MALOS EN LA CAMA

Lara tardó un minuto en procesar la situación.

Guadalupe le sonreía del brazo de otro hombre.

A diferencia de aquella vez en la que se cruzaron en el hospital, esa noche, del brazo de aquel hombre, Guadalupe lucía radiante.

Llevaba el cabello rubio recogido en una coleta alta y un vestido rojo pegado al cuerpo que lucía sus largas piernas perfectas y bronceadas.

- ¿Me servirá o no? – uno de los invitados la reprendió delante de todos, agitando su copa vacía delante de ella.

- Lo siento – Lara se disculpó – Llamaré a alguien más para que lo atienda, Señor.

La risa de Guadalupe llegó hasta ella para erizar sus terminaciones nerviosas.

Quería salir de ahí de inmediato y corrió hacia la terraza del salón.

Verla allí, disfrutando de la vida, mientras ella intentaba conseguir el dinero para no perder su casa en manos de Guadalupe y esa demanda, desató la tormenta en su interior y apenas el aire fresco le dio en la cara, Lara lloró como hacía mucho que no lloraba.

Hasta que sus manos dejaron de temblar, sacudiendo la botella de licor, no se dio cuenta de que no estaba sola allí.

Los ojos azules de Dante Hatclifft le decían que vio absolutamente todo de su lado más lamentable.

- ¿Estás bien? – le preguntó la grave voz del hombre con acento extranjero,  examinándola de la cabeza a los pies.

Con su traje negro de tres piezas y el cabello renegrido prolijamente peinado, Dante Hatclifft parecía un fantasma en medio de la noche.

- Ella…

- ¿La mujer con el abogado Rubiot? – inquirió.

Lara abrió grandes los ojos.

Recordó qué había visto de ese hombre en la televisión: Ese abogado se dedicaba a representar de manera exclusiva a famosos y tenía una taza de éxito increíble.

¿Era ese el abogado de Guadalupe?

- ¿Ru… Rubiot? – preguntó con la voz temblorosa.

- Sí.

- Estoy muerta – murmuró – voy a tener que vender la casa para pagarle a esa mujer…

- ¿Quiere que llame a alguien por usted? – le preguntó con una mueca de desagrado.

- No hay nadie a quien llamar… él… me dejó por ella – Lara soltó una risa amarga.

Dante enarcó una ceja.

- ¿Su novio?

Ella asintió.

Decirle que era su esposo se sentiría aún peor.

- Y ella me demandó – agregó Lara.

- No será sencillo para usted.

- Esa mujer ya me quitó todo… yo… - Lara se sentó en el sillón de tres cuerpos – estoy agotada.

Antes de que pudiera tomar un trago del licor en sus manos, Dante le quitó la botella.

- Es un evento demasiado importante como para que una moza borracha arruine la noche de mis invitados.

-  ¿Sus…? – Lara palideció.

¿Él era el VIP que dirigía ese evento? ¿Algo más iba a ocurrirle esa noche?

Dante se sentó a su lado, desprendiendo con sutileza los botones de su saco.

- No se preocupe, no la correré en ese estado si me habla de esa mujer, tengo algo personal con el abogado Rubiot – el hombre abrió con delicadeza la botella y rellenó su copa vacía – y yo tampoco tuve un buen día.

Ella ya no se animaba a contestar absolutamente nada.

- ¿Qué dice su expareja sobre la demanda?

- Nada… - ¿Qué podía decir, si estaba muerto?

- ¿Y qué planea hacer ahora?

-  Tengo tres trabajos y apenas alcanzo a pagar la comida, los impuestos y las boletas del hospital – se lamentó - ¿Cómo conseguiré ganarle a ese abogado? Ya perdí.

- ¿Se rinde así? – Dante miró un largo minuto la botella que le había quitado – Una copa más no empeorará las cosas entonces…

- ¿Qué le pasó a usted? – preguntó Lara, aceptando la copa que Dante le ofreció.

La noche ya estaba pérdida y su suerte echada.

- Me dejaron por otro hombre – le respondió con franqueza.

Mirando el perfil del hombre, Lara estaba realmente sorprendida.

Ella no comprendía en absoluto eso de dejar a una persona por otra.

Además, ese hombre era increíblemente guapo y era obvio que era una persona exitosa, casi nadie podía pagar un evento en el VIP como él.

¿Quién podría dejar a un hombre así?

- En realidad, ella es una mujer casada – agregó Dante - ¿Por qué la dejaron a usted?

- Le dije que me fue infiel con ella – Lara levantó la copa en dirección a Guadalupe - y por varios años.

- Entonces no fue solo sexo.

- ¿Y por qué no me dejó, si el problema era ese? – después de tener a Pedro y Pablo no tenían mucho tiempo para disfrutar de algo de intimidad.

- ¿Sexo?

- ¿Por qué todo tiene que tener que ver con el sexo?

Él se encogió de hombros: - A mí me dejaron por eso…

- A mí no… - murmuró por lo bajo.

La carcajada del hombre la relajó.

No pudo evitar reír con él - ¿Cómo fue lo suyo?- le preguntó - ¿No dijo que ella está casada? ¿Qué tiene que ver el sexo con usted? ¿O es que acaso tenían una aventura?

- No, nada de eso – negó con la cabeza.

-Uff, es un alivio – le extendió la mano con la copa vacía a Dante para que él le sirviera más, con una confianza que despertó cierta simpatía en él – no me agradan ni los infieles ni los amantes. Pero ¿Y entonces que tiene que ver el sexo con lo de ustedes?

- Es solo que ella es una mujer… pasional – agregó con una sonrisa de esas que salen cuando uno habla de un ser querido – y hay cosas que yo no puedo darle.

Los finos labios del hombre curvados ligeramente, le quitaron el aliento por un instante.

- Eres malo en la cama – entendió, tragando saliva con dificultad, algo incómoda de repente.

Él parpadeó un par de veces, perplejo por la deducción de Lara. - Supongo que podría decirlo así… - reconoció, con la cabeza gacha.

- Quizás yo también sea mala en la cama y al final…  Él me dejó… y su amante me demandó. – Lara se tocó las mejillas rojas que comenzaban a arder - Odio el sexo.

- ¿Eso es lo que la tiene así esta noche?

- Es que no es justo – soltó ella.

Nada de aquello era justo.

- Justicia… Con el dolor que usted tiene ¿Quiere justicia o venganza? – hubo un destello en los ojos del hombre que ella no comprendió.

Lara pensó en eso.

“Venganza”… Se repitió para sus adentros, pensando seriamente en la palabra.

“Venganza”

- No... – Dijo al final – Quiero justicia.

- ¿Cómo piensa obtener justicia si no tiene los recursos para enfrentarlos?

Ella se mordió el labio inferior.

- Si le dijera que puedo ayudarla... – bebió el contenido de su copa como si bebiera el tiempo que ella no tenía - ¿Me diría qué es lo que quiere, en realidad?

- ¿Podría ayudarme a entender por qué Víctor hizo lo que hizo?

“¿Por qué me dejó por otra?” “¿Por qué me usó todos esos años?” “¿Por qué justo esa mujer?”

- ¿Está segura? – dijo casi en su susurro, mirando el cielo sobre ellos y de nuevo el fondo de su copa vacía.

Dante suspiró. Le estaba ofreciendo un cheque en blanco para que ella completara con la suma que necesitara para hacer la justicia que tanto decía que quería, o vengarse, pero esa mujer insistía en cosas sin valor…

¿Qué sentido tenía entender el porqué de algo así? Para él, no había nada más patético que intentar justificar a las personas que fallaban.

Él le fue infiel y punto ¿Qué diferencia hacia tratar de justificarlo? 

- Ayúdeme a confirmar que yo no fallé – le respondió ella, sorprendiéndolo.

Lo que esa mujer quería ¿Era confirmar que ella no tenía la culpa? ¿No se trataba de otra mujer llorando a los pies de un hombre que tenía una amante?

Dante comprendió de pronto que en medio de todo aquello, ella solo quería levantar la frente en alto y demostrar que los malos fueron ellos.

- Le mostraré todo lo que le entregué a él y usted me dirá si yo fui el problema.

Por su lado, Lara quería sentir que aún conservaba cierto atractivo.

Que no fue porque ella descuidó su apariencia que su esposo se fue.

Que aunque hubiera aumentado unos kilos luego de tener a los mellizos y sus pechos ya no tuvieran la firmeza de antes, ella también podía despertar deseo y pasión, igual que Guadalupe y ese vestido rojo.

Lara se inclinó sobre él.

El hombre se aclaró la garganta - ¿Qué… qué hace?

- Lo que le dije que quería hacer – sostuvo la mujer con determinación, mirando sin vergüenza sus labios.

-  Creo que… debe irse a su casa – Dante estiró el cuello hacia atrás.

-  ¿Puede decirme si ve un problema en mí? – Lara se sentó a horcajadas sobre él antes de que Dante pudiera reaccionar por completo.

-  N-no – quería apartarla pero con ella sobre su falda, sentía que tocara por donde tocara, tocaría partes que no debía tocar.

Dante estaba nervioso y sumamente incómodo.

No sabía qué decir, qué hacer, qué pensar… ¡Nunca se imaginó en una situación como esa!

-  Yo no… - movía al cabeza de un lado a otro para evitarla.

- ¿No quiere? ¿No le resulto atractiva?

Lara atravesaba uno de esos momentos en los que uno quiere tirar todo por la borda.

Ella apenas alcazaba el metro sesenta de altura y ese hombre, con sus largas piernas cruzadas y sus anchos hombros, la intimidaba… pero estaba dispuesta a despejar cada una de sus inseguridades de una vez por todas.

Tomó el rostro de Dante con ambas manos para que dejara de moverse y lo besó.

- Soy… impotente – murmuró contra sus labios.

- ¿Mhm…? – ella no lo soltaba.

- No puedo… hacer esto – le explicó con la respiración agitada cuando ella se alejó unos centímetros – Soy impotente.

- ¿Ese era… su problema? – tenía los ojos abiertos como platos.

Dante asintió y ella deseó con todo su ser poder cavar un pozo en la tierra para esconderse.

- No vuelva a hacer esto – al notar la vergüenza de la mujer, Dante estaba conmocionado– Su atractivo no debería medirse por la reacción de otros, no todos los hombres saben apreciarlo de todos modos, como su novio.

Sus ojos azules y la suavidad de Dante cuando le habló de esa manera, fue como sentir  el murmullo del mar, en una noche cálida.

No era exactamente eso lo que Lara quería escuchar, pero sintió una especie de calorcito en su pecho.

- Gracias – le dijo, con los ojos tan negros y tan profundos como la noche misma.

 Con el indicio de una lágrima, se inclinó de nuevo sobre él y como si fuera tan solo una caricia, besó los labios de aquel hombre que nunca antes había visto, pero que, de alguna manera, le había indicado el camino de regreso a sí misma.

Cosa curiosa esa de reencontrarse en otro…

Algo así también le sucedió a él, que se encontró a sí mismo dejándose besar.

Como si él fuera un ángel para ella…

… Como si ella fuera la cura para su alma carente de emociones.

Lara se separó lentamente.

Tal vez era porque había sido un día difícil para él, o simplemente fue porque estaba cansado de estar solo, pero algo en él despertó con el calor de los labios de esa mujer.

Y ambos sintieron lo que no esperaban sentir: la entrepierna de aquel hombre cobrando vida contra ella.

- ¿No dijo que era impotente?- Lara arrugó la frente -  ¿Por qué siento…?

- Yo… lo… lo siento – se removió en su lugar, nervioso – ¿Podría bajar de mi falda? Necesito… necesito ir al baño.

- ¿Y si confirmamos que no somos malos en la cama? – sugirió con un ligero aroma a licor y sonando igual al ronroneo de un gatito, pegada a su oído.

Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Dante Hatclifft cuando ella se lanzó sobre sus labios de nuevo.

Fue impulsivo, irracional e impropio de ambos, pero esa noche, ambos se propusieron descubrir todo lo que sus cuerpos podían ofrecer.

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