Después de desmayarme por el punzante dolor que sentía, supe que el lugar de alfa en la manada del Bosque Gris de mi pareja, Mateo Rojas, era heredado de su hermano fallecido en combate. Él no solo había heredado todo el poder de su hermano, sino que además también había heredado a su viuda, su anterior pareja, Lucía Molina. Decidí pedir el divorcio enseguida, pero él se negó de manera rotunda y, llorando, me aseguró: —Solo puedo heredar la manada del Bosque Gris si le doy un hijo a Lucía. Camila Paredes, te prometo que solo te amo a ti. Una vez que ella quede embarazada, podremos estar juntos sin ningún tipo de problema. Ese año, Mateo pasó cincuenta y cuatro noches en la habitación de Lucía. Al principio, era solo una vez al mes, pero pronto se convirtió en casi dos veces por semana. Al final, la noticia de que Lucía estaba embarazada llegó a la mañana después de la quincuagésima cuarta noche que pasé sentada, esperando ansiosa en la oscuridad. Y fue en ese preciso momento en que mi corazón se quebró por completo. Sin embargo, cuando escapé fingiendo mi muerte con el niño, Mateo, sin importarle el cargo de alfa que casi tenía entre sus manos, enloqueció y comenzó a buscarnos por todo el mundo.
Leer másMateo se quedó inmóvil.—¿Qué dijiste...? —preguntó, como si no hubiera escuchado bien.Lo miré a los ojos y lo repetí con cuidado palabra por palabra, sin dudarlo. —Lo que quiero que me traigas es una máquina del tiempo. Solo así, si puedes volver al pasado, a ese momento en el que aún no me habías hecho daño, quizás así Tomás y yo podríamos perdonarte.Su expresión se fue congelando poco a poco, centímetro a centímetro.Hasta que esa esperanza que iluminaba sus ojos desapareció y lo que quedó fue solo un vacío reflejo de tristeza.Se arrodilló de golpe frente a Tomás y a mí.Su voz salió rota, con una desesperación que se aferraba al último hilo de ilusión.—Camila… ¿Acaso me estás castigando con una broma cruel? Una máquina del tiempo… Eso no existe… Nunca existirá…Sonreí con sarcasmo, carente de compasión.—Exacto. En este mundo no existen las máquinas del tiempo. Y por eso, Mateo, tampoco existe una segunda oportunidad para ti. Si no puedes traerme eso, entonces, acepta que esta
Cuando mi padre me contó todo lo que su subordinado había presenciado en la manada del Bosque Gris, no sentí ni una pizca de emoción. Ni angustia, ni ternura, ni lástima. Lo único que sentí fue… Una profunda incomodidad.¿Ahora venía Mateo a fingir profundidad emocional?Cuando Tomás y yo estábamos a su lado, nunca supo valorarnos.Y ahora, de pronto, ¿quiere hacerse pasar por un hombre que sufre de amor?Ridículo.Por suerte, bajo la guía directa de mi padre, al final, logré romper por la fuerza el vínculo de unión con Mateo. El lazo que me ataba emocional y físicamente a él, se rompió.Por fin era libre.Libre de verdad.Con el respaldo y la protección de mi padre, nadie en Suravia se atrevía a murmurar ni una sola palabra ofensiva sobre Tomás. Nadie lo llamaba bastardo ni forastero.Él ahora era reconocido, respetado y protegido.Tomás también estaba cambiando.Se había vuelto en maduro para su corta edad.Desde que regresamos a Suravia —ya hacía tres meses— ni una sola vez había me
Después de que se reveló la verdad sobre los orígenes de Lucía —que no era de sangre pura, sino una hija ilegítima fruto de la unión entre un noble lobuno y una humana corriente—, su posición y estatus social dentro de la manada del Bosque Gris se fue desplomando de manera repentina.Ella, que tanto había presumido de su linaje noble para menospreciar a los guerreros de sangre común y corriente, ahora se veía rodeada por esas mismas personas, quienes no perdieron oportunidad para vengarse con sarcasmo y comentarios envenenados.—¿Así que la sangre azul se diluye con lo plebeyo? —Le decían con algunas sonrisas fingidas—. Qué ironía… nos despreciabas y, al final, resultó que eres menos loba que muchos de nosotros.Los mismos consejeros ancianos que la habían alabado sin descanso fueron los primeros en exigirle algunas explicaciones por su mentira.Ella, desesperada, se encerró en el castillo con la única carta que le quedaba: su embarazo.Se escondía detrás de su estado de salud como s
Mateo no podía creer que Tomás y yo estuviéramos muertos.Se negaba a aceptarlo.Repetía con insistencia: —¡Si están vivos, quiero verlos! Y si están muertos… ¡Entonces quiero ver sus cuerpos!Los sirvientes, que habían presenciado todo con sus propios ojos, trataban de convencerlo, entre suspiros y miradas de compasión. —Alfa… Por favor, deje de cavar. Todos fuimos testigos del incendio… Y ya sacaron los cuerpos de la señora Camila y el joven Tomás…—Han fallecido. Ya no están con nosotros. Debe resignarse y guardar luto…Pero los ojos de Mateo estaban rojos, enardecidos, llenos de furia y dolor.Alzó su espada de plata, dispuesto a lanzarse contra el guardaespaldas que se había atrevido a hablar.—¡No te atrevas a maldecirlos y mucho menos de esa manera! ¡Ellos no están muertos! ¡Hace unos días estaban bien! ¡No pueden haber muerto así, tan de repente! Negado a aceptar la realidad, siguió removiendo las brasas con las manos, con la desesperación de quien espera un milagro.Al ver qu
Una vez que logré calmarme, me senté con mis padres y les conté todo lo que había vivido durante estos años.Las humillaciones, la soledad, la lucha constante por proteger a Tomás… Todo salió de mi boca como un río que había estado represado demasiado tiempo.Mi padre me escuchó atento, en silencio. Luego me dijo que, después de haberme acompañado al avión, uno de sus hombres regresó con discreción a la manada del Bosque Gris para seguir indagando y así poder conseguir información sobre lo que ocurría en ese lugar.Ese subordinado contó que, justo antes del inicio de la ceremonia de sucesión, mientras Mateo se preparaba para recibir oficialmente el poder del clan, sintió un dolor cruel y despiadado, como si algo dentro de él se quebrara.Se llevó las manos al abdomen, se dobló sobre sí mismo y cayó de rodillas, el cuerpo temblándole por las convulsiones que sentía.Era el efecto de la droga que yo le había pedido a mi padre que le administrara unos días antes.Una pócima especial, elab
De camino de regreso, escuché las voces de algunos pasajeros sentados cerca de nosotros, murmurando con emoción y sorpresa.—¡Dicen que Mateo huyó de la ceremonia de sucesión! —comentó una mujer en voz baja, aunque lo suficientemente alta como para que todos la oyeran.¿Mateo se escapó?¿Justo él?¡Ese era el ritual que llevaba años soñando! La ceremonia que, por fin, lo convertiría en el líder absoluto de la manada…—Yo escuché que fue porque su compañera Camila escapó —añadió otra persona que se encontraba justo en ese lugar, entre susurros intrigados.—¿Qué dices? ¡Su compañera es Lucía! Eso se sabe desde hace tiempo. Dicen que él siempre estuvo enamorado de ella, desde que eran adolescentes. Y que cuando la Diosa de la Luna la comparó con el anterior alfa, Mateo no lo soportó y se fue a Suravia a lamerse las heridas.—Eso fue hace años, mujer. Lo de Lucía ya es historia antigua —respondió un hombre con un tono de sabelotodo—. En Suravia, Mateo se vinculó con otra mujer. ¡Hasta tien
Último capítulo