Capítulo 14. La celada
El eco del disparo todavía retumba en mis oídos. Siento el ardor atravesar mi hombro derecho, una línea de fuego que me arranca un gruñido bajo. No puedo caer. No frente a ellos, no frente a ella. La sangre corre, caliente, pero me obligo a mantenerme de pie.
De pronto, Alessia corre hacia mí. El pánico en sus ojos me desconcierta más que el dolor. Me sujeta el brazo con fuerza y presiona un pañuelo contra la herida.
—No te muevas, estás sangrando mucho —dice, la voz temblorosa.
La miro, intentando restarle importancia, mientras trato de entenderla.
—Estoy bien. Solo es un rasguño.
Ella me fulmina con furia y miedo mezclados. Sin esperar, rasga su blusa y me tapa la herida. Aprieta con fuerza.
—Eso no es un rasguño —insiste, apretando más fuerte—. Si no te atiendes, puede empeorar.
Podría apartarla, pero no lo hago. Sus dedos sobre mi piel me recuerdan que Alessia no es solo una pieza en el tablero. Hay algo en la contradicción de su gesto: querer odiarme y, al mismo tiempo, impedir q