No sabía si era porque Lucía lo estaba frenando en las sombras, pero el curandero que Mateo había prometido traer… jamás apareció.
Ni siquiera él mismo se dignó a venir a ver al niño.
Lo más cruel de todo fue que Tomás no había perdido la conciencia al desmayarse.
Él lo supo todo.
Supo que su padre, ese al que tanto adoraba, había decidido no salvarlo.
—Tomás… —le susurré al oído con suma dulzura mientras acariciaba su cabello—. ¿Te gustaría que mamá te busque otro papá?
Yo no necesitaba volver a casarme. Pero, si Tomás necesitaba un padre, uno que en realidad pudiera protegerlo, yo estaba dispuesta a darle una oportunidad.
Tomás miró la fotografía de Mateo que todavía reposaba en la mesita de noche.
No dijo nada durante varios segundos.
Después me tiró con delicadeza del vestido, con una vocecita angustiada y temblorosa.
—No importa quién sea mi papá. Mientras pueda estar contigo, yo solo quiero a mi mamá.
Durante esos días finales, cuando empecé a contactarme con mi padre para organizar nuestra salida, ya no me molesté en esconderme de Mateo. Él sabía a la perfección que me estaba yendo.
Al fin, el día antes de nuestra partida, él regresó.
Entró en la casa con una sonrisa encantadora, olvidando por completo el estado crítico en el que había estado Tomás hacía apenas unos días.
—¡Los consejeros ancianos aceptaron! —anunció, claramente emocionado—. Mañana, durante la ceremonia, me entregarán por completo el poder del clan. ¡Por fin, seré el alfa legítimo de la manada del Bosque Gris!
Tomás y yo ni siquiera reaccionamos. Seguimos comiendo con tranquilidad nuestra cena, sin dirigirle una palabra.
Mateo pareció incomodarse un poco por nuestra frialdad e intentó recomponer el ambiente con una sonrisa fingida y añadió:
—Sé que los he hecho pasar por muchas cosas… Pero cuando todo esto acabe, cuando la ceremonia termine, haré pública nuestra unión. Tendremos nuestro ritual de marca. Todos en la manada sabrán que tú y Tomás son mi familia legítima.
Se quedó por un instante en silencio, buscando el valor suficiente para soltar la frase que ya tenía en la garganta.
—Así que, Camila… ¿puedes aguantar por mí una última vez?
¿Eso era una manera elegante de pedirme permiso para irse otra vez con Lucía esa misma noche?
Mateo sabía que estaba cruzando la línea.
Apenas terminó de hablar, cerró los ojos y se quedó inmóvil, como si esperara un grito, un golpe o una reacción furiosa de mi parte.
Pero, por supuesto, no pensaba dársela. Sonreí con total calma y le extendí la mano como si nada.
—Ve, no te hagas esperar.
Solo entonces, en ese silencio abrumador, algo en su mente pareció hacer clic. Su euforia se fue desapareciendo poco a poco, y lo noté más inquieto e inseguro que de costumbre.
Me abrazó con fuerza, como si quisiera justificar lo injustificable.
—Camila, todo esto lo estoy haciendo por ustedes. Para que tú y Tomás tengan una vida mejor. Tú me entiendes, ¿verdad? Lo hablamos antes, ¿recuerdas aquel pacto que hicimos?
Yo no respondí.
No le debía decir ni una sola palabra.
Me separé con delicadeza de su abrazo y murmuré cualquier tonta excusa para sacarlo de la habitación. Pero, esta vez, él pareció notarlo.
Había algo en mi actitud que lo inquietó por completo.
No quería irse.
Si no hubiera sido porque Lucía envió a uno de sus criados a buscarlo con urgencia, tal vez habría arruinado el encuentro con la persona que mi padre había enviado para ayudarme a escapar.
Ese hombre, discreto y eficiente, traía consigo dos cuerpos preparados de antemano.
Yo fingí un accidente: derramé una vela encendida y dejé que el fuego consumiera lo justo para no levantar sospecha. Lo suficiente para desfigurar los cadáveres…
Pero no tanto como para borrar el inconfundible aroma del perfume favorito de Lucía en uno de los retazos de tela que sobrevivieron a las llamas.
Con Tomás en brazos, al final, llegamos a Arroyo de Plata y subimos al barco que mi padre había preparado para nuestro escape.
Por fin, pude respirar.
Al mismo tiempo, el plan seguía su curso.
La noticia fue redactada con sumo cuidado y se propagó como pólvora por todas las redes sociales de la manada del Bosque Gris:
«¿Hija ilegítima o sangre noble? La verdad oculta detrás del linaje de Lucía salió a la luz».
Calculé mentalmente la hora. Mateo debía estar sintiendo sus efectos justo ahora.
Él había comido, sin saberlo, la medicina que le haría creer que su compañero había muerto.
Recordé su pregunta anterior, esa inocente duda que me había hecho con los ojos llenos de esperanza. De pronto, una sonrisa irónica se dibujó en mi cara.
«No, Mateo. Yo nunca acepté tu traición. Nunca te di mi consentimiento para que destruyeras lo que éramos. Todo fue un juego tuyo. Una simple ilusión construida solo por ti. Ahora me llevo a mi hijo lejos. Nos espera una vida nueva. Y no pienso mirar hacia atrás.»