Después de descubrir la peor de las traiciones el día de su boda, Naiara escapa de todo, especialmente de su propia familia, y vuelve al hogar de su infancia llena de odio y de dolor, dispuesta a comenzar una historia diferente. No tiene idea de que regresará a un pasado, a un amor que estaba suspendido en el tiempo, y a los brazos de un hombre con sus propios demonios, algunos tan fuertes que lo han llevado desafiar a su propio padre y renunciar a todo. Dicen que el amor nace de una chispa, pero ¿qué pasa cuando se vuelve incontrolable? ¿Habrá odio, mentiras o venganzas que puedan apagar ese fuego salvaje? DEDICADA a Jessica y Jesús, por dejarme escribir esta historia tan linda, y por toda la ayuda con los tecnicismos de los incendios... forestales.
Leer másPREFACIO
—¡Qué cosa más fea, parece un renacuajo! —El niño de ocho años hizo una mueca mirando a la recién nacida.
—¡Oye, mocoso, no le digas así a mi nieta o te voy a echar la maldición del campo!
Samuelito entornó los ojos porque el señor Félix era el anciano más supersticioso de toda la sierra.
—¿Y esa cuál sería?
—Pues que si le dices fea ahora, un día la vas a querer, pero ella no te va a querer a ti.
El pequeño se rio de aquello, no le parecía que fuera a querer nunca al renacuajo aquel que apenas pudo caminar lo perseguía por todos lados; no sabía que la primera parte de aquella maldición se cumpliría cinco años después, mientras le arrancaban a la niña del cuello, dando gritos, para subirla a la camioneta en que sus padres se la llevaban.
—¡Abuelo! ¿De verdad que el tío se va y se lleva a Naiara? —jadeó corriendo dentro de la casona de campo en ruinas.
—¡Ya vete de aquí, Samuel! —gruño el viejo—. ¡Sí, mi hijo se va de España y se lleva a su familia, pero es por culpa de tu padre que incendió media maldit@ sierra para quedarse con mis propiedades!
El muchachito retrocedió asustado porque aquella era una acusación horrible. La abuela Julia había muerto solo dos días atrás en aquel incendio que había destruido los olivares.
—¡Eso no es verdad, abuelo!
—¡Sí lo es! ¡Tu padre mató a mi mujer, y mi hijo se lleva a su familia porque sabe que Francisco no parará hasta quitarnos a todos de en medio! ¡Lárgate de aquí, Samuel! ¡Yo no soy tu abuelo, nosotros no somos tu familia! ¡Vete! ¡Largo! —le gritó y el chiquillo echó a correr, sin saber si se alejaba de allí, o solo corría detrás de aquel auto que se llevaba a su renacuajo.
EPÍLOGO.Podían parecer largos, pero realmente dos años se habían ido en medio del mayor ajetreo posible. Aquella construcción masiva había ido escalando poco a poco, abriéndose paso en las laderas de una colina baja en las tierras de los Leal, hasta quedar convertida en una pequeña ciudad sumergida que era una delicia recorrer.No le faltaba nada, absolutamente nada, y en el mismo momento en que el jefe de obra instaló la última bombilla, y se giró con los pulgares levantados hacia Javier, sin mediar otra palabra él se lanzó rodilla en tierra delante de Ximena, sobresaltándola porque estaban delante de un colectivo amplio y risueño de trabajadores.—Podría esperar a la noche, llevarte a un restaurante caro, rentar un helicóptero y hacer toda la parafernalia, pero muñeca este anillo lleva semanas atormentándome en el bolsillo y lo único que he querido hacer es ponértelo en el dedo —le dijo sacando aquel anillo de compromiso—. Este es el final del proyecto pero también es el inicio de
DONDE HUBO FUEGO... CAPÍTULO 36. Una confesiónEstallaría en algún momento, eso no tenía discusión, pero en el mismo momento que a Javier le avisaron que aquel hombre había atravesado el portón frontal de la hacienda, de inmediato hizo aquella llamada y corrió hacia la pequeña habitación que Ximena estaba usando como oficina mientras les ampliaban la cabaña. Solo habían pasado veinticuatro horas, apenas un día y ya Fernán Marín estaba de vuelta en Villahermosa con la peor de las actitudes.Javier trató de detenerlo, o al menos eso parecía, pero de alguna forma los dos acabaron a los gritos dentro de aquel cuartito donde Ximena diseñaba.—¡Te lo advertí, imbécil! ¡Debiste escucharme! ¡Te advertí que podía joderle la vida a tu noviecita! —gruñó Fernán tirándole aquel cheque estrujado a la cara que con singular alegría le habían rechazado en el banco.—¡No te atrevas, Fernán! —espetó Javier y Ximena se levantó azorada.—¿Qué es lo que está pasando aquí? Fernán ¿qué haces...? —preguntó y
DONDE HUBO FUEGO... CAPITULO 35. Para siempreEl mundo era un lugar de esos hermosos, con luciérnagas en pleno día, fuegos artificiales solo para ellos y un deseo latente y profundo haciendo ancla entre los dos.Ximena apenas fue consciente de que él la levantaba por la cintura y la subía sobre el capó del auto para seguir besándola, pero finalmente algún coche lleno de jovencitos alborotadores les tocó el claxon al pasar junto a ellos, y no pudieron hacer otra cosa que echarse a reír.—Lo siento... solo estaba tratando de protegerte —dijo Javier mirándola a los ojos y Ximena le acomodó un mechón de cabello, acariciándole luego la mejilla—. Jamás te habría ocultado la verdad, pero quería... honestamente no sabía cómo decirte algo así porque sabía lo mal que te ibas a sentir.Ximena cruzó los brazos detrás de su cuello y negó con tristeza.—No es que me sienta mal por la traición de Fernán o por... o porque se haya acostado con mi prima, sino porque... ¡Dios, Jenny solo tiene diecisiet
DONDE HUBO FUEGO... CAPÍTULO 34. Nadie másPor suerte o por desgracia, Javier Leal era de los que mostraba las cosas exactamente como las sentía, incluso cuando sacaba su peor cara. Y en aquel momento la expresión en su rostro era tan sorprendida que Ximena solo se desesperó.—¿¡Cómo que qué tiene que ver, Javier!? ¡Tiene todo que ver, porque se lo diste Fernán, y no es que no me duela, porque joder claro que me duele! ¡Me siento herida, y traicionada porque pensé que te gustaba loq ue había diseñado para ti, pensé que haríamos eso juntos! ¡Si no querías solo tenías que decirme la verdad, no dárselo a él a mis espaldas ni...!—¡Ximena, yo no le he dado nada! ¡No sé de qué me hablas! —exclamó él mirándola a los ojos sin que hubiera ni un asomo de duda o titubeo en ellos—. ¡Jamás le daría el proyecto a ese idiota! ¡Es cierto que vino a presentarme una propuesta, que por cierto era una basura comparada con la tuya, y eso fue exactamente lo que le dije! ¡Jamás me pasaría por la cabeza qui
DONDE HUBO FUEGO... CAPÍTULO 33. No esta vez“Te sigo queriendo”Eran las palabras más simples de la historia. Solo tres. Y sin embargo todo el mundo de Javier podía colapsar con aquellas tres palabras, porque habían sido escritas mucho antes de que aquel fuego volviera a avivarse entre ellos.Sintió aquel nudo en la garganta, esa desesperación con la que habría querido llorar la primera vez que Ximena había desaparecido de su vida; pero si hacía nueve años no había tenido el valor para ir a recuperarla, ahora el asunto era muy diferente.—¿Sabes qué...? ¿¡Sabes qué!? —le gritó a Zeus, que levantó las orejas como si estuviera preguntándole qué terrible maldad se le había ocurrido—. ¡Esta vez no va a ser tan fácil! ¡Si quiere irse, bien, pero nosotros vamos a pelear primero! ¿Verdad? ¡Verdad! —preguntó y contestó como si Zeus pudiera responderle y ni corto ni perezoso el pastor levantó una pata como hacía para chocar los cinco—. Bueno... en realidad voy a pelear yo, tú tienes que queda
DONDE HUBO FUEGO... CAPÍTULO 32. Dos corazones rotos¿Cómo era tan tonta como para permitir que la misma persona le rompiera dos veces el corazón?Eso era lo único en lo que Ximena podía pensar mientras salía de aquella clínica como un huracán, pero en el mayor silencio posible, porque ventilar sus problemas no era precisamente algo que le agradara. Y lo único que le impidió a Javier gritar su nombre hasta el otro lado del estacionamiento fue precisamente que tenía media comitiva de sus empleados alrededor, o de pacientes que no lo habían visto felicitándolo.Así que hizo hasta lo imposible por deshacerse de ellos rápido, pero para cuando logró llegar al estacionamiento ya la camioneta de Ximena había desaparecido por el carril que llevaba a su casita.—¡Demonios! ¿¡Cómo se me pueden torcer tanto las cosas cuando se trata de esta mujer?! —exclamó con frustración mientras corría por la llave de su propia camioneta y luego se dirigía hacia la casita tan rápido como el terreno se lo perm
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