En el día de mi cumpleaños, mi compañero, Daniel González, celebró su boda en la iglesia... con su primer amor. Cuando lo confronté, él simplemente dijo: —Victoria fue envenenada con acónito. Solo quise cumplirle su último deseo. No lo entiendes, nos estás juzgando mal. ¿Tú sabes si te fui infiel o no? Él sabía perfectamente que, para salvarle la vida, había sacrificado mi alma de loba. Desde entonces, habíamos perdido el vínculo del alma entre compañeros y me había convertido en una simple humana, inútil dentro de la manada. No lloré, ni hice escándalo. Solo pedí una cita con la chamana para interrumpir mi embarazo. Después, me fui de aquella casa. Le dejé a Daniel una carta de despedida... y un regalo de divorcio. Pero, sin saber por qué, ese hombre que siempre me había despreciado… empezó a buscarme como un loco.
Leer másDesde que estoy con Gael, entendí lo que realmente significa el amor.Un amor que no exige, no hiere, no se esconde.Un amor que sana.Con el paso de los días, las heridas del pasado comenzaron a cerrar.Los recuerdos que antes me desvelaban…ahora parecían tan lejanos que dudaba si de verdad ocurrieron.Por eso, cuando volví a ver a Daniel,sentí como si hubieran pasado siglos.***Después de la conferencia, se convirtió en el hazmerreír de la sociedad lobo.Fue destituido como alfa de la manada Valdemonte.Sus propios guerreros lo expulsaron.Solo entonces, cuando lo perdió todo, comprendió lo ciego que había estado.Se arrodilló frente a mí.Lloraba.—¡Perdóname, Regina! ¡Por favor!Me enteré después, por chismes y rumores, que durante meses estuvo merodeando los alrededores de la manada Luna Negra,intentando encontrar una manera de hablar conmigo.Gael lo había mantenido a raya…Hasta hoy, que salí por asuntos personales.Y aquí estaba él.Deshecho.—¡Fue ella! ¡Victoria me hizo c
No quería verlos más.No quería respirar el mismo aire que ellos.Así que di media vuelta y salí de la mazmorra sin mirar atrás.Gael me siguió en silencio.Cuando mis piernas ya no pudieron sostener el peso de tanto dolor,me desplomé y solté un llanto seco, silencioso, de esos que queman por dentro.Él dudó por un segundo.Pero terminó rodeándome con sus brazos,acariciándome la espalda con una ternura que desarmaba.***Cuando al fin pude calmarme, me di cuenta de lo íntima que era la escena.Me separé de su pecho con cierta torpeza,incómoda por lo que acababa de suceder.Pero él solo me miraba con esa paciencia cálida que lo caracterizaba.Fue entonces cuando recordé algo.Algo que me heló la sangre.—Gael…Antes dijiste que me viste llorar junto al árbol seco fuera de la ciudad.¿Cómo sabes eso?Solo había una persona que compartía ese lugar conmigo.Mi rincón secreto,mi santuario de niña.Allí donde, con el rostro lleno de lágrimas,yo encontraba consuelo en un niño enmascarado
Gael se detuvo un segundo mientras me acomodaba la manta.Sus ojos, cálidos y pacientes, se clavaron en los míos.—Pensé que ya te habías dado cuenta —dijo con una media sonrisa—.Regina… tú no eres tonta.¿Cómo no ibas a notar que me gustas?Me quedé en blanco.Claro que lo había sospechado.Pero no… no pensé que se atreviera a decirlo tan directamente.—¿Gustarte… yo? —balbuceé—. Soy una mujer divorciada, sin alma de loba.Tú eres el Alfa de la manada Luna Negra. No somos iguales…No lo dije en voz alta, pero sé que él lo entendió.Él no me respondió.Solo me miró unos segundos antes de preguntar:—¿Aún quieres a Daniel?—¿Qué…?—¿Todavía lo amas?Negué, confundida.—¿Cómo puedes pensar eso? Si aún lo quisiera, jamás habría roto el vínculo.Entonces él soltó un suspiro largo.—Qué alivio —dijo en voz baja—. Entonces todavía tengo una oportunidad.Mis mejillas ardieron.Quise decir algo, pero no supe qué.Venía de una relación llena de mentiras, traición y dolor.No estaba lista.Así
Daniel levantó la daga que yo misma le había forjado.Esa misma que, en el pasado, terminó causando la pérdida de nuestro hijo.Apretó el mecanismo oculto en el mango.Y apuntó directamente hacia Victoria.—¡Daniel, no! —gritó Natalia, fuera de sí—. ¿Qué estás haciendo con mi hija?¡Ella no tuvo la culpa de nada! ¡Fuiste tú quien destruyó a Regina!Pero Daniel ya no escuchaba.Activó el rociador.Un gas rojizo salió disparado, envolviendo a Victoria.Sangre de lobo venenosa.Una fórmula mejorada que yo misma diseñé para protegerlo en combate.Una vez que entra en contacto con la piel de un licántropo… no hay antídoto.Victoria soltó un chillido desgarrador, sujetándose el rostro.—¡Me quema! ¡Duele! ¡Ayúdenme!Natalia rugía como una fiera, desesperada:—¡Maldito! ¿¡Qué le estás haciendo a mi hija!?Daniel se giró, temblando.Su expresión estaba desfigurada.—Sí.Todo esto fue culpa mía.Yo herí a Regina.Yo perdí a nuestro hijo.—Pero si voy a arder…¡ustedes van a arder conmigo!Se la
El video comenzó sin música, sin cortes.Solo una toma directa.Allí estaba Victoria, la misma mujer que en público decía estar débil por el acónito,sentada en un sofá, con una copa de vino en una mano y un cigarro en la otra.Frente a ella, mis padres.Jesús Vázquez y Natalia Gómez, sonrientes, orgullosos, como si hubieran ganado una batalla sin ensuciarse las manos.Natalia contaba dinero con entusiasmo:—Nuestra hija es una genia. Fingió lo del acónito y ese tonto de Daniel se lo creyó todo.¿Un alfa incapaz de reconocer la planta verdadera? ¡No entiendo cómo sobrevivió a la guerra!Los tres rieron.Jesús, como si recordara algo, entrecerró los ojos con frialdad:—Si no fuera por esa mocosa de Regina que lo salvó, el título de alfa en Valdemonte ya sería mío.¡Cuánto gasté en sobornos para atraer al enemigo ese día!Y como no nos quedó más dinero, tuvimos que hacer que Victoria se quedara con él. ¡No teníamos otra opción!Natalia bufó:—Y encima ese idiota prefiere a nuestra hija q
Alcé una ceja mientras veía la transmisión.Así que por eso Daniel tenía esa expresión tan tensa durante toda la rueda de prensa…¿Estaba esperando que yo apareciera a arruinarle “su momento feliz”?¿De verdad pensaba que todavía era esa mujer desesperada, capaz de hacer un escándalo solo por verlo con Victoria?Pobre iluso.No.La persona que llegó no era yo.Era un hombre, alguien completamente desconocido, escoltado por uno de sus propios soldados.Vi cómo el guerrero se inclinó para hablarle al oído.La cara de Daniel cambió al instante.Se incorporó con una sonrisa confiada.—¿Tú eres el mensajero que envió Regina?¿Qué fue lo que te pidió que me entregaras?—Un paquete de parte de la señora Vázquez —respondió el hombre con tono neutro—. Le pido que lo firme, por favor.Daniel aceptó el paquete con altanería.—Dile a Regina que aunque me mande regalos, no pienso perdonarla.Si cree que puede conmoverme con detalles, está muy equivo…Se quedó mudo a mitad de la frase.Había abierto
Último capítulo