CÓRDOBA

CINCO AÑOS DESPUÉS

Pedro y Pablo la miraban con sus ojos almendrados como si la culparan por tener que ir a la escuela.

- Ya… tienen que entrar - Lara insistió.

Nada… ninguno de los dos se movía ni siquiera un centímetro.

- Mamá tiene que trabajar.

Pedro se sacudió, tirando su mochila al piso.

Pablo hizo lo mismo.

- ¿Así van a ser? ¿Así se van a comportar conmigo todo el día de hoy?

Ambos asintieron.

Siempre era así, esos dos parecían ponerse de acuerdo para hacerla renegar.

- ¿Por qué? – se sentó en el piso.

Los niños se sentaron delante de ella, a un metro y medio del portón con rejas negras por el que ingresaban a la escuela.

La gente los rodeaba para poder cruzar el ingreso de la escuela, pero ninguno se sorprendía. No era la primera vez que los veían así.

- Saben que si hablaran, esto sería más fácil ¿No? – Lara los miró un momento antes de continuar - No es mi culpa que tengan que tomar clases extras de Lengua… ni que la maestra haya pedido una consulta con la psicopedagoga que conocerán la próxima semana.

Pedro y Pablo se pusieron de pie con una mueca, como si hubieran esperado otra cosa de esa conversación.

Lara se sacudió la parte trasera del jean con ambas manos. Tampoco era como si ella hubiera esperado mucho más.

- Si ustedes hablaran, nadie los molestaría tanto – ellos le dieron la espalda - Hey… ¿No hay beso para mamá?

Arrastrando los pies, volvieron para saludarla con un beso en la mejilla.

- Los amo muchísimo ¡Con todo mi corazón! Es viernes, trabajo en el hospital, los buscará el tío Ignacio.

Los mellizos se miraron y entraron, echando miraditas hacia ella desde el patio del colegio.

Lara caminó hasta el hotel pensando en la expresión de sus hijos.

Algo la inquietaba.

Caminó tres cuadras a su trabajo, marcó su ingreso y se acomodó en su nueva oficina.

El ascenso que había tenido de secretaria en la recepción del hotel a encargada, no representaba un gran aumento en su sueldo, pero le daba su propio espacio y la posibilidad de organizar sus horarios y llevar los niños al colegio y sus terapias.

Sentada ante su escritorio, miraba la pantalla de su teléfono cada dos por tres.

Ignacio la examinaba con la mirada.

Ella golpeteaba con las uñas sobre el escritorio.

- Lara, creo que estás demasiado estresada.

- ¿No conoces a tus sobrinos?

- Son cariñosos, amables, estudiosos, compañeros - Ignacio hizo una especie de lista para describirlos.

- Pero muy obstinados y están tramando algo, lo sé...

- Pedro y Pablo son algo particulares a veces, pero si no te relajas un poco, te hará mal.

- ¿Cómo se supone que me relaje, Ignacio? – Lara se recostó contra el escritorio – La nueva terapeuta que me recomienda la escuela me sale el triple que otras.

- Sigo creyendo que no necesitan un especialista.

- Ya llevan dos años sin hablar, Ignacio…

- Pero no es que se quedaron mudos – enfatizó - solo son un poco más persistentes que otros niños.

- No pienso aplaudirlos por eso – lo fulminó con la mirada.

Todo lo que hacía y todo lo que tenía, era por y para sus hijos, pero por un capricho se les había dado por dejar de hablar de la noche a la mañana.

Y llevaban dos años sin emitir palabra alguna.

- ¿Por qué no los llevas al pueblo? Solo quieren conocer a sus abuelos…

- Tus padres nunca quisieron conocerlos, ellos creen que tu hermano murió por mi culpa.

- Mis padres no son los únicos abuelos que tienen, puedes presentarles a tus padres.

- Cuando conozcan a mis padres tendré que pagar a esa terapeuta de todos modos – exhaló exhausta.

- ¿Y tu hermana? ¿Seguirá viviendo contigo?

- Mi hermana menor está tan aterrada que no quiere volver a aquella casa. Al menos por lo que queda de este año – Lara se recostó contra el respaldo de la silla - Si nosotras mismas huimos de allí... ¿Cómo podría llevar a mis hijos a que conozcan a mis padres? 

Estaba tan frustrada con su propia situación, que la costaba mantener la cabeza en su lugar, como si fuera un muñeco de trapo.

- ¿Y llevarlos al pueblo de tus padres y fingir que no los encuentras? El punto es lograr que suelten ese capricho y hablen de nuevo para dejar de perder dinero con especialistas y tratamientos.

Lara sentía que llevaba meses trabajando sin poder ver un solo peso.

Si tan solo hablaran, el dinero de las terapias podría usarse en otras cosas, pero no era como si pudiera obligarlos a hablar.

- Sabes que será tan sencillo.

- Lara, el hotel tiene un gran evento esta noche.

- No había escuchado nada ¿Enviaron ya la notificación? – sobresaltada, revisó su agenda y la casilla de correos.

- No, no es aquí, es en la subsidiaria VIP – Ignacio la miró con seriedad – necesitan mozos y es una buena oportunidad para ganar un dinero extra, pero si aceptas tendrías que viajar a Córdoba.

Hubo un silencio profundo.

Él sabía que para ella, estar tan cerca de su familia, era un dolor de cabeza que quería evitar a toda costa, por eso no le había dicho nada antes.

- Podrías aprovechar el viaje para ver si todo sigue tan mal con tus padres...

El aromatizador de ambientes chistó y la fragancia a lavanda se dispersó por la oficina.

- O no... - agregó Ignacio - De todos modos, es un único evento de una sola noche y ganas un sueldo entero.

Casi nunca convocaban personal eventual para el VIP por sus altos estándares en la selección del staff.

- Están desesperados porque no consiguen gente que hable inglés, francés y alemán – Ignacio se sentó delante de ella.

- ¿Realmente crees que esté capacitada?

- Tienes experiencia como moza en eventos corporativos, no será muy diferente.

- ¿Cuándo tendría que viajar?

Ignacio checó la información del evento y la lista de personas que viajarían esa misma noche a iniciar con los preparativos.

- Hay un lugar para viajar en el avión de las cuatro.

Cobrar el equivalente a un mes de su sueldo, en una sola noche, eran de esas cosas que solo pasan una vez en la vida.

- Pero ¿Y los niños? – Lara se mordió el labio.

- Con Luz podemos ocuparnos.

- ¡Y los perros! Tienen veterinario mañana, les tocan las vacunas.

- Yo los llevo.

- Y hay que comprar comida para mi gata.

- Yo me haré cargo de los perros, Luz de la gata y entre ambos nos ocupamos de los niños - resumió sin entusiasmo alguno.

- Ignacio… Gracias – susurró con la voz entrecortada por la emoción.

- Lara, son mis sobrinos, sabes que si pudiera hacer más lo haría.

- Desde que Víctor murió, me has ayudado siempre.

- Es lo menos que puedo hacer luego del desastre que ocasionó mi hermano.

- Ni lo digas… Guadalupe me demandó.

- ¿Qué? ¿Quién?

- La amante de Víctor me demandó – le mostró la carta documento que le habían entregado esa mañana.

Sin poder creer lo que escuchaba, Ignacio tomó la carta y la leyó indignado.

- ¡¿Indemnización por daño moral?! – los nudillos se le pusieron blancos mientras sujetaba el papel - ¡¿Cómo puede ser tan sinvergüenza?!

- Tengo que presentarme con un abogado en el juzgado en quince días – dijo con hilo de voz – así que este trabajo es lo que necesito ahora.

Ignacio tenía muchas cosas más por gritar sobre aquella mujer, pero al notar la expresión derrotada de Lara, el corazón se le encogió.

Cerró la boca sin decir más nada y la miró con cierta angustia.

- Ve a preparar el bolso, yo te cubro aquí y con Luz nos las arreglamos para cuidar los niños – insistió - será solo una noche, mañana a esta hora estarás de regreso.

Lara creyó que despegarse de sus hijos sería más fácil, pero mientras Pedro y Pablo la miraban, no podía alejarse ni un centímetro.

- Lara, tienes que ir.

Ignorando a Ignacio, Lara se sentó en el piso como cada vez que quería hablar seriamente con sus hijos.

Los niños se miraron como cada vez que querían hacerla sentir loca.

- Se sientan – les dijo con su tono más serio.

Pedro y Pablo se sentaron.

- ¿Se portarán bien con el tío Ignacio?

Estirando las manitos hacia ella, ambos buscaron el abrazo de mamá.

- Venga, vamos… - Lara se puso de pie, tomando a sus hijos en sus brazos.

Ya no eran tan pequeños… de hecho, era todo lo contrario…

Le costaba mantener el equilibrio mientras se alejaba de Ignacio, apresurada.

- ¡Lara! ¡¿Qué rayos…?!

- ¡Me los llevo!

- ¡¿Qué?!

- ¡Que me los llevo!

- Lara… - Ignacio tomó a Pedro y luego lo bajó para desprender a Pablo del cuerpo de Lara - ¿Con quién planeas dejarlos toda la noche mientras trabajes en el evento?

Ignacio tenía razón… No era cuestión de tomar decisiones impulsivas.

Y de verdad necesitaba ese viaje.

Plantó un beso en las mejillas de sus hijos y con un nudo en la garganta se registró.

Lara abordó ese avión con el corazón hecho un bollito, pero con la certeza de que esa era la decisión correcta.

Llevaba años pidiendo a los cielos una ayudita para poder respirar un poco, para poder relajarse... si bien no estaba ganando la lotería, esa oportunidad se le hacía muy parecida a un milagro.

Necesitaba ese trabajo para asegurar su posición en el hotel.

Necesitaba ese dinero para las terapias de los niños, que se negaban a hablar.

Pero todo aquello perdió importancia cuando, una vez en el salón del evento y ya con su traje de moza, vio a Guadalupe del brazo de un hombre que había visto un par de veces en la televisión.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo