Capitulo10
Cuando mi padre me contó todo lo que su subordinado había presenciado en la manada del Bosque Gris, no sentí ni una pizca de emoción. Ni angustia, ni ternura, ni lástima. Lo único que sentí fue… Una profunda incomodidad.

¿Ahora venía Mateo a fingir profundidad emocional?

Cuando Tomás y yo estábamos a su lado, nunca supo valorarnos.

Y ahora, de pronto, ¿quiere hacerse pasar por un hombre que sufre de amor?

Ridículo.

Por suerte, bajo la guía directa de mi padre, al final, logré romper por la fuerza el vínculo de unión con Mateo. El lazo que me ataba emocional y físicamente a él, se rompió.

Por fin era libre.

Libre de verdad.

Con el respaldo y la protección de mi padre, nadie en Suravia se atrevía a murmurar ni una sola palabra ofensiva sobre Tomás. Nadie lo llamaba bastardo ni forastero.

Él ahora era reconocido, respetado y protegido.

Tomás también estaba cambiando.

Se había vuelto en maduro para su corta edad.

Desde que regresamos a Suravia —ya hacía tres meses— ni una sola vez había me
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