Capítulo 15. Hilos invisibles
El chofer acelera suavemente cuando la camioneta se aparta del muelle. El olor a pólvora todavía me arde en la memoria, como si se hubiera pegado a mi piel. Me acomodo en el asiento trasero, intentando tranquilizar mi respiración, pero mi pecho sigue agitado. Miro por la ventana: las luces de la ciudad parpadean entre los reflejos del vidrio, y por un instante siento que todas esas miradas invisibles son para mí.
Dante me dijo que llamara si algo pasaba. Repito esa frase en mi cabeza, como un eco que se aferra a mis nervios. No debería importarme, no debería confiar en él, pero lo vi sangrar frente a mí. Vi cómo se sostuvo erguido a pesar del dolor. Y vi algo más: que yo importaba en medio de ese caos.
—Señorita, llegamos en unos minutos —dice el chofer sin mirarme.
Asiento en silencio, aunque mi garganta está seca. No confío en él. No confío en nadie. Siento que las sombras me observan desde cada esquina. Tal vez sea el miedo hablando. O tal vez no.
Cuando bajamos frente a mi casa, l