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El engaño antes de la ceremonia de Marcado

El engaño antes de la ceremonia de MarcadoES

Cuento corto · Cuentos Cortos
Julieta  Completo
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Resumen
Índice

El día de la ceremonia del Marcado, no me esperaban flores ni ser reconocida. Sin embargo, lo que recibí fue la noticia de que mi pareja, Liam, había sido atrapado por una tormenta de nieve… y que no quedaba rastro de su cuerpo. Perdí al amor de mi vida. Y el cachorro que crecía en mi vientre… perdió a su padre. Estuve a punto de morir de tristeza. Pero todos me decían: —Aurora, piensa en tu bebé, al menos sigue por él. El día del funeral, Juan, el hermano gemelo de Liam que custodiaba la frontera del territorio, regresó con su compañera. Cada vez que veía ese rostro idéntico al de Liam, el corazón me daba un vuelco. Hasta que una noche, por accidente, escuché una conversación entre mi suegra, la vieja Luna, y Juan: —Liam, tienes que hacerlo. Tu hermano murió por salvarte. Tu cuñada está sola. Cuando tenga a su bebé y esté más fuerte, harás la ceremonia del Marcado con ella. Después de un silencio pesado, escuché la voz del supuesto Juan responder: —¿Y qué pasa con Aurora? Ella está esperando a mi hijo… —Aurora es una chica fuerte, y comprensiva —dijo Luna tras suspirar—. Ella entenderá. —Está bien, madre —respondió con resignación —, haré lo que me pides. Y fue en ese momento cuando lo comprendí todo. Liam no estaba muerto. ¡El hombre que fingía ser Juan… era él! Con el corazón hecho trizas, tomé el teléfono y llamé a mi hermano, que vivía en el sur del territorio. —Hermano, quiero volver a casa. Liam está muerto. Ya no tiene sentido que me quede aquí.

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Capítulo 1

Capítulo 1

En cuanto la llamada se conectó y escuché la voz familiar de mi hermano, me derrumbé por completo.

Las lágrimas comenzaron a caer como cuentas de un collar roto, sin poder detenerlas. Me cubrí la boca con fuerza, temiendo soltar algún sollozo.

Mi hermano notó algo raro al otro lado de la línea, y, con voz llena de preocupación, preguntó:

—¿Aurora? ¿Qué te pasa? ¿Te ocurrió algo?

Negué con la cabeza, aunque no me podía ver. Era incapaz de hablar, por lo que solo pude seguir llorando en silencio.

Después de un momento de silencio, su voz bajó el tono, pero siguió firme:

—Aurora, no tengas miedo. Aquí estoy. Sea lo que sea, yo te voy a ayudar. Dame dos días. Pasado mañana mando un coche por ti. Ya estoy arreglando todo.

Sus palabras me envolvieron con una calidez que hizo temblar mi alma. Asentí levemente, intentando calmarme, y colgué.

Justo al cortar la llamada, escuché unos golpes en la puerta.

—Aurora, ¿ya estás dormida? Te calenté una taza de leche, tómala y descansa.

Desde el otro lado de la puerta, Juan, quien en realidad era Liam disfrazado, sostenía la taza con una voz dulce y cuidadosa.

Respiré hondo, sequé las lágrimas de mi rostro y me levanté para abrir la puerta.

Al abrir, Liam se quedó paralizado. Fijó la mirada en mis ojos hinchados por el llanto, y preguntó con preocupación:

—¿Aurora? ¿Qué haces en el suelo? ¿Te sientes mal?

Bajé la cabeza, sin responder.

Liam soltó un suspiro, dejó la leche sobre la mesa y se acercó para ayudarme a ponerme de pie.

—Sé que aún extrañas a mi… hermano. Pero ya no está, y, por el bien del bebé que llevas dentro, debes cuidarte.

Sus palabras hipócritas me revolvieron el estómago y cerré los puños con fuerza, sintiendo la rabia y la tristeza apretándome el corazón.

Levanté la mirada, vi ese rostro supuestamente «igual» al de Liam, y sentí que me faltaba el aire por el dolor.

—Estoy bien… solo me duele un poco el estómago —respondí con voz apenas audible.

Liam parpadeó, sorprendido, y luego mostró una expresión de ternura.

—¿Quieres que llame al médico?

Negué con la cabeza, tragando el nudo en mi garganta.

—No… solo necesito descansar un poco.

Con delicadeza, me ayudó a sentarme en la cama. Su forma de tocarme tenía una cercanía que no correspondía al cuñado que fingía ser.

Mientras me acomodaba, sus ojos se posaron en mi vientre aún plano, y sonrió.

—Este cachorro… aún no nace y ya anda volviendo loca a su mamá. Cuando nazca, tendré que ponerle límites —repuso sin dejar de sonreír—. Aurora, tienes que ser fuerte… por él, y por el alma de Liam, que nos cuida desde el cielo.

Sus palabras estaban llenas de ternura, pero cada sílaba era como una daga clavándose en mi pecho.

Apreté los labios, conteniendo las lágrimas que ya nublaban mi vista, aunque aún no caían.

Levanté la mirada, lo miré directo a los ojos, y con la voz temblorosa, solté:

—Liam…
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