Durante siete años, fui la compañera del alfa Lucas. Pero él nunca me besó. Hasta la noche de mi cumpleaños, cuando descubrí la verdad, al ver con mis propios ojos cómo Lucas, besaba a Isabella Sánchez, mi hermanastra y su primer amor. Esa noche, al regresar a casa, le pregunté a mi hijo qué haría si yo rompía el vínculo de apareamiento con su padre y él respondió con la inocencia más cruel: «Si tú desapareces, Isabella podría ser mi mamá.» En ese instante supe que lo había perdido todo. Pero también supe que si todo aquello me pudo ser arrebatado tan fácilmente, es porque nunca me perteneció. Dejé atrás mi pasado, mi territorio de manada, y renuncié al rol que me habían impuesto. Sin embargo, ahora, cuando el vínculo empieza a desvanecerse, tanto Lucas como mi hijo comienzan a buscarme con desesperación.
Leer másLa aparición de Ethan me desconcertó. La Diosa de la Luna claramente no había terminado de jugar conmigo, lanzándome otro dilema imposible.Aunque me agradaba Theo, y Ethan no me resultaba en absoluto desagradable, todavía no estaba lista para comenzar una nueva relación. A veces, me despertaba en mitad de la noche, pensando que Tomás podría haberme llamado. Luego recordaba que ya no tenía que preocuparme más por ellos, que había dejado atrás ese capítulo de mi vida.En esos momentos me invadía el recuerdo de esos siete años de entrega equivocada, de mis errores y estupideces. Me preguntaba si aún era capaz de volver a amar.Por suerte, Ethan respetó completamente mis tiempos. A pesar de ser el lobo más importante de toda la manada, nunca se mostró insistente. Después de aquella frase juguetona que me lanzó en la ceremonia, no volvió a insinuar nada. Solo aparecía con frecuencia en el colegio para visitar a Theo.Y, por otro lado, también aparecía otro hombre con regularidad frente al
—¡¿Qué carajos haces aquí?! —rugió Leandro Castaño, su rostro desencajado entre rabia y sorpresa.Yo apenas podía sostenerme tras cortar el vínculo. Pero no era a mí a quien miraba.Era a Isabella Sánchez.Vestía harapos. El cabello, que solía cuidar con obsesión, era ahora un nido de enredos opacos. Su maquillaje corrido, la piel sucia.Estaba irreconocible.—¡Lucas! Podemos volver a empezar, ¿cierto? ¡Estoy embarazada! ¡Voy a darte un heredero fuerte! —dijo, avanzando como un espectro.Fue la primera vez que la vi así… deshecha.Desde que llegó a nuestra casa, lo tuvo todo.Mi padre le dio una plaza en la mejor escuela, tratamientos de belleza exclusivos, ropa de diseñador.Cuando salíamos juntas, todos pensaban que yo era la omega de la manada.—Ya lo dije —contestó Leandro con voz seca—. No tengo nada que ver contigo ni con ese hijo.El hombre que me había suplicado hace apenas unos minutos, recuperaba ahora su voz de alfa.Hizo una seña a los guardias.—Conténganla.—¡¿Qué tiene R
Jamás imaginé que la manera en que Leandro quería hacerme “arrepentir” fuera arruinar mi ceremonia de nombramiento.Eso no era algo que haría un alfa digno.Hace unos días, tras mi rendimiento impecable, la dirección del colegio me otorgó oficialmente el cargo de profesora titular en Teoría del Combate.Todo estaba listo.El auditorio de la Manada Cumbre del Trueno estaba lleno de colegas, directivos y aprendices. El acto comenzaba… cuando las puertas se abrieron con fuerza.Y ahí estaban.Leandro, con Tomás de la mano.—El nombre de Renata Valdés aún figura en el registro oficial de la Manada Sierra del Lobo. Lo siento, pero no puede ejercer legalmente en otra manada.Su voz resonó con arrogancia, como si tuviera el derecho absoluto sobre mí.Yo ya había preguntado por ese punto antes de ingresar.El reglamento del colegio era claro: la afiliación de manada no interfería con el nombramiento docente.—Eres ridículo, Leandro. Estás perdiendo el juicio.El hombre que tenía delante no era
Había pasado un mes.Y aún así, Leandro y Tomás no lograban adaptarse a una vida sin mí.Leandro intentaba preparar su propio café, pero ningún sabor se parecía al mío. El amargor persistente lo frustraba cada mañana.Tomás no iba mejor.Sus clases eran un desastre, su entrenamiento un caos. Nada salía bien.—Quedé en tercer lugar, papá —dijo con un suspiro después del torneo de combate—. Si mamá estuviera aquí, seguro habría ganado el primero.Leandro no respondió. No tenía paciencia ni para consolar.Los miembros de la Manada Sierra del Lobo seguían buscándome día y noche, pero sin éxito.Porque la Manada Cumbre del Trueno no era cualquier territorio: era la más poderosa del Consejo del Norte, y sabía proteger la privacidad de cada uno de sus docentes.***Ese día, Leandro y Tomás asistieron juntos a la ceremonia de premiación del torneo, celebrada en el estadio principal de la Cumbre del Trueno.Todo transcurrió en silencio.Hasta que Tomás, al levantarse, percibió algo.Un aroma fa
—¿Qué era eso? —preguntó Leandro de pronto, mirando fijamente la pantalla donde se veía claramente cómo Renata salía de su oficina con los ojos enrojecidos, dejando caer un documento en el bote de basura.El asistente, que solo había traído los videos por solicitud rutinaria, se quedó paralizado. El lobo de Leandro ya mostraba signos de impaciencia: ojos rojizos, mandíbula tensa, uñas afiladas bajo la piel.—Creo… creo que era algo del hospital. Llevaba el logotipo del hospital de la manada.Leandro se quedó helado.Un informe médico.Una prueba de embarazo.La “sorpresa” de la que Renata le había hablado.—¡Maldita sea! ¡MALDITA SEA!Su puño golpeó la mesa con tal fuerza que una grieta se abrió en la madera. Su pecho subía y bajaba como si el aire le faltara.El video siguió corriendo.Isabella aparecía en escena, saliendo de la oficina.Y entonces… lo vio.Ella también había visto el informe.Lo sacó del bote, lo leyó por un segundo, luego se lo llevó consigo.El estómago de Leandro
De camino a casa, Leandro no podía dejar de pensar en mi última mirada.Fría. Lejana. Final.Marcaba un quiebre que ni su lobo podía ignorar.Tomó el teléfono y le pidió al hospital que me atendieran bien, asegurándose de que no me faltara nada.Pero su lobo no se calmaba.Algo andaba mal.Cuando llegó a casa, encontró a Isabella y a Tomás tirados en el sillón, comiendo frituras y jugando videojuegos.Frunció el ceño. Esa dieta no era adecuada para el futuro alfa heredero de la Manada Sierra del Lobo.—¡Papá! ¿Cómo está mamá? —preguntó Tomás, con una pizca de preocupación.—Su loba es muy fuerte, ¿cierto? Seguro se va a recuperar pronto. La necesito para que me ayude con la tarea.—Está bien —dijo Leandro con frialdad, sin mirarlo, los ojos fijos en Isabella.Entonces bajó la voz y dijo, con tono seco:—Renata ya prometió que no te va a acusar. Pero Isabella… de verdad no debiste causar la pérdida de nuestro cachorro.—¿Todavía estás molesto conmigo? ¡Te juro que no sabía que estaba em
Último capítulo