Liberarme de un Amor Roto
Llevo tres meses enteros sin ver a mi esposo mafioso, Lucas Martín, y a nuestra hija Dora.
¿Y por qué ha sido? Porque su madre, Fiona, dijo que Dora debía quedarse con ella “por un tiempo”.
¿Y qué hay de Lucas? Ha estado igual de “ocupado en los negocios” como siempre.
Así que cuando Lucas finalmente llamó y me dijo que vendría a recogerme para una reunión familiar en la villa, me alegré muchísimo.
Pensé que tal vez, solo tal vez... podría finalmente volver a abrazar a mi niña.
Paseé todo el maldito día por la ciudad, comprando sus muñecas favoritas, las chucherías que le gustaban, un vestido rosa nuevo, todo lo que pensé que la haría volver a sonreír.
Pero cuando llegó el auto, no fue como lo imaginé.
Antes de poder decir ni “Hola”, Dora se dio la vuelta, me echó un vistazo... y luego abrazó aún más fuerte a María, la criada.
Escondió su cara en el cuello de María como si yo no estuviera ahí. Como si María fuera su mamá.
Intenté acercarme a ella, pero Dora me dijo directamente que no quería viajar en el mismo auto que yo.
Y María, con esa sonrisa falsa y a la vez cortés, seguía tratando de convencerme con gentileza de darle a Dora “un poco más de tiempo”.
Miré a Lucas, esperando que interviniera.
En cambio, solo se molestó, como si no le importara levantar ni un solo dedo para ayudar a arreglar las cosas entre nuestra hija y yo.
Estaba claro que no me querían ahí.
Entonces, ¿para qué intentar subir al auto?
Me alejé de la caminoneta.
Luego Lucas se volvió hacia mí y me dijo:
—Quédate aquí. No tardaré.
Lo que él nunca pudo entender era que... ya estaba harta de esperar por él.