Capítulo 108. Prueba de vida
Alessia
El salón está helado hasta en el alma. Las ventanas, cubiertas con planchas, dejan entrar un rectángulo pálido de luz que no calienta nada; el aire huele a metal viejo y a desinfectante. Frente a mí, una cámara con la luz roja encendida me observa como un ojo burocrático.
El camarógrafo me mira con la torpeza de quien hace trabajo sin rostro: solo sus manos señalan encuadres, su respiración se vuelve un metrónomo. El Hombre del Abrigo está a un lado, ordenando con calma la edición del desastre: frases, pausas, la confesión que debe desarmar el mito.
Me sientan en una silla metálica; me colocan un micrófono en la solapa y me entregan una hoja con el texto que debo leer. Es una declaración que no reconozco: palabras huecas que me imputan incendios de imagen, coordinación y violencia. Me obligan a mirar la lente; la ciudad afuera ya no existe para ellos, solo importa lo que salga de esa caja roja.
―Diga la frase ―dice el del abrigo, sin preguntar.
Respiro. Hablo. La voz que me p