Dante Ferrara Caruso, es un millonario frío, calculador e inalcanzable. Su vida se rige por la razón y no por el corazón. Cuando su abuelo le pide que se casé con la hija de su socio y amigo, Dante no pone objeción, para él su boda no es más que un contrato más. El problema es que el día del compromiso Dante dejó caer el anillo al mar… Antonella Moretti, es una joven humilde y soñadora. Ella vive con su abuelo en el pueblo de Amalfi, el día que accidentalmente cae al mar es rescatada por Dante, quien no duda en acusarla de ladrona al ver su anillo de compromiso en el dedo de la chica. Lo que los lleva a enredarse más de lo que ellos mismo quisieran. ¿Podrá Antonella probar su inocencia? ¿Podrá la rana del sueño, convertirse en un príncipe de verdad?
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Miré mi reflejo a través del espejo. Acaricié con mis dedos la fina y exquisita tela de mi vestido de novia.
Era tan hermoso, tan perfecto y delicado, como los vestidos de las princesas de los cuentos de hadas que mi abuelo solía leerme cuando no era más que una niña. Cuentos que me enamoraron y me hicieron creer en el amor verdadero. Aunque yo no era una princesa como Cenicienta o la Bella Durmiente.
Yo no era más que una jovencita soñadora.
Era simplemente la nieta de un pobre y viejo médico en el pueblo de Amalfi, en la provincia de Salerno.
No obstante, era una chica con sueños y anhelos que deseaba cumplir y entre esos deseos estaba el casarme con un apuesto y honorable hombre. Mi príncipe azul.
Un sueño que parecía tan lejano e irreal. O eso fue lo que pensé hasta hace unos días. Hoy finalmente ha llegado ese momento tan importante en mi vida. Hoy iba a casarme con el hombre de mis sueños.
—¿La princesa está lista?
La voz de mi abuelo me hizo girar sobre mis pies. Él sonrió con orgullo desde el umbral de la puerta, sus ojos eran cristalinos y adiviné que estaba al borde del llanto. Mi corazón se estremeció, él era todo lo que tenía en la vida, mi pequeño gran tesoro.
—Estoy más que lista, mi señor —le respondí haciendo una ligera reverencia ante él, mi abuelo se merecía más que eso.
—Te ves hermosa, cariño —pronunció con tono complacido y yo no pude hacer más que sonreír, luchando para que las lágrimas no se desbordaran por mis mejillas y derramara el sutil maquillaje que llevaba.
—Y tú…, todo un galante caballero, mi señor —respondí caminando a él para tomarlo del brazo.
Caminamos por el largo pasillo de la gran mansión hasta llegar a los grandes y preciosos jardines, donde todos los invitados esperaban y disfrutaban de los diversos aperitivos.
—¡La novia llegó! ¡La novia llegó! —los niños corearon aquellas palabras mientras yo sonreía ante el júbilo y la algarabía de los invitados, desfilé del brazo de mi abuelo entre aplausos, vítores y la marcha nupcial.
Mis ojos se fijaron en el hombre que aguardaba por mí de pie ante el altar. Un príncipe de verdad. El sueño de toda mujer, el hombre ideal. Y lo mejor de todo era que en breve sería mío para siempre.
—Mi hermosa princesa —expresó mientras tomaba mi mano entre sus manos grandes y fuertes para dejar un corto beso sobre mi dorso. El escalofrío que recorrió mi cuerpo me hizo morderme el labio. ¡Era tan perfecto!
—Mi príncipe —balbuceé perdida en su mirada.
El oficiante de la ceremonia llamó nuestra atención y la atención de los presentes para dar inicio a la ceremonia que nos unirá como marido y mujer para el resto de nuestras vidas.
Sonrío complacida mientras me sumerjo en cada palabra dicha por el sacerdote y presto atención a cada detalle, cada recomendación, mientras él nos une en sagrado matrimonio.
Minutos después y entre una bruma de absoluta felicidad intercambiamos nuestros votos matrimoniales y nos juramos amor eterno.
—Puede besar a la novia —escuché al sacerdote decir.
Mi cuerpo entero tembló con anticipación, jamás antes de hoy había sido besada. Hoy mis labios dejarían de ser vírgenes.
Cerré mis ojos mientras mi príncipe extendió su mano para apartar el velo que ocultaba mi rostro, sus dedos se deslizaron sobre mis mejillas en una suave y delicada caricia. Sus labios fueron acercándose a los míos tan lentamente que pensé que iba a morir hasta que finalmente su boca se cerró sobre la mía en un cálido y apasionado beso.
Mi primer beso de amor…
—¡Es una rana! ¡El príncipe se ha convertido en una rana! —escuché a la gente gritar—. ¡El príncipe se ha convertido en una rana!
Abrí los ojos ante los gritos de la muchedumbre y me di cuenta de que mi príncipe había desaparecido. Bajé la mirada y me quedé petrificada al darme cuenta de que en lugar donde debía estar mi amor, estaba una rana. ¡Mi hermoso príncipe se había convertido en una rana, verde y fea!
—¡¡¡Nooo!!! —grité llevándome una mano a los labios, tratando de limpiar el beso que segundos antes me había dado.
»—¡¡¡Nooo!!! —grité asustada y desesperada.
Giré rápida y violentamente para escapar y marcharme lejos de aquel feo animal, pero terminé de bruces sobre el frío piso de mi pequeña habitación.
El golpe me hizo darme cuenta de que estaba soñando, que nada de lo ocurrido había sido verdad.
—¡Es un sueño, solamente un sueño! —exclamé y me repetí una y otra vez para apartar las imágenes de mi cabeza, hasta que…
—¡Croac, Croac!
—¡Croac, Croac!
—¡Croac, Croac!
—¡Besé a una rana! —grité aterrorizada al mirar el reptil que saltaba de un lado a otro en mi habitación.
EpílogoUn sueño hecho realidadAntonellaMiré mi reflejo en el espejo de mi habitación, acaricié la fina y exquisita tela de mi vestido de novia y no pude evitar sonreír.Habían pasado cinco años desde que conocí a Dante Ferrara y cuatro desde que vivíamos juntos. Sin embargo, eso pareció no ser suficiente para mi príncipe e insistió en unirnos en matrimonio civil y religioso.Volví mi atención al espejo y fue imposible no recordar el día que todo comenzó, fue así, con el sueño de la boda perfecta.—No te muevas tanto, Antonella o no podré cerrarte el vestido —se quejó Carina detrás de mí, me había olvidado de su presencia.—Estoy nerviosa —refuté en mi defensa.—Llevas cinco años viviendo con él, ¿Cómo vas a estar nerviosa? —preguntó frunciendo el ceño.—¿Y si mi príncipe se convierte en rana? —pregunté haciendo un mohín.—Deja de decir tonterías, Antonella, ¿Cómo Dante puede convertirse en una rana? —cuestionó y agregó—: pensé que habíamos superado esa etapa hace mucho tiempo.—Per
La rana era el príncipe de mis sueñosAntonellaHabían pasado cuatro semanas desde lo ocurrido en la iglesia, el día que impedí la boda de Dante y Marena.Ese día la mujer fue aprehendida y acusada por el incendio de la floristería del abuelo, Dante se hizo cargo de todo.También había hablado con mi padre, en principio llegué a temer que Dante no lo aceptara debido al pasado que existía entre ellos, pero no podíamos nadar contra corriente si deseábamos ser felices.La vida nos demostró en múltiples ocasiones que el mundo es un pequeño pañuelo y entre dobleces se van tejiendo nuestros caminos. Un año atrás jamás hubiese imaginado que hoy tendría a un príncipe como esposo, un padre que me ama con locura y un hermano que empezaba a conocer.Federico no era malo, lo comprendí el día que me dejó saber sobre la boda de Dante, si él no hubiese acudido a la casa de nuestro padre, jamás habría tenido una sola oportunidad de llegar a él.Traté de comprender su proceder en Amalfi, no podía culp
La rana se convirtió en príncipeAntonellaHabía vivido las horas más angustiantes de mi vida, pero tener los labios de Dante sobre los míos llevaron paz a mi corazón. Habían sido tantos días separados, tantos días de silencio entre nosotros.—Te amo, mi sirena de Amalfi —susurró pegando su frente a la mía. Me estremecí al sentir sus manos deslizarse por mi cuerpo hasta posarlas sobre mi pequeño vientre. Nuestra pequeña Ranita se movió inquieta, como si supiera que eran las manos de su padre.—¿Se movió? —preguntó.Levanté el rostro, para ver el suyo empapado en lágrimas.—Sí.Él volvió a acariciar mi vientre, nos sumergimos en nuestra burbuja, en ese momento nos olvidamos de todos y del lugar donde estábamos, de lo mucho que aún teníamos que hablar, lo que teníamos que decirnos…—¡No puedes hacerme esto Dante!El grito de la mujer rompió nuestra burbuja, mi cuerpo se estremeció y mi piel se erizó al recordar a la mujer.—¡Tú! —grité apuntándola con el dedo.—Antonella.—Fue ella la
Mi esposaDante.«Cásate con Marena y luego podrás hacer lo que quieras con tu vida»«Cásate con Marena»La petición del abuelo era totalmente descabellada, casarme con Marena era la última cosa sobre la faz de la tierra que haría en mi sano juicio. Sin embargo, no esperaba el anuncio oficial que la familia Vítale había emitido el día anterior, anunciando la inminente unión de nuestras familias en dos días.¡Dos días!—Dime que no tienes nada que ver con este anuncio, abuelo —dije.Lancé el periódico sobre la mesa, tratando de no maldecir.—Te lo dije, Dante, la familia Vítale no dejará que rompas el compromiso con Marena, cásate con ella y vete a Amalfi.—¿Casarme con ella y largarme? —pregunté apretando las manos en dos puños.—Desde un inicio estuviste de acuerdo en esta boda, ¿Qué fue lo que cambió?—¡Cambio todo, abuelo! Cambio todo absolutamente todo y no me preguntes que, porque no lo sé —dije con sinceridad.—Si no sabes lo que cambió, ¿Por qué te niegas a casarte?—No creo qu
Buscando a DanteAntonella.«Es el hijo de Carlota Carusso, la asesina de tu madre»«La asesina de tu madre»Aquellas palabras golpearon tan fuerte dentro de mi cabeza y mi corazón, que sentí por un momento iba a morir. Abrí los ojos para encontrarme con el rostro de un hombre que no conocía, deslicé la mirada. Me di cuenta de que era uno de los médicos del hospital.—¿Qué me sucedió? —pregunté.—Se ha desmayado —respondió con rapidez.—¿Mi bebé? —urgí.—Está todo bien con su bebé, no tiene nada de qué preocuparse —aseguró.Llevé la mano hasta la curva de mi vientre, tenía casi cuatro meses de embarazo y mi pequeña Ranita, parecía querer esconderse del mundo, mi vientre no era grande.—Gracias —dijo al ver que el doctor se marchaba de la habitación.—Estamos para servirle —respondió.Enarqué una ceja, tanta amabilidad de servicio me parecía extraño, antes habían sido groseros por no tener el dinero para pagarles, y… Orlando, seguramente papá había pagado los gastos… o el chico era nue
Reencuentro.Antonella.Apreté con fuerza la perla entre mis manos, mi bebé y la lágrima de Hércules era todo lo que me quedaba de Dante, habían pasado tantos días, no me había movido de Amalfi esperando su regreso, pero cada día fue un golpe a mi corazón, él no volvería, ellos no lo dejarían volver…—¿Antonella?Me giré al escuchar la voz del hombre, Orlando Russo, el hombre que el abuelo aseguró era mi padre.—Hola.—¿Qué sucede? —preguntó—Me sorprendió tu llamada —dijo.No sabía cómo empezar aquella conversación, había buscado mil maneras de pagar el hospital, pero no había ninguna, ni siquiera el cacharro para vender, había quedado destrozado, estar vivos era una mera suerte.Incluso traté de vender el anillo que adornaba mi mano desde hacía meses, pero como siempre, se negó a salir de mi dedo, por lo que no tuve más remedio que empeñar la casa por un precio ridículo y con una alta tasa de interés, era lamentable, pero es lo que quedaba.—Yo, no sé qué decir —dije.—Empieza por el
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