cruzamos en las escaleras. Uffffff sentí mi sangre haciendo ebullición en los tubos de mis venas, hechos géiser, y el bum bum bum intenso de mi corazón atronaba en toda la ciudad. ¡¡¡Tenía a Waldo rendido a mis pies!!!

   -Un poquito, je-, dije, sonrojada, azorada, mordiendo mi lengüita, arrugando mi  naricita, abanicando mis ojos  muy coqueta.

   Fue entonces que Hill me gritó a todo pulmón,  -¡¡¡Lucescu!!! ¡¡¡Otro crimen!!!-  

   La redacción entera se convulsionó, todos se alzaron de sus pupitres, pusieron la televisión a  todo volumen y la vocinglería se hizo intensa y descomunal. Habían encontrado a otro sujeto, también destrozado, a mordiscos, en un botadero de basura, al sur de la ciudad.

   Corrí a la unidad móvil y al rato llegó Perkins con su equipo fotográfico, jadeando y sudando. -¡¡¡Vámonos, vámonos, vámonos!!!-, apuré al chofer y partimos a toda prisa hacia esa zona apartada de la ciudad, rodeado de desechos de toda índole, olores pestilentes, árboles y arbustos cadavéricos y gente de mal vivir.

   Hill me llamó a mi móvil. -¡¡¡Sales de inmediato en la web, Lucescu!!!-, me exigió.

   En el botadero había pánico y un caos mayor. Se amontonaban miles de curiosos, se multiplicaban los gritos y se sumaban alaridos, chillidos, empujones y empellones. Fue difícil abrirnos paso. La policía había acordonado el sector y  escuchaba bramidos por doquier. Betty Donovan de "El Vigilante" me pasó la voz. -¡¡¡Jenny, por aquí!!!-, ella estaba con los otros periodistas, en una andanada donde encontraba el cuerpo del infortunado hecho jirones.

    -¿Ya saben su identidad?-, me apresuré en preguntar a los colegas. Yo tenía la cara duchada en sudor, mordía los labios y parpadeaba presa de la emoción. -Un mendigo-, me dijo entonces Louis Fergus del portal "Todo se sabe" pero Willy Novak del Canal de Noticias aclaró que era un ladrón de celulares. -Dicen que ese tipo era el terror de la zona sur de la ciudad-, tenía él más datos.

     Los olores fétidos y nauseabundos eran terribles y flotaba el humo espeso de llantas que habían quemado cerca. Yo no podía respirar, me ahogaba y me asfixiaba, más por la tensión y el pánico que provocaba la fiera suelta que aterraba la ciudad.

   Me acerqué a la teniente Harrison para entrevistarla. Ella ya había revisado el cuerpo, recogió evidencias y se sacaba los guantes quirúrgicos. Apenas me vio, sonrió irónica. -Tu lobo acaba de matar a otro sujeto-, me dijo divertida.

   -¿Cree también que es un lobo?-, le acerqué el móvil haciendo un video para el portal de "El Fisgón". -El occiso presenta las mismas características que el otro sujeto que encontramos muerto, le arrancaron el cuello y le abrieron el pecho a mordiscos-, me detalló la teniente.

    Colgué el video a la web y salí al aire. -Así como lo escuchan, señoras y señores, la ciudad está a merced de un lobo hambriento, cruel y extremadamente violento-, dije resoluta, mostrando las truculentas imágenes del pobre tipo hecho cuartos, con sus tripas regadas en el basural, sumergido en un gran charco de sangre.

   A Elías Garret, por supuesto, no le agradaba mi éxito. -No es un lobo, Jenny, es un tipo sádico que gusta de hacer trizas a sus víctimas-, era el punto de vista de "La Tertulia", un diario moderado y siempre cauto en sus informaciones.

   -Pues para mí es una fiera muy grande y la ciudad está en peligro-, le dije molesta, alzando mi naricita.

   Diez minutos después identificaron al tipo. Era, en efecto, un ladrón de celulares que acechaba en esa zona de la ciudad, muy malvado y que golpeaba a sus víctimas después de asaltarlas. Lo conocían simplemente, como "Feo".

   Justo llegó el capitán Trevor y fue donde estaba la teniente Harrison. Haciéndome la tonta me acerqué a ellos para saber de qué hablaban, pensando en conseguir alguna información adicional para mis informes.

    -¿Un ladrón?-, ya estaba al tanto Trevor.

    -Sí, robaba celulares, atacaba en las noches-, frunció su boquita Harrison.

   -Muy sintomático-, aceptó el capitán.

   -De acuerdo al forense, a éste tipo lo mataron en la madrugada, le dieron un gran mordisco en el cuello, en una calle aledaña, a pocos metros,  y lo trajeron arrastrando hasta aquí, hasta los basurales, luego le arrancharon el corazón y las tripas-, informó la teniente.

   -Fea manera de morir-, no estaba de buen humor el capitán.

   -¿El león vengador anónimo?-, sonrió irónica Harrison.

   -O un gran  sádico-,  le dio la razón Trevor de "La Tertulia".

   Si antes la ciudad estaba convulsionada por la fiera que aterraba las calles, ahora el pánico era mayor debido al nuevo ataque, había mucho miedo, terror y angustia y el gobierno no sabía qué hacer para frenar y controlar la histeria colectiva. La gente reclamaba que capturasen al asesino y nadie salía de noche de sus casas. Los dos ataques habían ocurrido, justamente, cuando reinaba la oscuridad y el que menos trancaba las puertas y ventanas de sus casas, pensando que podían ser sorprendidos por la temida fiera.

-¿Crees que sea un loco?-, le pregunté a Alessia, contagiada, también, del pánico que había en las calles. El único comentario que había en la ciudad era de esa bestia que asolaba la ciudad. Yo estaba también demasiado asustada. En las noches, después que salía del diario, corría a casa y trancaba puertas y ventanas, incluso dormía junto a un b**e de béisbol y como todo el resto de la ciudad, escuchábamos gritos, chillidos, pasos, rugidos y bufidos en medio del silencio y el vacío. ¡¡¡Todo el país estaba paranoico por la bestia!!!

    -Yo creo que es un animal grandote-, estaba convencida mi amiga. -Esos mordiscos no son de un ser humano-, me reiteró ella  resoluta.

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