La vida de Lara Guzmán da un vuelco cuando su esposo infiel fallece y su amante la demanda. Con varios trabajos y dos niños que sacar adelante, solo espera un milagro para pagar las cuentas de hospital y la demanda sin terminar en la calle. Hablando de milagros, el primer ministro británico, Dante Hatclifft, dueño de una fortuna incalculable como el heredero de un imperio multimillonario, solo necesita una cosa para asegurar su posición: un hijo. Pero resulta que detrás de esa fachada de hombre imponente y exitoso, Dante esconde un secreto: es impotente. Mientras él lamenta que su impotencia no le permitió conquistar al amor de su vida, Lara decide comprobar con él, que ella podía ser mucho mejor que la amante de su esposo. Y como los milagros ocurren, al cruzar sus caminos una noche, ambos tendrán lo que tanto querían... o no. ¿Que hará Dante cuando descubra que su cuerpo responde solamente a esa mujer? ¿Logrará convencerla para que le dé un hijo? Después de todo, Lara ya tiene dos hijos, una adolescente a cargo, tres perros, un gato y una vida en Buenos Aires, que tratará de mantener lejos de aquel desconocido que le ofrece el dinero que necesita para resolver todos sus problemas.
Leer más¡Toc Toc Toc!
Lara manoteó el teléfono en la mesita de luz.Eran las cuatro de la madrugada. Frunció el ceño y se giró, tirando el teléfono al otro lado de la cama.¡Toc Toc Toc!- ¿Quién golpea a esta hora? - murmuró contra la almohada.¡Ring Ring!Lara se incorporó fastidiada.Entre los niños y la interconsulta de un viejo colega de la época en que trabajaba en el hospital de su pueblo, no había dormido ni media hora.Caminando de puntitas, se apresuró hacia la puerta y checó por la mirilla.Las luces azules que se proyectaban en las cortinas de la sala confirmaban que el hombre del otro lado era un policía.- ¿Señora Lara Guzmán? – le preguntó con una expresión severa en cuanto abrió la puerta.- Sí – respondió Lara, preocupadaUna ráfaga helada se coló hasta ella y Lara se ajustó la bata.- ¿Es usted familiar de Víctor Albares?- Sí, soy su esposa – respondió, ansiosa.El policía la miró en silencio durante un largo minuto.- ¿Sucede algo? – preguntó ella, impaciente- Señora… sucedió algo con su esposo – le dijo.Lara tuvo una sensación extraña.Ella pasaba cinco de los siete días de la semana sola con los niños, Víctor viajaba por trabajo de lunes a viernes, por eso, después de llegar a la capital para tener a los mellizos, habían elegido vivir en esa zona de la ciudad, donde nunca pasaba nada.Esa era la primera vez que veía un policía tan de cerca… y a esa hora. No sabía muy bien cómo reaccionar.- ¿Qué… qué pasó? – preguntó confundida.- Lo siento mucho – el hombre pronunció palabra por palabra con lentitud - Su esposo ha tenido un accidente y necesitamos que nos acompañe al hospital.Hubo una pausa para que Lara procesara lo que escuchó.“Su esposo…” “…accidente”.Fue como si le hubieran echado un balde de agua fría encima. Lara se despabiló por completo.- ¿Cómo está él? ¿Qué pasó? – preguntó, con el corazón golpeando contra su pecho como un martillo.- Fue un accidente de coche, él no sobrevivió.Sin saber cómo, Lara se cambió, abrigó a los niños y subió al móvil policial, con la mirada desorbitada y la conciencia ausente, en shock.Hay cosas para las que una nunca está preparada, como correr en medio de la noche con dos niños en brazos hasta un hospital para reconocer un cadáver…- ¡Tú eres la culpable de todo esto! – le gritó una mujer de cabello rubio y ondulado, señalándola con el dedo- Lo siento, yo… creo que me confunde – miró al policía que la escoltaba - ¿Dónde está mi esposo?- ¡¿Tu esposo?! ¡Qué descarada! – la mujer levantó una mano para tirar del cabello de Lara - ¡Víctor es mi prometido!- ¿Qué…? – ella se tambaleó cuando el policía las separó.Estaba tan aturdida que ni siquiera sintió dolor.- Eres Lara Guzmán ¿No? – escupió la mujer, con una mueca de asco - Víctor me contó que no querías firmar los papeles del divorcio.- ¿Qué…? – Lara no podía creer lo que estaba escuchando.Todo su mundo se estaba cayendo a pedazos y esa mujer, con la que nunca había hablado, la molestaba con cosas sin sentido.Por primera vez en su vida, Lara quiso agarrar a alguien de los pelos.- ¿Papá? - Pedro tenía dos años y reconocía el nombre de su padreLara se meció para tranquilizarlo.- ¡¿Qué es esto?! – la rubia miró horrorizada a los niños.Cargando un niño en cada costado de su cadera, Lara se giró intentando ocultar los rostros de sus hijos.La mujer se llevó ambas manos a la boca.El parecido de los niños con Víctor era innegable: el mismo cabello castaño y sus ojos almendrados.- Él lo negaba, pero… - murmuró la mujer – yo sabía que había algo más entre ustedes o él te habría dejado cuándo le dije que estaba embarazada.- ¿Qué…?- ¡Lo extorsionabas con los niños! – la rubia estallaba de ira - ¡Como tus padres te desheredaron, te aferraste a Víctor como una garrapata con esos dos bastardos!Lara no necesitaba hacer demasiados cálculos para entender lo qué pasaba allí, aunque no quisiera admitirlo: su esposo le era infiel con esa mujer.Pero ¿Cómo sabía de su familia?Si bien los Guzmán eran una familia adinerada, no eran más que peces gordos en la pequeña comunidad de un pueblito del interior de Córdoba.Se esforzó por recordar los rostros de aquel pueblo del que sus padres la habían echado al quedar embarazada de Víctor.Sí, era del mismo pueblo que ella.Vivía justo al lado de la casa de sus suegros.Guadalupe Constantino.Lara pegó la lengua al paladar para contener las lágrimas y cuando sintió que ya podía hablar, levantó el mentón ligeramente hacia la mujer, pero pasó de ella.- ¿Dónde está mi esposo? – preguntó de nuevo, esta vez al enfermero.Tenía los ojos rojos y el suelo se le hacía de goma, pero abrazaba con fuerza a sus pequeños, juntando coraje.- Víctor… mi Víctor… falleció – Guadalupe rompió en llanto.- ¡Quiero ver a mi esposo! – gritó Lara.Los mellizos se removían en sus brazos.El policía se acercó al enfermero y le susurró algo en el oído.Lara se sintió estúpida.Todo ese tiempo, ella había sido un chiste para esa mujer y Víctor… y sin saberlo, llorando aterrada, salió corriendo para toparse con todo aquello.- Pase, Señora – le indicaron.El policía llevó a los niños al cuarto contiguo y Lara se paró delante de la camilla en la que su esposo reposaba.Hacía frío.- ¿Qué fue lo que pasó? – preguntó, más allá del llanto; en ese punto en el que el cuerpo se siente flojo y los párpados pesados.No podía creer lo que veía.Su vida en la casa de la familia Guzmán fue un infierno, pero cuando se casó con él creyó que todo mejoraría… Y durante años, él alimentó esa fantasía mientras la engañaba.- Conducían por la ruta catorce cuando el auto se salió de control y chocó contra un poste.Era la única ruta que conectaba la ciudad con su pueblo natal.Su interior era una mezcla de emociones que se confrontaban y peleaban para ver cuál ganaba: la angustia y el dolor desgarrante de la pérdida tan repentina, la decepción y la rabia por su infidelidad y una extrema sensación de soledad y desamparo.Pero lo peor era la impotencia. ¿Qué podía hacer con todo aquello que sentía? ¿Qué podía reclamarle a un muerto?- Creí que tenía todo – dijo con un hilo de voz - Un buen esposo, dos hijos sanos y un hogar lleno de amor.El enfermero la miraba en silencio, sabía que no le hablaba a él sino al difunto.- ¿Cómo no me di cuenta antes? – los hombros de Lara se sacudían.Tantos viajes, el dinero que escaseaba y la actitud distante que él tenía desde que se casaron…Siempre hubo alguien más.Mientras ella criaba a sus hijos sola y lo esperaba cada cinco días para cocinarle y lavar su ropa… él volvía al pueblo y se paseaba por aquellas calles de la mano de otra mujer, incluso delante de la familia Guzmán.No quería ni imaginar la manera en que sus propios padres se reían de ella.- ¿Hay alguien a quien podamos llamar para que la acompañe con los niños? – le preguntó el enfermero.- Renuncié a mi trabajo y dejé mi pueblo para seguirlo aquí cuando supe que estaba embarazada… No tengo a nadie.Lara deseaba que todo fuera solo una pesadilla.Miró el anillo en el dedo anular de su difunto esposo.- Ese no es su anillo - afirmó.- Es el anillo que él llevaba al momento del accidente - le explicó el enfermero.Cierto… estaba comprometido con esa mujer.Víctor tenía una doble vida. - Señora… la mujer fuera… inició los trámites para cremar el cuerpo – le dijo el enfermero.Esa fue la gota que rebalsó el vaso para Lara.Empujando con furia la puerta, caminó derecho hacia la rubia.- ¡¿Incinerarlo?! – preguntó Lara a la mujer, que debía tener al menos tres o cuatro años más que ellaAlgo en el llanto de la rubia irritaba aún más a Lara.- Quiero conservar las cenizas de mi amado junto a mí.- No voy a permitir que les quites el padre a mis hijos- le dijo, llena de ira.- ¡Yo perdí a mi hijo! – Se tocaba la parte baja de su abdomen - ¡Yo estaba embarazada! ¡Acabo de perder a mi bebé!Por un momento, Lara se atragantó.- Entonces estamos a mano… ambas perdimos algo.Llenando sus pulmones de aire, buscó a los mellizos. Tenía que explicarles que era hora de despedirse, como si con dos años pudieran comprenderlo.No podía quedarse sentada llorando, Víctor no volvería a la vida y debía pagar el sepelio.Aquella noche, Lara entendió que la vida era eso: arena movediza bajo sus pies, realidades falsas e incertidumbre.Por otro lado, mientras veía a Lara alejarse sin voltear a verla, Guadalupe enterraba las uñas en sus palmas.La miraba con odio.“Por tu culpa, Víctor jamás pudo estar conmigo… y mi familia me miró como si fuera una vergüenza cuando se enteraron de que yo era una amante… ni siquiera me sirvió que creyeran que tendríamos un hijo… pero si yo no conseguí lo que quería, tú menos Lara… te juro que la vergüenza en la que viví todo este tiempo, me la vas a pagar”Dante se lanzó sobre sus labios con ese fervor que hacía vibrar cada una de las moléculas de Lara.En su avance, la obligaba a retroceder, paso a paso, hasta la habitación. Sus manos, tan blancas y prolijamente cuidadas, se sentían calientes contra su piel cuando la tomaba por la nuca.Su boca, siempre llena de palabras de amor para ella, abarcaba la boca de la joven por completo.Para cuando llegaron a la cama, los dos estaban librando una batalla sin armas. Entre las cortinas de gasa que colgaban alrededor de la cama, ninguno oponía resistencia real. - Dijiste que aceptarías no tener sexo por dos meses – murmuró Lara, deslizándose sobre la cama hacia la cabecera. - No juegues con fuego - le advirtió, con la mirada oscurecida por el deseo. - ¿Me quemaré? Dante apoyó una rodilla contra el borde de la cama y se reclinó sobre ella, con ambas manos a los costados de Lara - ¿Quieres arder? - le preguntó. - ¿Cómo planeas hacerme arder? - lo tentó - Si no podemos tener sexo... - Se
- Esto es incómodo – Lara se miraba las manos.- Tomate tu tiempo, nadie está apurado – la tranquilizó Mauricio, ocupando el asiento de Dante en la oficina completamente blanca.La noche comenzaba a entrelazarse con el día antes de reemplazarlo por completo y las luces cálidas le daban un aspecto totalmente diferente a esa habitación. De ser una oficina minimalista y completamente blanca, a esa hora, lucia como un espacio realmente confortable. ¿Qué tan relativo puede ser el tiempo?“Tu tiempo”El tiempo de Lara siempre funcionaba más como un temporizador que otra cosa, siempre con el tiempo justo.El primero de cada mes hay que pagar la cuota de la escuela, los diez se vencen los impuestos y la tarjeta de crédito cierra el veintitrés, así que su tiempo se medía en “Tengo que pagar esto antes del fin de semana y tengo cinco días para pagar aquello o cortan el servicio”, igual que un temporizador. El de Dante era un reloj de arena, con una medida determinada para cada cosa y un flujo
Lara, empeñada en conseguir un poco de paz y tranquilidad, de pronto tenía más ruido en la cabeza que cuando el personal de Dante se la pasaba cuchicheando detrás de ella en cada rincón de la casona.- Tu jefe dijo que podíamos bajar a la piscina, así que traje a los mellizos para que se refresquen un poco. - Gracias Luz – miró a su hermana con dulzura maternal. - No es únicamente tu jefe, ¿No? – le preguntó pasándole un mate.- ¿Por qué preguntas? – trató de disimular, avergonzada.Lara hizo sonar el mate un largo rato, fingiendo que no sentía la mirada curiosa de su hermana.- Porque te besó en cuanto bajaste del tren – le contestó como si fuera obvio.Y es que lo era. Que alguien tan reservada como Lara, que desde la muerte de Víctor prácticamente ni hablaba con otro hombre que no fuera Ignacio, se dejara abrazar y besar, era obvio que significaba mucho más que puro trato laboral. - Oh… cierto – Lara maldijo en su interior. - ¿Cuándo vas a contarme la verdad? – se acercó a ell
Si Lara hiciera un repaso de todas las cosas malas que le tocó enfrentar de un tiempo atrás hasta ese momento, tendría una lista de varias páginas. Y aunque en cada evento desafortunado la gravedad y el impacto parecía empeorar y la intensidad de sus emociones aumentar, ese específico momento, cuando el médico dijo “Algo está mal” con el escáner contra su piel, sería fácilmente catalogado como el peor momento de su vida.Con la mirada clavada en Lara, Mauricio agregó: - Algo está mal con los cálculos.- ¿Qué ocurre? – preguntó Dante.- Si este bebé fue gestado en el VIP, sería más pequeño. Este bebé no es de Dante.Mauricio había tirado una bomba y el cerebro de la pareja estaba tratando de procesar esa información, como un GPS sin señal.Dante, que momentos atrás tenía una felicidad tan grande que se sentía grande, inmenso, de repente encogió los hombros un tanto inseguro sobre qué decir.- ¿El bebé está bien? – preguntó Dante, cuando el nudo que se le hizo en la garganta le permitió
Lo primero que vio Lara al despertar, fue la fina y delicada gasa que envolvía la cama con un toque de ensueño.Una suave briza se colaba en la habitación desde los laterales vidriados del cuarto, haciendo danzar la gasa delante de sus ojos como si fueran las alas de un cisne, simplemente encantador.Tenía la mente en blanco y el alivio del dolor que ya no dolía.Con los párpados pesados, se giró en la cama y vislumbró el sol fuera. La enorme cama, las suaves sábanas, la gasa y el grueso tronco de una palmera, le confirmaban a dónde estaba y sabía que estaba bien.Estaba en la habitación del VIP en la que pasó la noche con Dante y si estaba allí, estaría él a su lado y en sus manos podía posar todo lo importante en su vida.Claro que solo un ratito, porque lo más valioso para Lara era su familia y cuando se trataba de ellos, era celosa y sobre protectora.Respiró hondo, llenándose de un silencio que calmó cada una de sus terminaciones nerviosas.Cuando volvió a girarse, para darle la
Dante estaba sentado en el banco de concreto, con los codos apoyados sobre sus piernas y la cabeza gacha.Lara iría a él. Respiró hondo. El corazón le latía desbocado de felicidad.Ella iría a él.Fijo la vista en las vías del tren, veteadas por el óxido.Su interior era una mezcolanza de cosas que se revolvían y hacían que su piel vibrara. No ver a Lara lo ponía nervioso, así que estaba ansioso porque ese tren llegara.Pero para ese momento, tenía que resolver algunas cosas.Lara iría a él y no merecía bajar de ese tren a un mundo caótico y asfixiante. Escuchar que ella quería paz y tranquilidad, lejos de aquella casona, le retorció el alma, porque durante esos días, sintiéndola cerca, viéndola por su ventana cuando ella salía con los niños, arrastrando mochilas y los perros persiguiéndolos, él desbordaba de felicidad. Estaba tan feliz, que cada tanto, miraba el cielo y sentía el impulso de soltar un “Gracias”, cuando nunca fue de creer en lo que no podía ver, pero es que luego d
Último capítulo