De camino de regreso, escuché las voces de algunos pasajeros sentados cerca de nosotros, murmurando con emoción y sorpresa.
—¡Dicen que Mateo huyó de la ceremonia de sucesión! —comentó una mujer en voz baja, aunque lo suficientemente alta como para que todos la oyeran.
¿Mateo se escapó?
¿Justo él?
¡Ese era el ritual que llevaba años soñando! La ceremonia que, por fin, lo convertiría en el líder absoluto de la manada…
—Yo escuché que fue porque su compañera Camila escapó —añadió otra persona que se encontraba justo en ese lugar, entre susurros intrigados.
—¿Qué dices? ¡Su compañera es Lucía! Eso se sabe desde hace tiempo. Dicen que él siempre estuvo enamorado de ella, desde que eran adolescentes. Y que cuando la Diosa de la Luna la comparó con el anterior alfa, Mateo no lo soportó y se fue a Suravia a lamerse las heridas.
—Eso fue hace años, mujer. Lo de Lucía ya es historia antigua —respondió un hombre con un tono de sabelotodo—. En Suravia, Mateo se vinculó con otra mujer. ¡Hasta tien